Existen
ciertas reglas de sentido común que conviene respetar cuando se entra en un
edificio religioso
Para saber qué
actitud adoptar en el momento de acceder a una iglesia, antes hay que
comprender dónde se está entrando: una iglesia es un lugar de oración y de
celebración de oficios litúrgicos. Alberga el Santísimo (la Eucaristía) y quizás también otros objetos
de veneración, como reliquias de santos y mártires o iconos.
El sacramental
del agua bendita
Primero,
conviene prepararse, en cuerpo y alma, con una buena disposición antes de
entrar en una iglesia. Tal es el objeto de la práctica del sacramental
del agua bendita.
Presentada en
las pilas de agua bendita a la entrada de la iglesia, esta agua que ha recibido
la bendición de un sacerdote es utilizada para dibujar el signo de la cruz y
alejar al demonio de aquellos que realizan este gesto con fe, rompiendo con la
agitación del mundo exterior.
El momento en
que se traza el signo de la cruz es el momento oportuno para girar nuestro
espíritu hacia Dios, físicamente presente en la iglesia.
Ubicar el Santísimo y el altar mayor
En efecto, las
iglesias cobijan al Santísimo bajo la forma de especies consagradas
—convertidas en el verdadero cuerpo de Cristo— durante la misa. Jesús
Eucaristía reposa así en un tabernáculo y su presencia es significada por una
luz de color rojo.
A menudo, este
tabernáculo está situado cerca del altar mayor, en el coro y en alineamiento
directo con la nave central. Sin embargo, a veces hay una capilla lateral
dedicada a esta función.
Conviene
efectuar una genuflexión ante este tabernáculo:
¡estamos en presencia de Cristo! Es costumbre, cuando el Santísimo no se
conserva cerca del altar mayor, inclinarse en el momento que se pase
ante el altar. Más que una simple mesa, se trata
del lugar donde se lleva a cabo el santo sacrificio de la misa.
En las iglesias
orientales, los iconos de Cristo y de la Virgen María, llamados iconos
despóticos, se disponen delante del “muro de iconos”, llamado iconostasio, el
cual alberga el altar. Es costumbre venerar estas imágenes cuando se visita la
iglesia, también durante las celebraciones.
Ser atento y benevolente hacia el clero y los demás visitantes
La iglesia es
un lugar de oración, de adoración, pero también es lugar de celebraciones y de
confesiones. Es importante velar por la quietud de las iglesias y, si
hay una celebración en curso, respetarla, sobre todo si se llega en el
momento de la consagración o de la administración de la comunión.
En cualquier
caso, entrar en una iglesia implica una atención benevolente: hay que
identificar los confesionarios ocupados y no acercarnos a ellos para así
respetar el secreto de la confesión.
A menudo, hay
espacios especialmente dispuestos para la oración o la adoración, por lo que
conviene no visitarlos por simple curiosidad para no perturbar a las personas
que vienen a rezar.
Valentin Fontan-Moret
Fuente: Aleteia