“Haced lo que queráis pero yo no revelaré la confesión, primero morir que eso”
De izquierda a derecha: San Juan Nepomuceno, San Mateo Correa Magallanes, P. Felipe Císcar Puig y P. Fernando Olmedo Reguera |
Luego
de que el Arzobispo de Melbourne en Australia, Mons. Denis Hart, afirmara que
prefiere ir a la cárcel antes que romper el secreto de confesión, debido una
posible injerencia del Estado, ACI Prensa recuerda a 4 sacerdotes que
defendieron al extremo el sigilo sacramental.
El
14 de agosto la Royal Commission, entidad creada en Australia para investigar
los casos de abusos sexuales, propuso
que los sacerdotes de la Iglesia Católica rompan el secreto de confesión cuando
conozcan de algún caso de abuso sexual.
No
obstante, el Código de Derecho Canónico que rige a la Iglesia Católica
señala que “el sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está
terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de
cualquier otro modo, y por ningún motivo”
Aquí
los 4 sacerdotes que defendieron hasta el extremo el secreto de confesión.
1. San Juan Nepomuceno
San
Juan Nepomuceno fue un ejemplo de la protección al sigilo sacramental, siendo
el primer mártir que prefirió morir antes que revelar el secreto de confesión.
Nació
en Checoslovaquia entre los años 1340 y 1350, en Nepomuk.
Cuando
fue Vicario General del Arzobispado de Praga, el santo fue confesor de Sofía de
Baviera, la esposa del rey Wenceslao. El rey, que tenía ataques de cólera y de
celos, ordenó al sacerdote que le revelara los pecados de su mujer. La negativa
del santo enfureció a Wenceslao, que amenazó con asesinarlo si no le contaba
los secretos.
Otro
conflicto entre Wenceslao y Juan Nepomuceno sucedió cuando el monarca quiso
apoderarse de un convento para darle sus riquezas a un pariente y el santo se
lo prohibió porque esos bienes pertenecían a la Iglesia.
El
rey se llenó de cólera y ordenó torturar al santo, cuyo cuerpo fue arrojado al
río Mondalva. Después lo vecinos recogieron el cadáver y lo sepultaron
religiosamente. Era el año 1393.
2. San Mateo Correa
Magallanes
San
Mateo Correa Magallanes fue otro mártir del secreto de la confesión. Fue
fusilado en México durante la Guerra Cristera por negarse a revelar confesiones
de prisioneros rebeldes.
Nació
en Tepechitlán (Zacatecas) el 22 de julio de 1866 y lo ordenaron sacerdote en
1893. Se desempeñó como capellán en diversas haciendas y parroquias.
En
1927 el sacerdote fue arrestado por las fuerzas del ejército mexicano al mando
del general Eulogio Ortiz. Días más tarde, el general mandó al P. Correa a
confesar a un grupo de personas que iban a ser fusiladas y después le exigió
que le revelara las confesiones.
Ante
su rotunda negativa ordenó su ejecución. Actualmente se veneran sus restos en
la Catedral de Durango.
Fue
beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado por San Juan Pablo II el 21 de
mayo del 2000.
3. P. Felipe Císcar Puig
El
P. Felipe Císcar Puig fue un sacerdote valenciano también considerado mártir
del sigilo sacramental, debido a que fue martirizado durante la persecución
religiosa de la Guerra Civil Española (1936) tras guardar el secreto de
confesión.
La
Arquidiócesis de Valencia indicó que, según la documentación recogida, el P.
Císcar fue conducido a la prisión de Denia (Valencia, España), donde un fraile
franciscano llamado Andrés Ivars pidió confesarse a fines de agosto de 1936,
pues intuía que iba a ser fusilado.
“Tras
la confesión, intentaron arrancarle su contenido y ante su negativa a
revelarlo, los milicianos le amenazaron con matarle”, ante lo que el sacerdote
respondió: “Haced lo que queráis pero yo no revelaré la confesión, primero
morir que eso”, según consta en la declaración de los testigos.
“Al
verle tan seguro, le llevaron a un simulacro de tribunal donde se le conminó
para la revelación del sigilo”, y como aún así continuó firme en su postura,
afirmando que prefería morir, los milicianos le condenaron a muerte. Subidos a
un coche, Felipe Císcar y Andrés Ivars fueron llevados al término de Gata de
Gorgos y allí fueron fusilados a los 71 y 51 años de edad, respectivamente, el
8 de septiembre de 1936”.
Tanto
Felipe Císcar como Andrés Ivars forman parte de la causa de canonización de los
“Siervos de Dios Ricardo Pelufo Esteve y 43 compañeros y compañeras mártires”,
en la que figuran un total de 36 religiosos franciscanos.
4. P. Fernando Olmedo
Reguera
Este
sacerdote de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos fue asesinado el 12 de
agosto de 1936 y beatificado en Tarragona el 13 de octubre de 2013. También se
le conoce como defensor del sigilo sacramental.
Nació
en Santiago de Compostela (España) el 10 de enero de 1873 y fue ordenado
sacerdote el 31 de julio de 1904.
Fue
Definidor y Secretario Provincial hasta 1936, en que por fuerza de la
persecución religiosa tuvo que abandonar el convento.
Al
ser detenido fue insultado, vejado, golpeado y le exigieron revelar el secreto
de confesión. Según la tradición fue fusilado por una especie de tribunal
popular en torno al Cuartel de la Montaña, una edificación militar de Madrid
construida durante el siglo XIX.
Sus
restos se encuentran en la cripta de la iglesia de Jesús de Medinaceli
(Madrid).
Fuente:
ACI