Después de
asistir, la Santa misa de Corpus Christi, se me acercó un joven, presentándose
como cristiano creyente, estudioso de la Biblia y sin ocultar su orientación
sexual como homosexual y me dijo: “He leído tus libro y artículos, lo más que
me llamo la atención es, la situación lamentable que vive el colectivo
lesbiana-gay en el Islam.
No hace mucho tiempo, en España, este colectivo era mal visto y mal tratado en algunos casos. La semana que viene se cumplen 40 años de las primeras marchas del orgullo LGTB de España. En España, en 2005 fue el año de la igualdad para lesbiana-gay.
España es el tercer país del mundo en reconocer el derecho de las parejas homosexuales a contraer matrimonio. Del 23 de junio al 2 de julio 2017, Madrid acoge la fiesta mundial del Orgullo LGTB, World Pride 2017. Como cristiano, creo que Dios trata a toda persona por igual, no creo que a Dios le importe la orientación sexual de una persona. Dios le preocupa sólo cómo llevamos nuestra vida, y la orientación sexual de cada uno de nosotros no tiene nada que ver”.
No hace mucho tiempo, en España, este colectivo era mal visto y mal tratado en algunos casos. La semana que viene se cumplen 40 años de las primeras marchas del orgullo LGTB de España. En España, en 2005 fue el año de la igualdad para lesbiana-gay.
España es el tercer país del mundo en reconocer el derecho de las parejas homosexuales a contraer matrimonio. Del 23 de junio al 2 de julio 2017, Madrid acoge la fiesta mundial del Orgullo LGTB, World Pride 2017. Como cristiano, creo que Dios trata a toda persona por igual, no creo que a Dios le importe la orientación sexual de una persona. Dios le preocupa sólo cómo llevamos nuestra vida, y la orientación sexual de cada uno de nosotros no tiene nada que ver”.
Sorprendido de este comentario, que no viene a cuento, mí respuesta fue clara:
Es verdad, Dios en realidad no prohíbe la homosexualidad, sino los actos
homosexuales.
La homosexualidad es un término demasiado general y vago que se usa para
referirse a una plétora de manifestaciones y causas muy diversas. Según la
Biblia una familia se forma en base a una pareja compuesta de un hombre y una
mujer. Mucho antes de que los gobiernos decidieran promulgar leyes que
regularan el matrimonio, nuestro Creador ya las había establecido en (Génesis 2,
24) “El hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa,
y tienen que llegar a ser una sola carne”. Con respecto a la palabra hebrea
traducida como “esposa”, el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y
Nuevo Testamento exhaustivo, W. E. Vine, explica que “señala a cualquier
persona del sexo femenino”. Más tarde, Jesús confirmó que los cónyuges tienen
que ser “macho y hembra” (Mateo 19, 4). Por consiguiente, Dios estipuló que el
matrimonio fuese una unión íntima de carácter permanente entre hombre y mujer.
Ambos seres están diseñados para complementarse a fin de satisfacer mutuamente
sus necesidades y deseos de orden emocional, espiritual y sexual.
La conocida historia bíblica de Sodoma y Gomorra revela el criterio divino
acerca de la homosexualidad. Dios declaró en (Génesis 13, 13) “los hombres de
Sodoma eran malos, y eran pecadores en extremo contra Dios”. El punto de vista
de la Biblia, sobre la homosexualidad, es muy claro leemos (Levítico 18, 22)
“No tendrás relaciones con un hombre como se hace con una mujer: esto es una
cosa abominable”. No hay disculpas ni concesiones ni ambigüedad: la
homosexualidad es infame a la vista de Dios. Para los israelitas de la
antigüedad que vivían bajo la ley de Moisés, el castigo por esta práctica era
la muerte, (Levítico 20, 13) “Y cuando un hombre se acuesta con un varón
igual a como uno se acuesta con una mujer, ambos han hecho una cosa detestable.
Deben ser muertos sin falta. Su propia sangre está sobre ellos”.
Con la llegada de Jesús, no cambió las cosas, Dios siguió condenando la
homosexualidad, según el apóstol Pablo en (1 Corintios 6, 9-10) “¡Qué! ¿No
saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen. Ni
fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para
propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones,
ni personas dominadas por la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que
practican extorsión heredarán el reino de Dios”. Dios conoce nuestra
composición física, mental, emocional y espiritual, aún se opone a la
homosexualidad porque, entre otras cosas, no beneficia al individuo, como lo
confirma la carta del apóstol Pablo que escribió a los cristianos de Roma,
(Romanos 1, 26-28) “Por eso Dios los entregó a apetitos sexuales
vergonzosos, porque sus hembras cambiaron el uso natural de sí mismas a uno que
es contrario a la naturaleza; y así mismo hasta los varones dejaron el uso
natural de la hembra y se encendieron violentamente en su lascivia unos para
con otros, varones con varones, obrando lo que es obsceno y recibiendo en sí
mismos la recompensa completa, que se les debía por su error. Y así como no
aprobaron el tener a Dios en conocimiento exacto, Dios los entregó a un estado
mental desaprobado, para que hicieran las cosas que no son apropiadas”. No
solo dice que la homosexualidad es “vergonzosa, obscena y no apropiada”, sino
también “contraria a la naturaleza”.
Seguramente Pablo quiere decir por “contrario a la naturaleza” es contrario a
la naturaleza del género humano con relación a la creación de Dios. Todo
comportamiento homosexual es una divergencia del proyecto creativo de Dios.
Pablo también dice, cuando una persona se deja llevar por un “codicioso apetito
sexual”, puede llegar a esclavizarse (1 Tesalonicenses 4, 5) “no en codicioso
apetito sexual tal como el que también tienen las naciones que no conocen a
Dios”. Esto hace recordar la advertencia de Pablo en (Romanos 6, 12) “No dejen
que el pecado continúe reinando en su cuerpo mortal de modo que obedezcan los
deseos de este”. Podemos estar agradecidos de que Dios no cambie sus normas sólo
para satisfacer los caprichos pasajeros o los deseos pervertidos de los
hombres. Sin importar cuál sea el proceder que el hombre promueva, Dios quiere
que le honremos a Él y así derivemos beneficios personales. La prohibición de
la Biblia de dar expresión a la homosexualidad se puede ver también no como una
condena y discriminación, sino como una mano fuerte de apoyo y de estímulo para
la persona que tiene tendencias homosexuales, diciéndole que, si realmente
quiere, puede lograr superarla y canalizar su sexualidad de una manera
productiva, equilibrada y sana. La Biblia no fue entregada a los ángeles, sino
a los hombres con todas sus debilidades y deficiencias. Lo que distingue al
hombre del animal es que el animal está dominado por su instinto mientras que
el hombre lo domina, canaliza y sublima.
El hecho que uno nazca con determinada tendencia no lo transforma en una
alternativa de vida válida. Lo que sí implica es que tiene un desafío y una
misión especial.
No obstante, un sacerdote jesuita se puso de parte de las actuales tendencias
contrarias a la Biblia y dijo sobre las relaciones homosexuales: “Son la única
solución posible para que un montón de gente lleve una vida feliz y
significativa”. En esta misma línea, otro sacerdote declaró que “el amor, es la
prueba esencial de nuestra vida espiritual. La homosexualidad nunca habría sido
una cuestión importante para Cristo. Lo importante para Jesús hubiera sido si
esas personas vivían su vida, fuera la que fuera, de una manera que manifestara
verdadero amor”.
La Biblia, no confunde amor con sentimentalismo. La Biblia predica con energía,
“Oh amadores de Dios, odien lo que es malo” (Salmo 97, 10). El amor
verdadero también incluye disciplina, pues “Dios disciplina a quien ama”
(Hebreos 12, 6). Por lo tanto, los ministros religiosos están obligados a
“exhortar por la enseñanza que es saludable y también censurar a los que
contradicen” (Tito 1, 9). Los clérigos que suavizan las normas bíblicas y pasan
por alto el pecado no hacen ningún favor a los homosexuales. Tal vez “les
regalen los oídos”, pero no cumplen con su obligación de “predicar la palabra”.
Esta es su responsabilidad tanto para con los homosexuales como para con toda
la comunidad cristiana.
Si estás entregado a la Iglesia y te das cuenta de que también eres homosexual,
“Confía en Dios, no te apoyes en tu propio entendimiento y Dios mismo hará
derechas tus sendas” (Proverbios 3, 5). Los homosexuales que desean servir
a Dios tienen que acatar Sus condiciones, expuestas con claridad en la Biblia,
a “amortiguar los miembros de su cuerpo en cuanto a fornicación, inmundicia y
apetito sexual” (Colosenses 3, 5).
En los países donde hay constantes campañas en pro de los derechos
homosexuales, quizás haya quienes objeten a que se aplique el calificativo
contra natura a la conducta homosexual. Conforta saber que hay quienes han
puesto de parte de “la enseñanza saludable” que se encuentra en la Palabra de
Dios, en (1 Timoteo 1, 8-11) “Sabemos que la ley es buena siempre que se use legítimamente, teniendo claro
que no ha sido formulada para el justo, sino para los que viven sin normas o no se someten
a ellas; para los impíos y los pecadores; para los irreligiosos y los profanos; para los
parricidas y los matricidas; para los asesinos, los fornicarios, los invertidos, los
traficantes de personas, los mentirosos, los perjuros y para todo lo demás que se oponga a la
sana doctrina según el Evangelio de la gloria del Dios bienaventurado, que me ha sido
confiado”. Hay que reconocer que no es fácil, pero
tampoco es imposible.
Un hombre que en el pasado practicó la homosexualidad dijo: “Creía que no iba a
poder cambiar nunca, pero lo hice, con la ayuda de Dios. Me produce placer
saber que ahora tengo una conciencia limpia y que llevo una vida que le agrada
al Dios Todopoderoso”. En efecto, Dios puede darnos la fuerza y la ayuda que
precisamos para atenernos a sus preceptos y así recibir su bendición.
En Occidente se aconseja a los emigrantes musulmanes integrarse en la sociedad
donde viven, formar parte de la misma y no imponer sus costumbres y creencias
sino practicarlas en la intimidad.
Del mismo modo, hoy día en Occidente, lo más lógico, es que el colectivo
lesbiana- gay, esté integrado en la sociedad en general y se sienta parte de la
misma, sin que sea necesario hacerse notar, ni siquiera en una semana
de orgullo.
Finalmente, quiero recordar las palabras de mi padre, que en paz descanse,
sobre la homosexualidad, cuando dijo: “cada uno es libre con sus nalgas, pero
desde la puerta de su casa para adentro”. No le falta razón a mi padre, cada
persona es libre en su orientación sexual, faltaría más, pero no es necesario
presumir de ello, ni publicarlo ¡Para qué! Además ¿Dónde está y cómo demuestro
mi orgullo como cristiano católico, heterosexual?
Raad Salam Naaman
Cristiano católico caldeo con mucho orgullo