Durante
las apariciones del Señor de la Divina Misericordia a Santa Faustina,
Cristo aseguró varias gracias a los que se acercaran a su misericordia
San Juan
Pablo II, más adelante, instituyó oficialmente la indulgencia
plenaria para esta fiesta.
“Deseo
que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y,
especialmente, para los pobres pecadores… El alma que se confiese y reciba la
Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas… Que
ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata”, dijo
el Señor en una promesa que hizo a Santa Faustina Kowalska en una de las
apariciones místicas que le concedió.
En
el 2002, esta promesa de Cristo se hizo “oficial” en la Iglesia cuando,
por mandato de San Juan Pablo II, la Santa
Sede publicó el “decreto sobre las indulgencias
recibidas en la Fiesta de la Divina Misericordia”, un don que
también puede alcanzar a los enfermos y los navegantes en altamar.
En
el segundo Domingo de Pascua, que este año se celebra el 23 de
abril, se concede la indulgencia plenaria, con
las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión
eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que
participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina.
“O
al menos rece, en presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía,
públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo,
añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo,
‘Jesús misericordioso, confío en ti’)”, dice el texto del decreto.
Asimismo
se concede indulgencia parcial “al fiel que, al menos con corazón contrito,
eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas
legítimamente aprobadas”.
También
los enfermos y las personas que los asisten, los navegantes, los afectados por
la guerra, las vicisitudes políticas o la inclemencia de los lugares “y todos
los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad
impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la
indulgencia plenaria”.
Esto
siempre y cuando, con total rechazo de cualquier pecado y con la intención de
cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales recen “frente a
una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el
Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso”.
Asimismo,
si ni siquiera se pudiera hacer lo antes descrito, podrán obtener la
indulgencia plenaria “los que se unan con la intención a los que realizan del
modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios
misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las
molestias de su vida, teniendo también ellos el propósito
de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para
lucrar la indulgencia plenaria”.
Jesucristo
también prometió a Santa Faustina que cuando se rece la Coronilla de la Divina Misericordia junto
a los moribundos se pondrá “entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez
justo sino como el Salvador misericordioso”.
Fuente:
ACI
