El Consejo superior de los ulemas
abolió la pena capital para las personas que abandonen el islam y puso en
marcha un proceso para reinterpretar el texto sacro. La posición del arzobispo
de Tánger
La
noticia que llega de Marruecos de la abolición de la pena de muerte para quien
abandone el islam por otra religión tiene un enorme significado.
La “fatwa”
(resolución), emitida por el Consejo superior de los ulemas marroquíes y
difundida en “La vía de los sabios”, refleja una postura informal que había
sido apoyada y promovida en el ala reformista del mundo islámico según el cual
se ocuparía del castigo Dios en el más allá y no el hombre en la vida terrenal.
Pero
la novedad es que esta postura fue oficializada por primera vez por una
institución teológico-jurídica de nivel absoluto. El Consejo superior de los
ulemas, presidido por el rey Mohammed VI, es considerado la mayor autoridad
religiosa. Pero probablemente es más interesante incluso que la “fatwa” misma
el proceso del que surgió.
Los
ulemas, efectivamente, interpretaron el texto sacro de una manera innovativa,
adaptándolo a los tiempos y utilizando criterios modernos para juzgar los casos
de apostasía. Las citas de El Corán sobre las que se han concentraron
principalmente las reflexiones son los conocidos versículos que dicen «Quien
cambie de religión, mátenlo» y «Quién abandone la religión es aquel que se
separa del grupo».
Según
la interpretación de los expertos marroquíes, las frases deben ser comprendidas
en el contexto de guerras que se repetían precisamente en la época en la que el
islam daba sus primeros pasos y deben ser interpretadas como indicador del
riesgo de que un fiel abandonara no solo una religión, sino un frente para
unirse al enemigo: las advertencias de Mahoma tendrían, pues, una connotación
más política y estratégica que dogmática.
Este
proceso se suma a un recorrido de transformación que se está llevando a cabo en
Marruecos y que suscita esperanzas en muchos observadores. En el Código civil
se introdujeron mayores derechos para las mujeres, en 2016 se redactó el
Documento de Marrakesh en el que se declara que las minorías religiosas deben
ser respetadas; a finales de enero de este año llegó la noticia de que el país
magrebì volvió a la Unión Africana (Rabat decidió salirse de ella en 1984, como
protesta por la admisión de la República Árabe Saharawi Democrática, con la que
vive una contienda desde hace décadas, ndr.).
¿Cómo
reacciona la Iglesia católica a estas noticias? ¿Cómo vive la relación con el
islam en este país que pretende proponerse como de vanguardia en los ámbitos
político y espiritual? ¿Cuál es la percepción que tiene de los derechos
humanos, civiles y religiosos? Hablamos sobre estas cuestiones con monseñor
Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger.
«Seguimos
con interés la evolución del debate que puso en marcha la noticia de esta ley
en materia de libertad religiosa. Se trata de un proceso que, esperamos, pueda
ver un día la luz. Ya es muy buena noticia que se hable de ello, que se
trabaje. Para estas cosas, la Iglesia no tiene prisa. Diría que sabemos vivir
más en consonancia con el Evangelio cuando las circunstancias parecen menos
favorables para el Evangelio y para nosotros».
¿Cuáles
son las relaciones entre musulmanes y cristianos en el país, y qué es lo que se
hace para el diálogo?
Desde
hace mucho tiempo, en este país, la Iglesia eligió como vía principal para
instaurar un diálogo auténtico la vida de los creyentes: nuestro compromiso
social, nuestro testimonio cristiano, el Evangelio “puesto”, y es una forma de
diálogo bastante eficaz. No creo que la Iglesia tenga el mismo prestigio que
tiene en Marruecos en ningún país europeo. Y esto, para mí, es una consecuencia
directa de ese diálogo de la vida al que me referí. En este sentido, puedo
decir que las relaciones entre musulmanes y cristianos en Marruecos son buenas,
de mutuo aprecio, de recíproca colaboración.
¿Cuál es la situación de
los derechos individuales?
El
día en el que en Marruecos haya, además de la libertad de culto (que es
bastante amplia), libertad de consciencia o religiosa, será un gran progreso en
el reconocimiento de los derechos individuales. Pero el paso más importante y
más difícil de dar no es el de la abrogación de los castigos legales, sino el
de los castigos sociales y familiares. Hay países de mayoría islámica en el que
ese proceso de abrogación ya ha concluido (Senegal, por ejemplo), pero en
muchos otros países de fe islámica se trata de un proceso que no parece ni
siquiera haber iniciado.
Usted
siempre ha estado comprometido en la acogida y en la defensa de los migrantes
que pasan por Marruecos tratando de llegar a Europa. ¿Qué le parecen estos dos
continentes tan cercanos y tan alejados idealmente?
Pienso
en mi país, España, o en Europa. No hay solo una vuelta irracional de la
violencia, hay también una vuelta evidente a eso que yo llamo lo anti-persona,
lo anti-ser humano como individuo. Una negación clara de los derechos
inajenables de cada uno de los seres humanos. Y esto quiere decir que se está
volviendo a la ideología fascista, con consecuencias imprevisibles... en
realidad, trágicamente previsibles. Lo podemos leer en la historia y podemos
volverlo a leer en muchos hechos de nuestros días.
LUCA
ATTANASIO
Fuente: Vatican Insider