Si sé cómo pierdo la
alegría, puedo poner medios
La tristeza a veces me turba. Pierdo la
paz y no soy feliz. Sé que tengo mis fuentes personales de tristeza. Sé por qué
caminos acabo viviendo sin alegría.
El padre José Kentenich decía: “Mirando nuestras experiencias y
observaciones, descubrimos que las fuentes de tristeza son tres:
primeramente, el demonio; segundo, el temperamento melancólico y tercero, los
duros golpes del destino. Se hace necesario lograr la fuerza para
superar el pesimismo, la tristeza y la melancolía, a través de una sana educación”.
Muchas veces sé que mi pecado me
entristece. Cuando no hago lo que quiero hacer. Cuando no me comporto como me
gustaría. Cuando me dejo llevar por las tentaciones y me hago esclavo. Ser libre me alegra. Ser esclavo me quita
la alegría.
A veces mi temperamento me lleva a un estado permanente de
melancolía. Me dejo llevar por el desánimo y asumo que nunca voy a cambiar. Pero
no es así, María
puede cambiarme.
A veces son los golpes duros de la vida
los que me turban. No es
sencillo salir de esa tristeza provocada por una desgracia. Sólo me queda mirar
al cielo y confiar en que Jesús va conmigo. Pedir la gracia del abandono. Una alegría que venga de Dios y
me levante el ánimo.
Y pienso que necesito quitarme la
tristeza que a veces nubla mi ánimo. En los momentos de cruz confiar en Jesús
que va conmigo. Y sufrir
la tristeza natural por perder lo que amamos.
En esos
momentos no hay palabras de consuelo que valgan. A veces intentamos consolar al que sufre.
Con frases hechas y bonitas. Queriendo lograr que vea un sentido a su cruz.
Pero no es posible. En esos momentos casi es mejor callar y no aconsejar. Mejor abrazar que buscar explicaciones. Y rezar en silencio cerca del que sufre.
Las palabras muchas veces sobran ante la
persona que vive su dolor con tristeza. En todo caso, en medio de mi propia
tristeza, quiero ver la luz y encontrar algo de alegría y esperanza.
Menciona el Padre Kentenich algunos recursos que ayudan: “Necesitamos sacar de los pensamientos
tristes que nos asedian la fuerza propulsora que surge y nos despierta. ¿Cómo hacemos esto? De vez en cuando hablar con una persona capacitada,
que nos comprenda y nos oriente, tal vez tener un confesor fijo a quien le podamos confiar todo. O podemos confiar nuestro dolor al papel. Esto puede ser hecho de varios modos; o esforzándonos por hacer un trabajo y
distrayéndonos, actuando de manera creadora. Estos son los medios indirectos para
prevenirnos de la tristeza, o alejarnos más y más de la tristeza que nos invadió”.
Sé que el camino que he de seguir es el
de la transformación interior a partir de lo
que soy, a partir de mi barro, de mi madera, de mi
originalidad. Por eso el Adviento es una nueva oportunidad para vivir la
conversión y volver a nacer.
Decía el Padre Kentenich: “Debemos ser transformados. Que se hagan
feliz realidad aquellas palabras de san Pablo: – Ya no vivo yo sino que Cristo
vive en mí. Y si Cristo vive en mí, vivirá también su espíritu en mí; será pues
el Espíritu Santo quien viva en mí”.
Jesús viene a nacer en mi vida para que
yo me haga más como Él. Para que ame y viva como Él. Para que yo sea reflejo de
su rostro entre los hombres. Cambia mi mirada sobre la vida y cambio yo con
ella.
Aprendo entonces a enfrentar las
dificultades del camino, los duros golpes que me llegan. Me ayuda en la lucha
contra mis pecados y faltas. A hacer frente a mis tentaciones más habituales.
Hoy me pregunto: ¿Cómo surge la tristeza en mi corazón? Sé que Dios puede cambiarme por
dentro. Pero es
bueno saber cuáles son las dinámicas en las que me encierro y acabo dejando que reine la tristeza.
Una vez
que me conozco y sé cómo pierdo la alegría, puedo poner medios, puedo romper las dinámicas que me
enferman. Conocerme bien es fundamental para saber cómo contrarrestar estas
fuentes de la tristeza, cuidando
en mi corazón las fuentes de la alegría. La autoeducación juega
un papel importante.
La ayuda de los otros me da fuerzas para
salir de ese círculo vicioso de la tristeza. ¿Cuáles son mis fuentes de
tristeza? ¿Qué pensamientos me turban?
Fuente:
Aleteia