La multiplicación
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
Eso del lavado se nos da genial: siempre liamos
alguna. Si no atascamos la lavadora, entonces alguna prenda ataca al resto
volviéndolas de un cierto color rosáceo... Pero, esta vez, ¡la secadora tomó el
relevo!
Todo iba tan normal, metimos las prendas apropiadas y
la pusimos en marcha. Pero, cuando llegamos a recoger la ropa, nos dimos cuenta
de que el depósito donde va a parar el agua estaba vacío.
-Pero si la ropa está seca... ¿cómo puede estar vacío
el depósito? ¿A dónde habrá ido a parar el agua?
Y cuando nos quisimos dar cuenta... bajo nuestros pies
se hallaba la respuesta. El agua había decidido tomar un atajo hasta el suelo,
de manera que un enorme charco de agua abarcaba todo el lavadero.
Llamamos al técnico y entró a ver qué ocurría. Estuvo
un rato indagando, pero al final nos dijo que no tenía las herramientas
apropiadas, y que ya volvería la semana que viene. Riéndonos le dijimos que no
se preocupase, que lo importante es que la dejara como estaba, que así, al
menos, hacía su función.
Todas comenzamos a reírnos, y a comentar:
-Sí, es verdad, secar, seca, hace su función, y ya de paso... ¡dos por uno: secamos la ropa y fregamos el suelo!
-Sí, es verdad, secar, seca, hace su función, y ya de paso... ¡dos por uno: secamos la ropa y fregamos el suelo!
Muchas veces miramos los problemas como imposibles de
afrontar, y parece que sólo se nos ocurre una salida: quitar esas situaciones
de en medio para resolverlos. Como esta secadora, que todo apuntaba a que la
única solución era tirarla.
Sin embargo, Cristo tiene la capacidad de redondear
los problemas y de multiplicar el bien que puede sacar de ellos. Cuando no
tenían nada que ofrecer a la muchedumbre que le seguía, unos decían de
despedirlos para que cada cual se fuera a conseguir su comida, y, sin embargo,
Él, de cinco panes y dos peces, multiplicó de tal manera que dio para alimentar
a más de 5.000 hombres, y todavía sobraron doce canastos.
O cuando le arrojaron a los pies a una pecadora
pública... Todos los que la habían conducido hasta allí tenían un veredicto y
esperaban la mínima indicación de una autoridad para tirar su piedra, y, sin
embargo, Él cambió todo: «El que esté libre de pecado que tire la primera
piedra», y restituyó la vida de esta mujer, que a los ojos de la sociedad ya
estaba tachada.
De Su mano puedes mirar las distintas situaciones que
te traen de cabeza de una manera nueva. Sólo Él tiene la última palabra; por
eso, nunca dejes que nada te desespere. Si algo lo hace, es que lo estás
llevando tú solo.
Hoy el reto del Amor es preguntarle a Jesús "¿Y
Tú? ¿Cómo lo ves?" Irás descubriendo que nuestra mirada es demasiado corta
y necesitarás vivir muy de cerca del que sabes que multiplica todo para el
bien.
VIVE DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma