“Las bienaventuranzas son el perfil de Cristo y, por tanto, lo son del
cristiano”
El santo padre Francisco celebró este
domingo, festividad de Todos los santos, la eucaristía en el estadio Swedbak de
Malmö, el segundo y último día de su viaje a Suecia, en donde se reunión con
los obispos luteranos. Se recordaron los 500 años de la Reforma protestante,
pidieron perdón por tantos conflictos, agradecieron los pasos hacia la unidad y
desearon un nuevo inicio. A continuación su homilía en la misa del domingo en
el estadio.
Texto completo de la homilía:
“Con toda la Iglesia celebramos hoy la solemnidad
de Todos los Santos. Recordamos así, no sólo a aquellos que han sido
proclamados santos a lo largo de la historia, sino también a tantos hermanos
nuestros que han vivido su vida cristiana en la plenitud de la fe y del amor,
en medio de una existencia sencilla y oculta. Seguramente, entre ellos hay
muchos de nuestros familiares, amigos y conocidos.
Celebramos, por tanto, la fiesta de la
santidad. Esa santidad que, tal vez, no se manifiesta en grandes obras o en
sucesos extraordinarios, sino la que sabe vivir fielmente y día a día las
exigencias del bautismo. Una santidad hecha de amor a Dios y a los hermanos.
Amor fiel hasta el olvido de sí mismo y la entrega total a los demás, como la
vida de esas madres y esos padres, que se sacrifican por sus familias sabiendo
renunciar gustosamente, aunque no sea siempre fácil, a tantas cosas, a tantos
proyectos o planes personales.
Pero si hay algo que caracteriza a los
santos es que son realmente felices. Han encontrado el secreto de esa felicidad
auténtica, que anida en el fondo del alma y que tiene su fuente en el amor de
Dios. Por eso, a los santos se les llama bienaventurados. Las bienaventuranzas
son su camino, su meta, su patria. Las bienaventuranzas son el camino de vida
que el Señor nos enseña, para que sigamos sus huellas. En el Evangelio de hoy,
hemos escuchado cómo Jesús las proclamó ante una gran muchedumbre en un monte
junto al lago de Galilea.
Las bienaventuranzas son el perfil de
Cristo y, por tanto, lo son del cristiano. Entre todas ellas, quisiera destacar
una: «Bienaventurados los mansos». Jesús dice de sí mismo: «Aprended de mí que
soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,29). Este es su retrato espiritual y nos
descubre la riqueza de su amor. La mansedumbre es un modo de ser y de vivir que
nos acerca a Jesús y nos hace estar unidos entre nosotros; logra que dejemos de
lado todo aquello que nos divide y enfrenta, y se busquen modos siempre nuevos
para avanzar en el camino de la unidad, como hicieron hijos e hijas de esta
tierra, entre ellos santa María Elisabeth Hesselblad, recientemente canonizada,
y santa Brígida, Brigitta Vadstena, copatrona de Europa.
Ellas rezaron y trabajaron para estrechar
lazos de unidad y comunión entre los cristianos. Un signo muy elocuente es el
que sea aquí, en su País, caracterizado por la convivencia entre poblaciones
muy diversas, donde estemos conmemorando conjuntamente el quinto centenario de
la Reforma. Los santos logran cambios gracias a la mansedumbre del corazón. Con
ella comprendemos la grandeza de Dios y lo adoramos con sinceridad; y además es
la actitud del que no tiene nada que perder, porque su única riqueza es Dios.
Las bienaventuranzas son de alguna manera
el carné de identidad del cristiano, que lo identifica como seguidor de Jesús.
Estamos llamados a ser bienaventurados, seguidores de Jesús, afrontando los
dolores y angustias de nuestra época con el espíritu y el amor de Jesús. Así,
podríamos señalar nuevas situaciones para vivirlas con el espíritu renovado y
siempre actual: Bienaventurados los que soportan con fe los males que otros les
infligen y perdonan de corazón; bienaventurados los que miran a los ojos a los
descartados y marginados mostrándoles cercanía; bienaventurados los que
reconocen a Dios en cada persona y luchan para que otros también lo descubran;
bienaventurados los que protegen y cuidan la casa común; bienaventurados los
que renuncian al propio bienestar por el bien de otros; bienaventurados los que
rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos… Todos ellos son
portadores de la misericordia y ternura de Dios, y recibirán ciertamente de él
la recompensa merecida.
Queridos hermanos y hermanas, la llamada
a la santidad es para todos y hay que recibirla del Señor con espíritu de fe.
Los santos nos alientan con su vida e intercesión ante Dios, y nosotros nos
necesitamos unos a otros para hacernos santos. Juntos pidamos la gracia de
acoger con alegría esta llamada y trabajar unidos para llevarla a plenitud. A
nuestra Madre del cielo, Reina de todos los Santos, le encomendamos nuestras intenciones
y el diálogo en busca de la plena comunión de todos los cristianos, para que
seamos bendecidos en nuestros esfuerzos y alcancemos la santidad en la unidad”.
Fuente:
Zenit