El Santo Padre destaca de Georgia la relación con los ortodoxos y de
Azerbaiyán el encuentro con los representantes de otras religiones
El papa Francisco ha dedicado la
catequesis de la audiencia general a reflexionar sobre su reciente viaje a
Georgia y Azerbaiyán. De este modo, ha subrayado la importancia del viaje desde
el punto de vista ecuménico y interreligioso.
Publicamos a continuación el texto
completo de la catequesis
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El fin de semana pasado realicé un viaje
apostólico a Georgia y Azerbaiyán. Doy graciasal
Señor que me lo ha concedido y renuevo la expresión de mi reconocimiento a las
Autoridades civiles y religiosas de estos dos países, en particular al
patriarca de toda la Georgia, Elías II, su testimonio me ha hecho bien al
corazón y al alma, y al jefe de los musulmanes del Cáucaso. Un
gracias fraterno a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a todos
los fieles que me han hecho sentir su caluroso afecto.
Este viaje ha sido la continuación y el
cumplimiento del efectuado en Armenia, en el mes de junio. De tal forma, he
podido –gracias a Dios– realizar el proyecto de visitar los tres países
caucásicos, para confirmar a la Iglesia católica que vive en ellos y para
animar el camino de esa población hacia la paz y la fraternidad. Lo
evidenciaban también los dos lemas de este viaje: para Georgia “Pax vobis” y
para Azerbaiyán “Todos somos hermanos”.
Ambos países tienen raíces históricas,
culturales y religiosas muy antiguas, pero al mismo tiempo están viviendo una
fase nueva: de hecho, los dos celebran en este año el 25º aniversario de su
independencia, estando durante buena parte del siglo XX bajo el régimen
soviético. Y en esta fase encuentran varias dificultades en los distintos
ámbitos de la vida social.
La Iglesia católica está llamada a estar
presente, a estar cerca, especialmente en el signo de la caridad y de la
promoción humana; y trata de hacerlo en comunión con las otras Iglesias y
comunidades cristianas y en diálogo con otras comunidades religiosas, en la
certeza de que Dios es Padre de todos y nosotros somos hermanos y hermanas.
En Georgia esta misión pasa naturalmente
a través de la colaboración con los hermanos ortodoxos, que forman la gran
mayoría de la población. Por eso ha sido un signo importante el hecho de que
cuando llegué a Tiflis, para recibirme en el aeropuerto estaba, junto con el
presidente de la república, también el venerado patriarca Elías II. El
encuentro con él por la tarde fue conmovedor, como también lo fue al día
siguiente la visita a la catedral patriarcal, donde se venera la reliquia de la
túnica de Cristo, símbolo de la unidad de la Iglesia. Esta unidad se corrobora
en la sangre de los muchos mártires de las diferentes confesiones cristianas.
Entre las comunidades más probadas está la asiro-caldea, con la que ha vivido a
Tiflis un momento intenso de oración por la paz en Siria, en Irak y en todo
Oriente Medio.
La misa con los fieles católicos de
Georgia -latinos, armenios y asirio-caldeos- fue celebrada en la memoria de
santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones: ella nos recuerda que la
verdadera misión no es nunca proselitismo, sino atracción a Cristo a partir de
la fuerte unión con Él en la oración, en la adoración y en la caridad concreta,
que es servicio a Jesús presente en el más pequeño de los hermanos. Es lo que
hacen los religiosos y las religiosas con los que me reuní en Tiflis, como después
también en Bakú: lo hacen con la oración y con las obras caritativas y
promocionales. Les he animado a estar firmes en la fe, con memoria, ánimo y
esperanza. Y después hay familias cristianas: ¡qué preciosa
es su presencia de acogida, acompañamiento, discernimiento e integración en la
comunidad!
Este estilo de presencia evangélica como
semilla del Reino de Dios es, si es posible, todavía más necesario en
Azerbaiyán, donde la mayoría de la población es musulmana y los católicos son
unos pocos cientos, pero gracias a Dios tienen buenas relaciones con todos, en
particular mantienen vínculos fraternos con los cristianos ortodoxos. Por
eso en Bakú, capital de Azerbaiyán, hemos vivido dos momentos que la fe sabe
tener en la justa relación: la eucaristía y el encuentro interreligioso. La
eucaristía con la pequeña comunidad católica, donde el Espíritu armoniza las
diferentes lenguas y dona la fuerza del testimonio; y esta comunión en Cristo
no impide, es más, empuja a buscar el encuentro y el diálogo con todos aquellos
que creen en Dios, para construir juntos un mundo más justo y fraterno. En tal
perspectiva, dirigiéndome a las autoridades azeríes, he deseado que las
cuestiones abiertas puedan encontrar buenas soluciones y todas las poblaciones
caucásicas vivan en la paz y en el respeto recíproco.
Dios bendiga Armenia, Georgia y
Azerbaiyán, y acompañe el camino de su pueblo santo peregrino en estos países.
Fuente:
Zenit