Eucaristía y martirio
Uno de los objetivos del Año Santo fue el recuerdo de
los mártires. ¿Cuántos han sido mártires de la Eucaristía?
Todos conocemos al niño Tarsicio. Es el
año 302, en plena persecución del emperador Diocleciano. En Roma, un niño, de
nombre Tarsicio, participa de la Eucaristía en las catacumbas de San Calixto.
El Papa de entonces le entrega el Pan Consagrado y envuelto en un lino blanco,
para que lo lleve a los cristianos que están en la cárcel (¡era para esa
ocasión ministro extraordinario de la Comunión!). Sus hermanos cristianos en la
cárcel esperan dar pronto su vida por Dios. ¡La Eucaristía engendra mártires!
Tarsicio oculta cuidadosamente el Pan Eucarístico
sobre su pecho. Solícito se encamina hacia las cárceles. En el camino encuentra
a algunos compañeros no cristianos que juegan y se divierten. Al verlo tan
serio sospechan que algo importante está guardando. Al descubrir que Tarsicio
lleva los “Misterios”, el odio estalla en sus corazones y en todos los miembros
de sus cuerpos. Con puñetazos, puntapiés y pedradas esos muchachos paganos
tratan de arrebatarle lo que él aprieta contra su corazón. Aún herido de muerte
no suelta la Eucaristía.
Providencialmente pasa por el lugar un soldado
cristiano llamado Cuadrato y lo rescata. Lo toma en sus fuertes brazos y lo
lleva de regreso a la comunidad cristiana. Allí, ya en agonía, Tarsicio abre
sus brazos y devuelve la Eucaristía al Papa que se la había entregado. Tarsicio
muere feliz, pues le ha demostrado a Cristo su propia fidelidad hasta la
muerte. ¡La Eucaristía engendra mártires!
Para los primeros cristianos la Eucaristía estaba
unida a la capacidad de martirio. Tanto para Tarsicio como para esos cristianos
ya encarcelados, la Eucaristía les daba fuerzas para soportar todo dolor y
sufrimiento.
Es de todos también conocido el ejemplo de san Ignacio
de Antioquía que decía a sus hermanos cristianos: “Dejadme ser pan molido
para las fieras”. Y así murió, devorado por las fieras. ¡La Eucaristía
engendra mártires!
Tenemos también a los famosos mártires de 1934,
fusilados en el norte de España, entre ellos san Héctor Valdivielso, argentino.
Después de la misa los apresan y los conducen a la cárcel, y a los tres o
cuatro días los fusilan.
En México muchos sacerdotes en tiempo de la Guerra
Cristera de 1926 a 1929, murieron mártires, entre ellos el padre Agustín Pro,
porque no obedecieron la orden masónica del presidente Plutarco Elías Calles:
“prohibido celebrar la Eucaristía y todo culto católico, bajo pena de muerte”.
Y estos sacerdotes desafiaron esta inhumana y atea orden, porque sentían el
deber sagrado de honrar a la Eucaristía y fortalecer al pueblo. No podían vivir
sin la Eucaristía. Y murieron mártires.
El beato Karl Leisner, ordenado sacerdote en el campo
de concentración de Dachau en Alemania, fue apresado y encarcelado. Tenía como
lema “Cristo, tú eres mi pasión”. Celebró su primera y única misa en un
barracón del campo de concentración. Sus últimas palabras fueron “Amor,
perdón, oh Dios, bendice a mis enemigos”. ¡La Eucaristía engendra mártires!
¿Por qué la Eucaristía da fuerzas para el
martirio? Porque en la Eucaristía recibimos el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
que murió mártir, y que nos llena de bravura, de fuerza para afrontar cualquier
situación adversa. Quien comulga con frecuencia tendrá en sus venas la misma
Sangre de Cristo, siempre dispuesta a entregarla y derramarla cuando sea
necesario por la salvación del mundo.
Si hoy claudican tantos cristianos, si hay tanto miedo
en demostrar que somos cristianos, si hay tanto cálculo, miramiento, cobardía
en la defensa de la propia fe, si hoy se pierde con relativa facilidad la
propia fe y se duda de ella o se pasa a sectas, ¿no será porque nos falta
recibir con más conciencia, fervor y alma pura la Eucaristía?
El efecto número uno de la Eucaristía es la capacidad
de sufrir cualquier cosa por Cristo.
Por: P. Antonio Rivero LC