Eucaristía
y Sagrado Corazón
La Eucaristía fue el regalo más hermoso y
valioso del Sagrado Corazón de Jesús.
La Eucaristía nos introduce directamente
en el Corazón de Jesús y nos hace gustar sus delicias espirituales. En la
Eucaristía, como en la cruz, está el Corazón de Jesús abierto, dejando caer
sobre nosotros torrentes de gracia y de amor.
En la Eucaristía está vivo el Corazón de
Cristo y en una débil y blanca Hostia, parece dormir el sueño de la impotencia,
pero su Corazón vela. Vela tanto si pensamos como si no pensamos en Él. No
reposa. Día y noche vela por nosotros en todos los Sagrarios del mundo. Está
pidiendo por nosotros, está pendiente de nosotros, nos espera a nosotros para
consolarnos, para hacernos compañía, para intimar con nosotros.
Hay por lo tanto una relación
estrechísima entre la Eucaristía y el Sagrado Corazón. ¿Cuál es el mejor culto,
la mejor satisfacción, la mejor devoción que podemos dar al Sagrado Corazón?
Participando en la Eucaristía, Jesús
recibe de nosotros el más noble culto de adoración, acción de gracias,
reparación, expiación e impetración.
Visitando al Santísimo Sacramento, vivo
en cada Iglesia, el Sagrado Corazón de Jesús recibe adoración y amor de nuestra
parte. Por eso está encendida la lamparita, símbolo de la presencia viva de ese
Corazón que palpita de amor por todos.
Damos culto al Corazón de Jesús, haciendo
la comunión espiritual, ya sea que estemos en el trabajo, en el estudio, en la
calle. Es ese recuerdo, que es deseo profundo de querer recibir a Cristo con
aquella pureza, aquella humildad y devoción con que lo recibió la Santísima
Virgen. Con el mismo espíritu y fervor de los santos.
Haciendo Hora Santa, Jesús recibe también
reparación. Cada pecado nuestro le va destrozando e hiriendo su divino Corazón.
Con la Hora Santa vamos reparando nuestros pecados y los pecados de la humanidad.
Así se lo pidió Cristo a santa Margarita María de Alacoque en 1673 en
Paray-Le-Monial (Francia).
También los primeros viernes de cada mes
son ocasión maravillosa para reparar a ese Corazón que tanto ha amado a los
suyos y que no recibe de ellos sino ingratitudes y desprecios.
El culto al Sagrado Corazón de Jesús es
la respuesta del hombre y de cada uno de nosotros al infinito amor de Cristo
que quiso quedarse en la Eucaristía para siempre. Que mientras exista uno de
nosotros no vuelva Jesús a quejarse: “He
aquí el Corazón que tanto ha amado y ama al hombre y en respuesta no recibo
sino olvido e ingratitud”.
Este culto eucarístico es la respuesta de
correspondencia nuestra al amor del Corazón de Jesús, pues es en la Eucaristía
donde ese corazón palpita de amor por nosotros.
Por: P. Antonio Rivero LC
Fuente: Catholic.net