Eucaristía y alegría
La Eucaristía es fuente de alegría.
¿Qué es la alegría?
Es ese sentimiento o efecto del amor, dice santo Tomás.
Pero hay tantas
clases de alegría como clases de amor. Unas más profundas, otras más
superficiales.
Está la alegría
de quien ganó la lotería; la alegría de haber encontrado algo perdido, la
alegría de tener un hijo, la alegría de una curación, la alegría de volver a
ver a alguien querido, la alegría de haber recobrado la gracia y la amistad con
Dios, la alegría de haber aprobado un examen, la alegría de estar enamorado, la
alegría del casamiento, la alegría de una ordenación sacerdotal.
El Evangelio
está lleno de manifestaciones de alegría: La alegría por haberse encontrado con
Jesús, la alegría de los pastores al ver al Niño, la alegría de Simeón, la
alegría de los Magos, la alegría en el Tabor al ver el rostro hermoso de Jesús,
la alegría de María Magdalena, la alegría de los discípulos de Emaús, la
alegría de María: “Mi alma canta...”.
Pero hay una
alegría secreta e íntima en la Eucaristía. Es fracción del pan, banquete. Nos
encontramos en comunidad. La comida produce euforia. Quien participa de
la misa debería experimentar esa euforia y alegría espiritual. Es el clima de
la vida cristiana. ¡Nunca nos faltará!
Por eso Jesús
escogió el signo del vino, y el vino alegra el corazón.
Caná es el
primer anuncio del Nuevo Testamento de la Eucaristía: el agua se convirtió en
vino. El vino alegra el corazón del hombre, dice la Sagrada Escritura. La
parábola del festín es otro anuncio: “Venid y comed”. Cuando uno come
está satisfecho y feliz. A un banquete va la gente feliz y risueña.
La Eucaristía
es fuente de alegría porque festeja la Alianza que hizo Jesús con nosotros,
porque es imagen del banquete celestial, porque da sentido a nuestros dolores
ofrecidos al Señor. “Vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Jn. 16,
20).
Es una alegría
que se abre a los demás, para compartir con ellos un gozo superior a los demás.
“¿No tienes
dinero? ¿No tienes nada para regalar? ¡Qué importa! No olvides que puedes
ofrecer tu alegría, que puedes regalar esa paz que el mundo no puede dar en tu
lugar. Tus reservas de alegría deberían ser inagotables”
Quien recibe a
Cristo Eucaristía debería ser el hombre y la mujer más feliz del mundo
Por: P. Antonio Rivero LC
Fuente: Catholic.net