Lo
que sí que no es posible es confesarse por teléfono
El P. José Antonio Fortea, famoso teólogo
español, propuso una práctica solución para quienes tienen una “vergüenza
invencible”, que les impide recurrir normalmente al sacramento de la
Reconciliación, y que “preferirían hacer una peregrinación de cien kilómetros
antes que tener que confesar cara a cara determinadas acciones que les humillan
de un modo terrible y espantoso”.
A continuación, el texto completo del
artículo publicado por el P. José Antonio Fortea bajo el título de “La vergüenza
invencible al confesarse”:
Hay personas que, al tener que confesar
pecados muy vergonzantes, sienten como si hubiera un muro que les impide
hacerlo. Preferirían hacer una peregrinación de cien kilómetros antes que tener
que confesar cara a cara determinadas acciones que les humillan de un modo
terrible y espantoso.
Los pastores deben ser paternales con este
tipo de personas que llevan estas cargas sobre sus conciencias. De manera que
en cada ciudad, al menos, debe haber un confesionario donde en vez de rejilla
haya una plancha con agujeros que haga totalmente imposible ver a la persona
que se confiesa.
No solo eso, sino que la persona debe poder
arrodillarse en el confesionario sin ser visto al acercarse, y sin ser visto al
alejarse. En la ciudad de Alcalá de Henares donde resido este confesionario
existe en tres iglesias.
Y en una de esas iglesias, ese
confesionario cuenta con siete confesores fijos que se turnan cada día de la
semana desde las 22:00 a las 23:00. El vidrio de la puerta del sacerdote no es
transparente, de forma que no ve quien entra o sale del confesionario.
Con esta medida, la inmensa mayoría de los
fieles pueden resolver el problema de la vergüenza. Aun así, hay casos más
raros en los que la vergüenza puede convertirse en un obstáculo invencible.
Para esos casos, verdaderamente muy raros,
lo mejor es llamar por teléfono, de forma anónima, a un sacerdote de la ciudad
y comentarle este problema. En muchos casos la conversación telefónica bastará
para que el penitente cobre confianza y pueda acercarse a un confesionario del
tipo antes citado.
Pero si la vergüenza de decir los pecados
continuara siendo algo insuperable, en estos casos, el penitente y el sacerdote
pueden quedar un día en el confesionario para entregarle los pecados escritos
de un modo claro y breve.
En el confesionario de Alcalá que he
mencionado, es posible que el penitente corra la portezuela de la pantalla un
poco, unos milímetros, para deslizar una hoja.
La confesión escrita, preferiblemente, no
debería exceder más allá de una hoja como máximo. Mejor si se da impresa, para
poder leerla con más claridad.
El sacerdote dará los consejos, la
penitencia y la absolución sin necesidad de cruzar ninguna pregunta al
penitente. En este caso hacer preguntas sería contraproducente.
Esa confesión es perfectamente posible en
casos de vergüenza invencible, puesto que a los sordos y a los mudos siempre se
les ha permitido hacer la confesión por escrito. Y un caso como el descrito se
asemeja en todo al caso de imposibilidad por cuestiones físicas. La
imposibilidad psicológica puede ser tan real como la física.
La norma general es que la confesión debe
hacerse de forma oral, es decir hablando. Pero, ante una situación de
extraordinaria tensión por parte del penitente, se puede hacer lícitamente del
modo que he dicho.
Habiendo llamado previamente por teléfono a
un sacerdote, éste le dirá en qué confesionario resulta posible deslizar una
cuartilla de papel por la rejilla y cuando pueden quedar para ello.
Lo que sí que no es posible es confesarse
por teléfono. Uno puede confesarse incluso con intérprete, si no desea esperar
a tener un sacerdote de su lengua. Pero por teléfono no es posible.
Fuente:
ACI Prensa