Judía de nacimiento, abraza la fe católica ya siendo
profesora de universidad y reconocida filósofa. Entra en las Carmelitas
descalzas y muere víctima de los nazis en Aushwitz. Canonizada por Juan Pablo
II el 11 de Octubre, 1998
Nació el 12 de octubre
de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau (hoy Wroclaw-capital de la
Silesia, que pasó a pertenecer a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial).
Ella era la menor de los
11 hijos que tuvo el matrimonio Stein. Sus padres, Sigfred y Auguste, dedicados
al comercio, eran judíos. Él murió antes de que Edith cumpliera los dos años, y
su madre hubo de cargar con la dirección del comercio y la educación de sus
hijos.
Edith escribió de sí
misma que de niña era muy sensible, dinámica, nerviosa e irascible, pero que a
los siete años ya empezó en ella a madurar un temperamento reflexivo. Pronto se
destacaría por su inteligencia y por su capacidad de estar abierta a los
problemas que la rodean.
En plena adolescencia
deja la escuela y la religión porque no encuentra en ellas sentido para la
vida. Surgen sus grandes dudas existenciales sobre el sentido de la vida del
hombre en general, y se percata de la discriminación que sufre la mujer. Desde
ahí inicia su búsqueda, motivada por un sólo principio: "estamos en el
mundo para servir a la humanidad".
Fue una brillante
estudiante de fenomenología, en la Universidad de Gottiengen. Husserl la escoge
antes que a Martín Heidegger (uno de los filósofos más importantes del siglo
XX) para ser su asistente de cátedra. Como mujer, en la época de 1916 esto era
un logro impresionante. Partiendo de una personalidad marcada fuertemente por
la determinación, la tenacidad, terquedad y seguridad en sí misma, recibió el
título de Filosofía de la Universidad de Friburgo.
Siendo una mujer con una
personalidad de alta tensión y fuertemente pasional, así como totalmente
racionalista y atea, en el fondo mismo de su corazón, la semilla de la
generosidad y servicio a la humanidad causaba un profundo cuestionamiento
existencial. Fue así que decidió enlistarse en la Cruz Roja como enfermera
durante la primera Guerra mundial. Sus palabras fueron: "ahora mi vida no
me pertenece. Todas mis energías están al servicio del gran acontecimiento.
Cuando termine la Guerra, si es que vivo todavía, podré pensar de nuevo en mis
asuntos personales. Si los que están en las trincheras tienen que sufrir
calamidades, porqué he de ser yo una privilegiada?"
Todo esto revela la
búsqueda de un alma buena, de un alma que en ese momento no conocía a Dios pero
que, sin embargo, ante el sufrimiento ajeno, se hace solidaria. En 1915 recibe
la “medalla al valor".
Otras características
humanas de su carácter brillaron en ese período: su amabilidad, paz, silencio,
servicio y dominio de sí misma. Todo el mundo la quería. Dios ya estaba
preparando su alma para un día reinar en ella.
El Momento de la Conversión
En el año 1921, tras la
muerte de un amigo muy cercano, Edith decide acompañar a la viuda, Hedwig
Conrad, que también es muy amiga suya. Edith pensaba que se iba a encontrar con
una mujer totalmente desconsolada ante la pérdida de su esposo tan querido. La
muerte le causaba siempre un impacto interior muy grande, porque le hacía
sentir la urgencia de dar respuesta a los grandes interrogantes de la vida. En
este momento de su vida, ya vivía interiormente una cierta kenósis, pues había
experimentado el vacío de las aspiraciones de las ideas filosóficas. Éstas no
eran capaces de llenar su alma, ni de calmar su deseo de una verdad más
profunda, más completa. Reconocía que en ellas quedaban grandes vacíos y
lagunas. Edith buscaba más.
Fue por tanto de gran
impacto para ella, encontrar que su amiga, no sólo no estaba desconsolada, sino
que tenía una gran paz y gran fe en Dios. Viéndola, Edith deseaba conocer la
fuente de esta paz y de esta fe. Mientras estaba en casa de la viuda Conrad, Edith
tiene acceso a leer la biografía de quien pasaría a ser su maestra de vida
interior y su Madre Fundadora, Santa Teresa de Jesús. Una vez que lo comienza,
Edith no pudo soltar el libro, sino que pasó toda la noche leyendo hasta
terminarlo. Intelectual y lógica como era, leía y analizaba cada página hasta
que finalmente su raciocinio se sometió a la gracia haciéndola pronunciar
aquellas palabras desde su corazón femenino: "ésta es la verdad".
La fenomenóloga
brillante quiere rendirse a la gracia, pero atraviesa crisis profundas. Crisis
a las que su voluntad se resiste. Edith estudia incansablemente "los
fenómenos" que se van sucediendo en su alma, se apasiona por
"explicar" qué es lo que pasa sin lograrlo. Esto la lleva a tener un
cansancio crónico pero que finalmente le muestra lo que es el poder de la
gracia de Dios en el alma.
Ella misma escribe:
"hay un estado de sosiego en Dios, de total relajación de toda actividad
espiritual, en el que no se hacen planes ningunos, no se toman decisiones de
ninguna clase y, sobre todo, no se actúa, sino que todo el porvenir se deja a
la voluntad de Dios, se abandona uno totalmente al "destino". Edith
ha descubierto la verdad y se entrega: Seré Católica.
Unos pocos meses más
tarde, sin más, Edith entra en una Iglesia Católica, y después de la Santa
Misa, busca al sacerdote en la sacristía y le comunica su deseo de ser
bautizada. Ante el asombro del Padre y cuestionamiento de su preparación para
recibir el sacramento y de ser iniciada en la Fe Católica, Edith responde
simplemente: ‘Haga la prueba.”
El día 1 de enero de
1922, Edith es bautizada Católica. Añade a su nombre el de Hedwig, en honor a
su amiga quien fue instrumento en su conversión. Su bautismo es fuente de
inmensas gracias. Ella reconoce, admirablemente, que su inserción en el Cuerpo
Místico de Cristo como Católica, lejos de robarle su identidad como Judía, más
bien le da cumplimiento y un sentido más profundo. Al ser Católica se siente
mas Judía; encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y vida como Judía.
Este doble aspecto, crea en Edith un corazón auténticamente reconciliador entre
las dos religiones.
Después de su bautismo
emergió en ella, como fruto directo, la seguridad de su vocación a la vida
religiosa. Ella misma escribía a su hermana Rosa en una ocasión: "Un
cuerpo, pero mucho miembros. Un Espíritu, pero muchos dones. ¿Cuál es el lugar
de cada uno? Ésta es la pregunta vocacional. La misma no puede ser contestada
sólo en base de auto-examen y de un análisis de los posibles caminos. La
solución debe ser pedida en la oración y en muchos casos debe ser buscada a
través de la obediencia".
Es difícil a una mujer
tan acostumbrada a la vida independiente y con la tenacidad de su carácter
someterse a la obediencia. Pero en efecto, lo hizo.
Vida Apostólica
Edith deseaba entrar casi
inmediatamente a la vida religiosa, pero el Padre que en ese momento la
aconsejaba espiritualmente, reconociendo los dones extraordinarios que ella
poseía, la disuade, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio
de sus actividades “en el mundo”. Así, Edith empieza un periodo de apostolado
fecundo y de un alcance impresionante.
Empieza a trabajar como
maestra en la escuela de formación de maestras de las dominicas de Santa
Magdalena. Aquí establece amistosas relaciones con varias profesoras y alumnas,
amistades que durarán toda su vida.
Además de sus clases,
escribe, traduce, e imparte conferencias. Durante estos años realizó, además de
otros trabajos menores, dos obras voluminosas: La traducción al alemán de las
cartas y diarios del Cardenal Newman, y la traducción, en dos tomos, de las
Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino. Este se convertirá en base
fundamental para sus obras filosóficas, escritas luego en el Carmelo.
También durante esta
época, da varias conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania,
siendo reconocida notablemente por sus colegas.
Aún en medio de tanta
actividad apostólica, Edith busca siempre que puede, sobre todo en Semana
Santa, la soledad y la paz de la abadía benedictina de Beuron. Su amor a la
Liturgia de la Iglesia la lleva a pasar horas en la capilla y a celebrar las
diferentes horas de oración junto con los benedictinos. Cuando más tarde debe
escoger un nombre religioso, decide agregarse el nombre de Benedicta, en
reconocimiento de las muchas gracias que recibió durante sus horas con la orden
benedictina.
En 1933, las situaciones
políticas en Alemania van empeorando. El 1 de abril de 1933, el nuevo Gobierno
nazi ordena a los profesores no-arios que abandonen “de forma espontánea”, sus
profesiones. Aunque teme por la situación cada vez más precaria para los
judíos, Edith y su director espiritual reconocen que, por esta eventualidad, no
hay nada que ya le impida su entrada al Carmelo, lo cual ha sido su sueño mas
constante durante los últimos 11 años. Y así, en el momento más fecundo de su
profesión, Edith decide escuchar y acceder a la voz de su corazón, abrazando la
vida religiosa. La famosa y brillante conferencista católica renuncia al mundo
y voluntariamente pasa a ser parte del anonimato por tanto tiempo anhelado.
"¡Una verdadera
locura!" ¿Cómo a alguien se le ocurre renunciar a la fama y al éxito de
esa manera especialmente después de tanta lucha? Ella, que hubiera sido
nombrada "Filósofa del siglo XX" si no se hubiese retirado... Pero
Stein desapareció de la vida pública y la Orden del Carmelo abrió sus puertas a
una de las grandes pensadoras de nuestra época.
Su Familia
En este momento, sería
oportuno destacar lo que significa todo esto para la familia de Edith y sobre
todo para su mamá. Más que su profesión, y más que su trabajo a favor de la
mujer y sus derechos, fue la incomprensión de su mamá, lo que le causó un
verdadero martirio interior a la santa. Para su madre, los actos de Edith
constituían una traición familiar que no aceptaría jamás. Su madre, que nunca
había comprendido su conversión al catolicismo, sufre un duro golpe con la
nueva decisión de su hija más querida de entrar en la vida religiosa, y se
niega a escuchar sus explicaciones. Edith abraza este profundo sufrimiento que
traspasó su corazón, por seguir la voluntad de Dios, costara lo que costara.
Entrada al Convento de Colonia
El 15 de abril de 1934,
toma el hábito carmelitano y cambia su nombre a Teresa Benedicta de la Cruz.
Son muchos quienes traducen su nombre como Teresa “bendecida por la cruz”. Ella
no ha tomado su nombre a la ligera; ha entendido bien que abrazar la vida
religiosa no tiene otro fin que la entrega generosa del alma en la cruz, en
unión con el Crucificado, para el bien de las almas.
Ella escribe: “Mira
hacia el Crucificado. Si estás unida a él, como una novia en el fiel
cumplimiento de tus santos votos, es tu sangre y Su sangre preciosa las que se
derraman. Unida a él, eres como el omnipresente. Con la fuerza de la Cruz,
puede estar en todos los lugares de aflicción.”
Y también: “Hay una
vocación a sufrir con Cristo y por lo tanto a colaborar en su obra de
redención. Si estamos unidos al Señor, entonces somos miembros del Cuerpo
Místico de Cristo. Todo sufrimiento llevado en unión con el Señor es un
sufrimiento que da fruto porque forma parte de la gran obra de redención.”
El 21 de abril de 1935,
acabado el año de noviciado, hace su primera profesión religiosa y el 21 de
abril de 1938, su profesión solemne.
Es durante estos años
que concluyó una de las más admirables y profundas de sus obras, no ya para
brillar, sino para obedecer. Se trata de la gran obra titulada: Ser Finito y
Eterno. En esta obra, Edith trata las preguntas mas existenciales del hombre;
reconoce la sed infinita que posee el hombre de conocer la verdad y de
experimentar su fruto, entendido desde la realidad de lo eterno y lo
trascendental. Y así busca unir las dos fuentes que conducen al hombre al
conocimiento de si mismo y de la verdad: la fe y la filosofía.
Una vez más, la
situación de los judíos y de los que los acogen o apoyan empeora. Y ante la
hostilidad creciente, sobre todo después de la famosa noche de los “Cristales
Rotos” (entre el 9 y 10 de noviembre de 1938), Edith pide trasladarse del
Carmelo de Colonia para evitar peligros a la comunidad. Es trasladada, --junto
con su hermana Rosa, quien, después de la muerte de la mamá, se había
convertido al Catolicismo como Edith y era una hermana lega de la comunidad- al
Convento Carmelita de Holanda.
Es aquí donde Edith
empieza a escribir, en 1941, su última y más ilustre obra: La Ciencia de la
Cruz. Hecha por obediencia a sus superiores, más que una obra intelectual, es
el fruto de su propio camino interior de inmolación y victimazgo en imitación
al Cordero Inmolado. Teresa Benedicta de la Cruz ha deseado con todo su ser,
dar respuesta a la vocación de la entrega total, hasta la Cruz. Entrega su
propia vida a favor de los pecadores, y por la liberación de su pueblo, de la
situación tan horrenda que viven bajo los nazis. El estar detrás de las puertas
del Carmelo no ha acallado las voces del sufrimiento de su pueblo, ni del
horror de la guerra. La Hermana Teresa está profundamente preocupada por la
situación del pueblo judío en general, y ve en su entrega sacrificial la
oportunidad de responder. Este deseo creciente del ofrecimiento de sí misma
como víctima por su pueblo, por la conversión de Alemania y por la paz en el
mundo, se hace cada vez más vivo. Su modo de apostolado se había transformado
en el apostolado del sufrimiento.
Ella escribe: “Yo hablaba
(en una ocasión) con el Salvador y le decía que sabía que era su Cruz la que
ahora había sido puesta sobre el pueblo judío. La mayoría no lo comprendían;
mas aquellos que lo sabían, deberían echarla de buena gana sobre sí en nombre
de todos. Al terminar el retiro, tenía la más firme persuasión de que había
sido oída por el Señor. Pero dónde había de llevarme la Cruz, aún era
desconocido para mí.”
El pueblo sufría y la
Hermana Teresa, por amor, desea sufrir con él. “El amor desea estar con el
amado.” Decidida en su vocación a la Cruz a favor de su pueblo y de los
pecadores, la Hermana Teresa hace una petición por escrito a su Priora,
pidiendo permiso para ofrecerse como víctima:
“Querida Madre,
permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús
para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin
necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden
nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero
Jesús lo quiere, y Él llamará aún a muchos más en estos días.”
Como católica, la
Hermana Teresa, vive su realidad judía en plenitud. Es llamada a responder como
respondió la Reina Ester a favor de su pueblo. Su función consiste en
interceder con toda el alma y con una disposición total para conseguir lo que
pide, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Pero lo hace en total
unión con el ofrecimiento del Divino Mesías. Quiere colaborar en lo que falta a
la Pasión de Cristo.
Ella escribe: “Y es por
eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en
la Reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por
su pueblo. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha
escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo.”
En 1942 empiezan las
deportaciones de judíos. Luteranos, calvinistas y católicos acuerdan leer el
mismo día un texto conjunto de protesta en sus servicios religiosos. La Gestapo
amenaza a todas las autoridades cristianas de Holanda con extender la orden de
deportación a los judíos conversos a sus credos. Los calvinistas y los
luteranos dan marcha atrás, pero Pío XII se mantiene firme. El texto de condena
se lee en todas las iglesias católicas de Holanda. La venganza se cumple unos
días mas tarde. Las SS invaden el convento del Carmelo de Echt y se llevan a
dos monjas judías conversas: Edith y Rosa Stein.
No era la primera vez
que la Iglesia protestaba y sufría. Ya el día de la Pascua de 1939, la encíclica
de Pío XI condenando duramente el nazismo, se había leído desde todos los
púlpitos de Alemania. Muchos sacerdotes y católicos comprometidos habían
sufrido graves consecuencias.
Esta condena ocurrió
antes que Francia e Inglaterra se decidieran contra Hitler.
Esta vez las fuerzas
Nazi de Ocupación, en retaliación por las declaraciones de los obispos
católicos de Holanda en contra de las deportaciones de los judíos, declaran a
todos los católicos-judíos “apartidas”. A la vista de los graves peligros que
corren en Holanda, la comunidad del Carmelo comienza los trámites para que
Edith y Rosa puedan emigrar a Suiza, pero los intentos no dan resultado. El 2
de agosto del año 1942, miembros de la SS se presentan en el convento y apresan
a la Hermana Teresa Benedicta de la Cruz y a su hermana Rosa para conducirlas
al campo de concentración de Auschwitz. Al salir del convento, la Hermana
Teresa cogió tranquilamente a su hermana de la mano y le dijo: “¡Ven, hagámoslo
por nuestro pueblo!” Estas palabras eran
eco de unas que había escrito mucho antes pero con la misma dedicación y
determinación:
“Yo sólo deseo que la
muerte me encuentre en un lugar apartado, lejos de todo trato con los hombres,
sin hermanos de hábito a quienes dirigir; sin alegrías que me consuelen, y
atormentada de toda clase de penas y dolores. He querido que Dios me pruebe
como a sierva, después de que Él ha probado en el trabajo la tenacidad de mi
carácter; he querido que me visite en la enfermedad, como me ha tentado en la
salud y la fuerza; he querido que me tentase en el oprobio, como lo ha hecho
con el buen nombre que he tenido ante mis enemigos. Dígnate, Señor, coronar con
el martirio la cabeza de tu indigna sierva.”
En la Cima de la Cruz
Al ser tomadas del
Convento de Holanda, primero son trasladadas la Hermana Teresa y Rosa, al campo
de concentración de Mersforrt. A empujones y golpes de culata las metieron en
barracones llenos de suciedad. Tenían que dormir sobre somieres de hierro sin colchón;
a los servicios tenían que ir en grupo y las vigilaban mientras los utilizaban.
Los hombres del SS se divertían colocando a las monjas contra la pared y
apuntando hacia ellas los fusiles sin el seguro. En aquella horrible situación,
una gran paz emanaba de Edith Stein.
En la noche del 4 de
agosto, obligaron de nuevo a los prisioneros a subir a los medios de
transporte, llevándoles hacia el norte del país. Durante este traslado, eran
muchos los que morían por las asfixia y otros se volvían locos por la
desesperación. La caravana se detuvo en un lugar descampado, y entre bosques y
prados, obligaron a las 1200 personas que llevaban a ir hacia el campo de
Westerbork.
Durante toda esta
trayectoria horrenda, los prisioneros quedaban admirados ante la serenidad de
Edith. Algunos de los sobreviventes dan testimonio de la paz interior de la
santa:
“Las lamentaciones en el
campamento, y el nerviosismo en los recién llegados, eran indescriptibles.
Edith Stein iba de una parte a otra, entre las mujeres, consolando, ayudando,
tranquilizando como un ángel. Muchas madres, a punto de enloquecer, no se
habían ocupado de sus hijos durantes días. Edith se ocupaba inmediatamente de
los pequeños, los lavaba, peinaba y les buscaba alimento.”
Otro dice:
“Había una monja que me
llamó inmediatamente la atención y a la que jamás he podido olvidar, a pesar de
los muchos episodios repugnantes de los que fui testigo allí. Aquella mujer,
con una sonrisa que no era una simple máscara, iluminaba y daba calor. Yo tuve
la certeza de que me hallaba ante una persona verdaderamente grande. En una
conversación dijo ella: “El mundo está hecho de contradicciones; en último
término nada quedará de estas contradicciones. Sólo el gran amor permanecerá.
¿Cómo podría ser de otra manera?”
Y finalmente otro:
“Tengo la impresión de
que ella pensaba en el sufrimiento que preveía, no en su propio sufrimiento,
--por eso estaba bastante tranquila, demasiado tranquila, diría yo--, sino en
el sufrimiento que aguardaba a los demás. Cuando yo quiero imaginármela
mentalmente sentada en el barracón, todo su porte externo despierta en mí la
idea de una Pietá sin Cristo.”
Después de varios
tormentos y humillaciones indescriptibles, el 7 de agosto, apenas salido el
sol, Edith y su hermana, junto con unos mil judíos, son trasladados una vez
más. Su destino es Auschwitz. Llegan al campo de concentración el mismo 9 de
agosto y los prisioneros son conducidos inmediatamente a la cámara de gas. Es
ahí donde Edith encuentra la culminación de su ofrecimiento como Esposa de
Cristo. Muere como mártir, ofreciéndose como holocausto para la salvación de
las almas, por la liberación de su pueblo y por la conversión de Alemania. Con
la oración de un Padrenuestro en los labios, Edith da el sentido mas pleno a su
vida, entregándose por todos, por amor...
Sin duda podemos
declarar que la vida de Teresa fue bendecida por la Cruz. Con su vida, la
Hermana Teresa repite las palabras de su gran madre espiritual, Sta Teresa de
Ávila: “No me arrepiento de haberme entregado al Amor.”
Edith Stein fue
canonizada como mártir en 1998 por el Papa Juan Pablo II, quien le dio el título
de “mártir de amor”. En octubre de 1999, fue declarada co-patrona de Europa.
Su último testamento:
El telegrama que Edith
había enviado a la Priora de Echt antes de ser llevada a Auschwitz, contenía
esta declaración: "No se puede adquirir la ciencia de la Cruz más que
sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido
la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve,
OH Cruz, mi única esperanza".
Sta. Teresa Benedicta de
la Cruz... Ruega por nosotros!
Fuente: Corazones