El silencio de las rosas
Hola, buenos días, hoy Lety nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
Desde el domingo, debajo del altar tenemos un ramo de
rosas rojas que es impresionante. Un ramo esbelto, con un color rojo sangre,
pasión, con una belleza inigualable.
Para mí están siendo una bendición estas flores,
porque la rosa roja es la flor que más me gusta. Y resulta que el domingo,
cuando llegamos a la Eucaristía, estaba colocado presidiendo el altar donde, en
unos momento, celebraríamos el misterio que cada día llena mi vida por
completo. Al entrar me quedé sorprendida y emocionada de su belleza, y me
pregunté que quién lo había regalado.
Me fui a buscar a las sacristanas, y mi sorpresa fue
que Inés me dijo que, esa mañana, cuando había abierto la puerta de la iglesia,
se le encontró en el suelo, junto a la puerta. Alguien lo había dejado para el
Señor.
Esto me llego muy dentro, porque a pocos metros de la
puerta de la iglesia está el torno del monasterio, donde a veces dejan flores y
todo tipo de cosas... Pero no, esta vez la persona quería ser anónima, quería
que fuera una cosa entre Jesús y ella, nadie hemos sabido quién ha sido, sólo
en el Cielo lo saben.
Y la verdad es que este anonimato en mí produjo
asombro y agradecimiento al Señor por ese corazón tan limpio que no buscó ni un
gracias. Jesús ya nos lo dijo, nos enseñó que, cuando hagamos una limosna, que
no sepa tu mano derecha lo que hace tu izquierda. ¡Y así ha ocurrido con esa
mano llena de rosas! Ha desaparecido en el silencio, dejando un rastro de
sonrisas y alegría a su espalda... ¡y estoy convencida de que también en su
propio corazón!
Hoy el reto del amor es que tengas un gesto de cariño,
un detalle concreto con una persona, pero que ella nunca llegue a saber que has
sido tú. Y disfruta al ver la cara de asombro y agradecimiento que pone la
persona al ver que alguien con amor y sin nada de interés se ha acordado de
ella y la está amando. Que tengas un feliz día.
VIVE DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma