Novicias y hermanos espirituales
Madre, Jesús ha
concedido a su hija la gracia de penetrar en las profundidades misteriosas de
la caridad. Si ella pudiese expresar todo lo que se la ha dado a entender,
usted escucharía una melodía de cielo. Pero, ¡ay!, lo único que puedo hacerle
oír son simples balbuceos infantiles...
Si no vinieran en mi ayuda las propias
palabras de Jesús, me sentiría tentada de pedirle disculpas y de dejar la
pluma... Pero no, he de terminar por obediencia lo que comencé por obediencia.
Sin embargo, los bienes
que vienen directamente de Dios, las intuiciones de la inteligencia y del
corazón, los pensamientos profundos, todo eso constituye una riqueza a la que
solemos apegarnos como a un bien propio que nadie tiene derecho a tocar... Por
ejemplo, si durante la licencia comunicamos a una hermana alguna luz recibida
en la oración, y poco después esa hermana, hablando con otra, le dice lo que le
habíamos confiado como si lo hubiese pensado ella misma, parece que se apropia
de algo que no era suyo.
O bien, cuando en la recreación decimos por lo bajo a
nuestra compañera una frase ingeniosa o que viene como anillo al dedo, si ella
la repite en voz alta sin decir la fuente de donde procede, parece también un
robo a la propietaria, que no reclama nada pero que tiene muchas ganas de
hacerlo y que aprovechará la primera ocasión para hacer saber sutilmente que se
han apropiado de sus pensamientos.
Fuente: Catholic.net