LA ROCA

Todos hemos leído reiteradamente en la Palabra de Dios, que nuestra fe puede mover montañas, pero lo que en realidad quiere decirnos es, que es el Señor quien al final las moverá por nosotros

“Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y se le apareció Dios.

El Señor le dijo que lo acompañase porque tenía un trabajo para él. Al llegar al lugar elegido, el Señor le enseñó una gran roca que tenía frente a la cabaña.

Entonces le dijo: mira: tu trabajo consiste simplemente en empujar esta piedra con todas sus fuerzas.

El hombre quedó muy extrañado pero le dijo al Señor que haría lo que le pedía.
Durante muchos años, empujó la roca, día tras día, desde la mañana a la noche, con todas sus fuerzas; pero por mucho que empujaba -aquella fría piedra- no se movía ni un milímetro.

Cuando por la noche regresaba a casa -el pobre hombre- se sentía muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos habían sido vanos.

De pronto, comenzó a sentirse triste, fracasado, desilusionado y estaba a punto de desistir, cuando el demonio viéndolo en tan lamentable estado, decidió acercarse a él para decirle:

"Has estado empujando esa roca demasiado tiempo, y no se ha movido" ¿Acaso crees que merece la pena seguir intentándolo?

El hombre se detuvo y vio que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracasado.

Intentó no hacer caso a las recomendaciones del diablo, pero iba observando que él cada vez estaba más angustiado, más desencantado y más decepcionado. En tan lamentable estado,

El demonio volvió a atacar nuevamente:

"¿Por qué te sigues esforzando en esa tarea tan absurda?

Haciendo un mínimo esfuerzo puedes tranquilamente justificar tu labor"

Entonces se acercó al Señor y le dijo:

"Señor, he trabajado muy duro y mucho tiempo a tu servicio.

He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero Tú sabes, que no he sido capaz de mover la roca ni un milímetro

¿Por qué has permitido esto? ¿Por qué me has dejado fracasar?

El Señor le miró con compasión y ternura y le dijo:

"Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras tú aceptaste libremente; te encomendé tu tarea consistente en empujar una roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho.

Pero nunca te dije que esperaba que la movieras.

Tu tarea solamente era empujar.

 Ahora vienes a mí sin fuerzas a decirme que has fracasado,  pero, ¿de verdad crees que en realidad fracasaste?

Mírate ahora, tus brazos están fuertes, tus musculosos más enérgicos, tu espalda se ha robustecido, tus manos se han curtido por la constante presión y tus piernas se han vuelto más persistes. A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tenías antes ¿De verdad crees que tu misión no ha merecido la pena?

No has conseguido mover la roca –es verdad-, pero tu misión era empujar y confiar en mí y eso lo has conseguido.

Ahora, querido amigo, no te preocupes, Yo moveré la roca por ti"

Aquí tenemos un calco de nuestra vida y la misericordia de Dios, hecha realidad. Durante todas estas semanas nos hemos dado cuenta, de que todo lo que nos pasaba lo queríamos arreglar con nuestra fuerza, nuestra inteligencia, nuestro talento… Buscábamos descifrar la actitud de los otros, analizar el porqué de la situación, pormenorizar cómo habían sido los resultados… queríamos entrar en la mente de Dios, siendo incapaces de darnos cuenta de que, en realidad lo que Dios nos pedía – no era nada de eso- era simplemente que confiásemos  en Él, que le dejemos actuar a través nuestro. Que nos fiásemos de su misericordia.

Todos hemos leído reiteradamente en la Palabra de Dios, que nuestra fe puede mover montañas, pero lo que en realidad quiere decirnos es, que es el Señor quien al final las moverá por nosotros.

Por eso, cuando nos parezca que vuestra vida ya no tiene sentido... Y a nuestra mente llegue la duda de si merece la pena seguir en esa situación… no nos olvidemos de que, lo que a nosotros se nos pide es: “simplemente  empujar”

Cuando sintamos que los demás no nos comprenden... y a nuestra mente llegue el deseo de replegarnos en nosotros mismos porque la gente que nos rodea no merece la pena… no nos olvidemos de que lo que a nosotros se nos pide es: “simplemente seguir empujando”

Cuando nos sintamos agotados y sin fuerzas... y nos entren ganas de dejarlo todo y buscar algo menos exigente… no nos olvidemos de que lo que a nosotros se nos pide es: “seguir empujando”

Pues no olvidemos que, sólo -con nuestras fuerzas - nunca conseguiremos “mover la roca” Precisamos que Dios lo haga por nosotros.

¡Cómo necesitaría entender esto nuestra familia, nuestra parroquia, nuestros grupos… toda la iglesia!

¿Quién no ha sentido, a veces vértigo al observar que, la tarea que tiene entre manos le supera absolutamente?

Ahí lo tenemos. Que hemos sido enviados a evangelizar, a sanar, a comprender, a ayudar, a servir… todos lo sabemos, pero al comprobar lo que nos exige llevarlo a cabo, la mayoría de la gente abandona. Eso no es para mí -nos decimos-, y es verdad, no somos capaces de comprender que, no somos nosotros, sino el Señor el que lo hará en nuestro lugar. ¡Cómo cambiaría todo si fuésemos capaces de creérnoslo!

Por eso, lo que nosotros necesitamos es fortalecer nuestra comunión con Él; pues quien ilumina y mueve los corazones no somos nosotros, es el Espíritu de Jesús Resucitado, quién ora por nosotros es Jesús Resucitado, quien mueve nuestro “motor” es Jesús Resucitado.  Necesitamos, por tanto, poner en Su corazón todos nuestros trabajos, retos, inquietudes, esfuerzos, relaciones, proyectos, sueños, límites, angustias, alegrías… dejándonos transformar continuamente por Él.

Después de descubrir todo esto, ya no podemos dejarnos llevar por esa visión negativa que tenemos de nosotros mismos. Ya no nos sirve el miedo a nuestra pobreza, ni nos sirve la excusa de que somos poca cosa…

Jesús, no busca ciencia, ni don de gentes, ni personas de marketing… para continuar su obra, Jesús busca personas con corazón. Pero tampoco con un corazón especial, Jesús busca corazones humanos, profundamente humanos. Corazones maleables, sinceros, arrepentidos  entusiastas… corazón, fuertes y generosos, corazones “capaces de seguir empujando” y amando hasta el final. 

Por eso elige a Pedro, un pobre hombre –rudo donde los haya—y no lo elige por equivocación, Jesús lo conoce como nadie. Jesús conoce su fuerte personalidad y su manera irreflexiva de actuar, pero también sabe que Pedro aprenderá a perseverar siendo capaz de “empujar” al grupo, hasta que la Iglesia de Jesucristo quede asentada.

Pero a Pedro no se le dan las cosas hechas, -a nadie se nos da un libro de instrucciones donde indique como vivir la vida- como cada uno de nosotros, ha de hacer su proceso personal; más, la mayor grandeza de la andadura de Pedro está, en que ese proceso personal lo va a realizar junto a Jesús y a su lado aprenderá que, no será él el que empuje a la Iglesia, sino que será Jesús el que lo hará por él.

Aquí lo tenemos. No puede estar más claro. La Iglesia es, el gran proyecto de Dios y se ha hecho realidad por tantos como no se cansaron de empujar “la Roca”, dejando que fuese el Espíritu quien la trabajase. Pues:

Dios no busca gente con fuerza para empujar sus proyectos, Dios da la fuerza a los que elije para realizarlos.

Por Julia Merodio

Fuente: Betania