Habla el
investigador jesuita Guy Consolmagno: "muchos me dicen, voy a misa pero no
lo digas a nadie"
Fue el primer miembro de una iglesia
en ser condecorado, hace dos años, con la Medalla Carl Sagan, el prestigioso
premio a la divulgación científica asignado anualmente por
la Sociedad astronómica americana en memoria de uno de los más conocidos
astrónomos del siglo XX, pero a Guy Consolmagno, 54 años, jesuita, la
pasión por la comunicación la respiró desde pequeño, cuando vivía con la
familia en Detroit, Michigan, una pasión que le acompaña aún hoy en
su estudio en la Specola Vaticana, que dirige desde el 2015.
“Cuando te trasladaste a
la Specola Vaticana ¿advertiste alguna ironía de parte de tus colegas
laicos?” le preguntó hace días Summer Ash, directora
del departamento de astronomía de la Columbia University en Nueva
York.
“A decir verdad, no. En
realidad, la reacción más común era la pregunta: ‘¿Tu vas a
la iglesia? Yo también, ¿sabes? pero no lo digas a nadie’. De hecho, podría
hacer una lista de algunas de las figuras más importantes en el campo
de la astronomía que me han hablado de su fe. Diría que el porcentaje de
personas que acuden a la iglesia corresponde más a la cultura y a la educación
de la que proceden que a su profesión”.
En la entrevista, publicada en el
sitio del Smithsonian, el más grande organismo museístico y educativo
de Estados Unidos, Consolano explica sus estudios y la relación
fe-ciencia, también para deshacer prejuicios tan arraigados como, por
ejemplo, la presunta incompatibilidad entre ser científico y creer en
Dios.
“En último análisis, no se trata
sólo de hacer ciencia, sino de por qué hacemos ciencia. Cuando tenía
30 años me preguntaba: “¿Por qué hacemos esto? ¿Debemos hacerlo por
algo más grande que nosotros mismos y más grande que nuestra carrera, o es sólo
un trabajo como tantos otros?”.
Para el jesuita es de
fundamental importancia no tener miedo a hablar de las propias convicciones con
los compañeros de trabajo: no para hacer prosélitos, sino para demostrar que
uno puede ser científico o técnico y al mismo tiempo creer en
Dios e ir a la iglesia el domingo. Y al mismo tiempo, también dentro de la
misma iglesia hay que dar más visibilidad: precisamente porque uno es
cristiano, ama la ciencia y la investigación, ambos dones de Dios.
“La teoría del Big Bang no es de
hecho un modelo cosmológico de matriz atea, al contrario. Suelo recordar
que el Big Bang fue hipotizado al principio por un
sacerdote católico belga – Georges Lemaître – y me gusta decirlo. Muchos
de los grandes héroes de la ciencia fueron personas
profundamente religiosas. De todas las religiones, no solo de
una”.
“James Clerk Maxwell (el físico
escocés que elaboró la primera teoría del electromagnetismo) fue durante años
mi héroe, y era un hombre profundamente religioso, de fe anglicana.
¿Quién lo habría imaginado? Nunca se hablaba en esa época, sencillamente
porque no era necesario. La razón por la que el Vaticano hoy tiene
un Observatorio propio es la de demostrar al mundo que la Iglesia
promueve la ciencia, no lo contrario”.
Fratel Consolmagno – uno de los
mayores expertos en el mundo sobre meteoritos – promovió, entre otras, la
Astronomía Workshop: sacerdotes, diáconos y educadores parroquiales son
acogidos una semana en el Centro de investigación de Tucson, en Arizona (el
“Vatican Observatoty Research Group” fundado en 1981 como sede separada de la
Specola de Gastelgandolfo) y pueden dialogar con los astrónomos.
Estas personas vuelven después a sus parroquias o a su casa y cuentan
su experiencia.
“La esperanza – augura el jesuita –
es que a través de estas personas, la gente aprenda
que la astronomía es algo maravilloso. Y que el
Vaticano promueve todo esto. Porque no es verdad que haya que ser
contrario a la ciencia para ser buenos cristianos, todo lo
contrario. Y esperamos que esto tendrá un efecto multiplicador, ya veremos”.
“Hay una razón más profunda –
declaraba en el momento de su nombramiento como director, hace dos años –
el universo físico es la manera que Dios tiene de comunicarse con
nosotros. Dios se revela en las cosas que ha creado y nosotros
estamos llamados a estudiar las cosas que ha creado, para llegar a conocerle
mejor. Personalmente,cuando estudio el universo físico y la
manera como funciona, siento alegría, la misma alegría que siento en
la oración: la presencia de Dios”.
Fuente: VaticanInsider