A través de una permanente purificación profética, se hace realidad la vida del laico como actor de la Iglesia en su vida espiritual, sacramental y litúrgica, en el testimonio de la fe y la esperanza vivida en la caridad
“Al interior de la Iglesia existe un
horroroso vicio llamado clericalismo, el cual entorpece la participación de los
laicos de manera creativa y constructiva.
Tiene distintas manifestaciones, pero
comparten el hecho de pretender reducir la vida de la Iglesia a la acción del
clero”, ha escrito el analista e historiador mexicano Jorge Traslosheros en un
reciente artículo publicado en varios periódicos del país.
En días
pasados se dio a conocer una carta del Papa Francisco,
dirigida al Cardenal Marc Ouellet en
su calidad de Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, como
motivo de una reunión en la que trataron sobre la participación de los laicos.
En su misiva, identifica el clericalismo como la principal amenaza para la
evangelización en América Latina. ¿Qué opinión le merece a usted esta
misiva?
Con gran caridad dirige la carta a sus
hermanos obispos, para reflexionar sobre las distintas actitudes que fomentan la clericalización
de los laicos. Para evitar este vicio, apunta, es necesario
entender la Iglesia desde una perspectiva más profunda, vivencial y bíblica,
esto es, como el Pueblo fiel de Dios. En esta lógica, afirma, se dan pasos
decisivos contra el clericalismo cuando el obispo se ubica, no como el mandón
del pueblo, sino como pastor capaz de seguir, orientar y confiar en la
feligresía.
¿Qué
ejemplos de este nuevo caminar propone el Papa en su carta al cardenal Oullet?
Francisco pone como ejemplo de un laicado maduro que sabe caminar en comunión con sus
pastores, las muy diversas manifestaciones de la religiosidad popular, por ser
un espacio de inculturación del Evangelio. Ahí, a través de una permanente
purificación profética, se hace realidad la vida del laico como actor de la
Iglesia en su vida espiritual, sacramental y litúrgica, en el testimonio de la
fe y la esperanza vivida en la caridad.
Es algo
históricamente equivocado lo que ha derivado en eso que usted llamaba en su
artículo “el
horroroso vicio del clericalismo”, ¿no le parece?*
El Papa sostiene que el clericalismo se
origina en una relación equivocada del obispo con la feligresía, y tiene razón.
Sin embargo, como laico del común también entiendo que, las peores actitudes
clericalistas no provienen de sacerdotes, obispos o religiosos. El vicio es alimentado principalmente por
nosotros, los laicos.
¿Cómo
es eso?
Invito a los lectores a reflexionar sobre
tres actitudes muy comunes entre nosotros, dos de las cuales son leña seca en
las llamas del clericalismo: el
infantilismo, el adolescente contestatario y el laico maduro.
Estas formas de pararse en la Iglesia no tienen nada que ver con la edad de las
personas, mucho menos con el nivel de escolaridad. He visto niños con una fe
verdaderamente madura y adultos cuya berrinchuda actitud haría palidecer al más
huraño de los adolescentes.
¿Podría
ser más explícito?
El infantilismo es lo que normalmente
entenderíamos por una actitud clericalista. El laico exige al clero resolverlo
todo, para seguir sus instrucciones, evadiendo la toma de decisiones y
responsabilidades. Observa una tramposa docilidad pues, cuando el “padrecito”
no hace lo que el laico quiere, se desatan los berrinches y las patadas hasta
que al pobre hombre no le queda más remedio que dar las órdenes apropiadas.
El laico adolescente contestatario
presume de ser independiente; pero entiende por ello una corrosiva actitud
criticona contra el clero, especialmente contra los obispos. Los “padrecitos”
deben ser y hacer como ellos digan, so pena de sufrir el juicio lapidario. La
caridad, obvio, no es su fuerte. Abundan en medios académicos, intelectuales y
opinocráticos. Suelen identificarse a sí mismos como los auténticos católicos.
Unos se ubican en los márgenes de la vida eclesial bajo el chantaje de haber sido
exiliados, cuando deberían hablar de autoexilio; mientras otros se trepan a los
escritorios de los obispos.
¿Los
“maduros” son una especie en peligro de extinción?
Entienden la fragilidad de la condición
humana al interior de la Iglesia, pero también el llamado de la gracia que se
realiza en la acción, en la oración, en la liturgia y en la comunión de
bautizados. Porque asumen su responsabilidad cotidiana, son capaces de
convertirse en misioneros y discípulos de Jesús, según dones y carismas
propios, ahí donde Dios les ponga, siembre o mande.
¿Existen
en su país?
En
México, estoy seguro, son la mayoría silenciosa de la Iglesia. Sin embargo,
atentos al llamado del Papa, ha llegado el momento de juntar al testimonio
honrado, la palabra franca.
Fuente: Aleteia
