Voluntarias
colombianas llevaron esperanza y alegría a reclusas que son madres
El pasado lunes, la cárcel de
mujeres Pedregal, ubicada en el corregimiento de San Cristóbal, en Medellín,
recibió a un grupo de voluntarias que quiso llevar alegría y esperanza a
algunas reclusas madres de familia.
Fueron 60 las que participaron de la celebración y que en espíritu
de oración y fraternidad no dejaban de expresar su gratitud. Eran varias las
que comentaban: “Gracias por acordarse de nosotras”, “Ustedes nos tratan como
personas”.
Esta visita surgió como
inquietud de las fraternas, laicas consagradas de la Fraternidad Mariana de la
Reconciliación, que el año pasado habían realizado un retiro espiritual en la
misma cárcel atendiendo a aproximadamente 80 mujeres.
A esta iniciativa se sumó la
campaña solidaria “En compañía de María” que en el mes de mayo busca celebrar
el día de la madre con quienes más lo necesitan, mujeres de bajos recursos y
zonas vulnerables. Este año quisieron recolectar bienes de aseo personal y
destinarlos a las mujeres que pagan años de condena en la cárcel de Pedregal.
Ana Lucía Valencia, Directora
General de la Fundación Solidaridad en Marcha en Colombia compartió su
experiencia con Aleteia al haber participado como voluntaria en esta campaña.
“El haber participado de la
actividad me ayudó a valorar el don de la reverencia en el servicio, aunque he
podido participar de varias actividades solidarias, cada vez evidencio más la
importancia de saber escuchar, de poder encontrar en este caso unos corazones
esperanzados en mujeres que por alguna razón tomaron un camino equivocado, y
que su castigo les permitió encontrarse con el Señor”.
Testimonios y esperanza
Muchos de los testimonios,
aún en medio del dolor, eran verdaderamente esperanzadores al escuchar a las
reclusas decir que estaban agradecidas con Dios.
“Me acuerdo mucho de Diana
una mujer joven de ojos tristes pero con un corazón muy grande que daba
gracias a Dios de estar en la cárcel porque fue ahí donde lo encontró. Ella me
compartió que no tiene ningún motivo de qué quejarse, que ya tiene lo más
grande y es la confianza en el Señor. Sus actos generosos (como guardar un
bocado para otra compañera del patio que no participó de la actividad) me
llenan el corazón para dar gracias a Dios por todas las bendiciones recibidas,
regresé a mi trabajo y a mi hogar con un corazón lleno de gratitud y el
compromiso de continuar unida en oración para que Santa María interceda por
ellas y sus familias”, compartió Ana Lucía Valencia, una de las voluntarias.
El derecho de vivir dignamente
Entre las participantes
habían algunas que estaban pagando condena de varios años. Por ejemplo,
una había sido sentenciada a 60 años de cárcel. Evidentemente las mujeres
que estaban ahí habían atentado en algún momento contra el bien común.
Algunas han sido cómplices en
asesinatos, miembros de bandas criminales, participantes en redes de
narcotráfico, asesinas, etcétera. Sin embargo, frente a la justicia impuesta
por la sociedad rebosa el amor de Dios que las sigue amando con su pecado y les
ofrece una y otra vez su perdón.
Ha sido impactante, cuentan,
verlas, mujeres común y corrientes que ahora cargan con el peso de sus culpas y
sufrimientos de sus víctimas y de sus familiares.
“El día de la visita me sentí
emocionada, al pensar en que esas mujeres tendrían un rato de alegría al
escuchar el mensaje de Jesús. Ha sido un hermoso recuerdo”, cuenta María Elena
González.
“Mi hija me preguntó: ¿es muy
miedoso eso allá? Y yo le contesté que encontré mujeres que por un error
están allí. Conversé con ellas, me reí con ellas y me abrace con ellas. Me
enseñaron, me dieron más de lo que yo pude dar, verdaderamente vi el rostro de
Jesús en cada una de ellas”, agregó.
Viviendo la maternidad
Cecilia Galloso, fraterna, de
nacionalidad chilena, fue una de las consagradas que acompañó al grupo de las
voluntarias. Y también quiso compartir con Aleteia su experiencia de celebrar con
aquellas mujeres el don de la maternidad.
“Fue bueno recordarles cosas esenciales de humanidad, valores que
son más fuertes que el mal que uno puede cometer. El don de la maternidad es
valioso y habla de quienes son ellas y como María les muestra la manera de
vivir su ser madres en el dolor”.
Casi todas, salvo una que
saldría en libertad al día siguiente de la actividad, estarán lejos de sus
familias en esa fecha tan especial. Un día que para muchas mujeres es especial
porque todos les recuerdan los valiosas que son, para ellas, las reclusas, es
doloroso porque se vuelve en una ocasión para lamentarse por sus errores y
cargarse de impotencia al ver que el tiempo no se puede devolver. Son estas
mujeres las que necesitan llenarse de esperanza.
Para Cecilia esta experiencia
la ha renovado en su vocación a la vida consagrada puesto que le ha permitido
“reconocer ese amor universal al que estamos llamadas a dar ya que ningún ser
humano nos puede ser ajeno para ir anunciarle al Señor, con más razón en esas
realidades que muestran de manera explícita la fuerza del mal.”
“Esta ocasión de vivir la maternidad espiritual ha sido
perfecta para ver también la acción del amor y la misericordia de Dios en la
vida de ellas, y esa misma acción de Dios en nuestra vida”, concluye Cecilia.
Fuente: Monica Ibáñez Sarco/Aleteia