5 prejuicios a los que se enfrenta quien tiene fe
¿Alguna vez te ha pasado lo siguiente?: te
encuentras en medio de una conversación interesante (política, ciencia,
economía, ética, etc.), y al dar tu opinión alguien te responde: «eso lo dices
porque eres católico», dando a entender que tu
razonamiento no puede ser válido, ya que por ser cristiano, te basas siempre en
una suerte de «superstición etérea» que nada tiene que ver con la realidad.
Este post va a tratar de 5 de los prejuicios/estereotipos
con los que creo, tiene que enfrentarse un católico en la actualidad, e
intentará darte algunos consejos de cómo sobrellevar dichas situaciones.
1. «No razonas lo que piensas»
Es cierto que
en muchos de los temas polémicos de hoy (aborto, eutanasia, relaciones
homosexuales, etc.) los valores en los que me baso para tener una opinión no
son ajenos a la línea que enseña la Iglesia Católica. Ser cristiano
sí implica atender a lo que predica la Iglesia, pero debemos saber y recordar
que la misma ha estudiado cada uno de estos temas a la luz de la naturaleza del
hombre y de la revelación divina («Gaudium et Spes»,
constitución pastoral). Desprestigiar a la Iglesia como fuente sobre temas
que se relacionan con la existencia del hombre, es ignorar los grandes aportes
que la misma ha hecho a la humanidad a través de sus pensadores y filósofos
(Santo Tomás de Aquino, San Agustín, San Juan Pablo II, entre otros).
Ante estas
situaciones es muy recomendable fijarse en el tono con el cual los Papas de los
últimos tiempos escriben sus encíclicas. Estos hombres son personas que han
estudiado mucho, saben muchos idiomas y tienen uno de los trabajos más
complicados e influyentes del mundo de hoy, y aun así logran acercarse al
lector común de forma sencilla y humilde. La prepotencia siempre es un
error a la hora de comunicarse. Lo mejor es respirar
hondo, sonreír y explicar por qué la Iglesia Católica aporta gran luz a la vida
del hombre.
2. «Juzgas a quienes no piensan como tú»
Es frecuente
encontrarse con personas que temen que las juzgues porque saben que no llevan
una vida que tú «aprobarías». ¡He allí el error! Los cristianos no desaprueban
ni condenan a las personas. Es importante cuidarnos al hablar
«sentenciando» para que quienes nos escuchen se sientan en el punto de
mira porque algún aspecto de su vida que no se parece al nuestro. En
palabras del Papa Francisco: «el camino de la Iglesia es el de no condenar a
nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas
las personas que la piden con corazón sincero». En ese sentido, el signo
de los cristianos deber ser ese, el de llevar la misericordia de Dios al día a
día de quienes le buscan y no saben dónde encontrarlo.
Si no puedes
evitar que una persona al conocer tu forma de vida se llegue a sentir
intimidado o juzgado por ti (aunque no lo hayas querido), pero que dicha
situación que pertenece al área de su fuero interno, no te detenga a quererle
con un corazón sincero y a acercarte a él con naturalidad.
3. «No escuchas a quienes no piensan como tú»
Este prejuicio
sería la otra cara de la moneda del el «no razonar lo que se
piensa». Es natural pensar que si se cree que en un debate el competidor
que tienes al frente lo único que hace es repetir un discurso sin responder a
tus réplicas, este no es capaz de escucharte. Como cristianos no debemos
tener miedo a escuchar: esto nos permite conocer a la persona que tenemos en
frente y comprender de donde vienen las ideas que nos presenta. En un debate
sobre Dios y la verdad, lo que predomina (como en cualquier lugar) es que seas
instrumento de Dios, no tanto que te den la razón, recuerda que
cambiaras al mundo de muchas maneras y no necesariamente con tu
opinión (por más correcta que sea).
Nuevamente en
palabras del Papa Francisco:
«Jesús
revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y
recluida en los prejuicios, hay que salir al encuentro y de verdad escuchar a
los demás para poder atender a sus necesidades y así hacer permitir a “con su
misericordia, abrace y acoja reintegrando y transfigurando el mal en bien, la
condena en salvación y la exclusión en anuncio» («El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para
siempre». A. De Juana. Aciprensa. 2015).
4. «Eres aburrido»
Dependiendo
del medio en el que estés, el concepto de «diversión» puede ser uno u otro; de
todas formas, no creo que me equivoque en afirmar que hoy en día este concepto
se encuentra bastante ligado al descontrol en distintas maneras (alcohol,
drogas, etc.). El encontrarse con Cristo cambia la vida en todos sus
aspectos; arroja un torrente de luz sobre cada área de la vida del hombre, y
entre estas áreas, se encuentra el de la diversión.
Nada
impide que un cristiano se pueda divertir en una discoteca, o que disfrute del
alcohol, Jesús mismo atendió a una boda en Caná y fue el mismo quien convirtió
el agua en vino… (¡salud!) pero lo que le distingue es el motivo. ¡Un cristiano
debe ser alegre! ¡El giro que acaba de dar tu vida es para ti
motivo de inmensa alegría! A la luz de esta verdad cada situación toma su lugar
y puedes notar que el «descontrol» o el «exceso» es innecesario. Pásatelo bien,
conversa, baila y saca lo mejor de cada situación. Los cristianos tenemos todas
las razones para estar siempre muy animados no lo olvides.
En el mismo
sentido, si no disfrutas tanto de las fiestas, que no te de
vergüenza proponer planes nuevos y diferentes con los que te diviertas pero que
se salgan del «status quo», te aseguro que a todos
nos gusta hacer cosas diferentes: (planes de cocina, una excursión, jugar
billar, una clase de baile, etc.) pero a veces solo hace falta que alguien tome
la iniciativa.
5. «Deberías ser perfecto»
Finalmente (y
creo que la más importante). La sociedad suele exigir una coherencia y nivel de
«excelencia máxima» de quién «se supone» lleva por bandera las grandes virtudes
de la caridad, la paciencia y la bondad. Esperan que, como cristiano que dices
ser, sigas a raja tabla cada enseñanza de la Iglesia y que no cuestiones a la
misma en ningún sentido. El problema es (y lo sabrás tú mejor que nadie)
siempre caes. La confesión es para ti un sacramento al que acudes con
frecuencia por que sí: te equivocas, pecas y haces las cosas mal.
Lo importante
es que tú lo veas primero: no eres perfecto. Es verdad
que como cristiano intentas vivir tu vida siendo la mejor versión de ti mismo y
te ilusiona poder ser otro Cristo en la tierra, pero en la misma línea también
eres polvo, un humano débil que sin Dios no puede hacer nada.
No temas el
escarnio público cuando te equivoques, ya conoces la típica
frase: «santo no es que no se cae, sino el que siempre se levanta», y la
mejor forma para que la sociedad pierda este perjuicio es vivir la virtud de la
humildad de forma cotidiana. Procura no ponerte como un modelo a seguir, no des
pie a que los demás puedan pensar que «te crees» perfecto, y vive la modestia,
la moderación y la sencillez y verás cómo serás más libre de arrepentirte y
ayudarás a quienes tienes alrededor a verlo con más claridad.
En conclusión:
sí, el camino es difícil (ya lo sabíamos) –y fuera de que podamos pasarlo mal y
de que se nos esté poniendo a prueba la paciencia–, es importante tener en
mente que nuestra conversación con esa persona puede ser el momento en el que
nuestra forma de vivir lo cuestione sobre su propio rumbo. En definitiva,
amar es lo primero.
Por Kristina Hjelkrem
Fuente: CatholicLink