“Que
la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la participación del Espíritu
Santo estén con todos vosotros” (2 Corintios 13,13)

Con alegría, nos
reunimos como hermanos en la fe cristiana que se encontraron para “hablar…
personalmente” (2 Juan, 12), de corazón a corazón, y discutir las
relaciones mutuas entre las Iglesias, los problemas palpitantes de nuestro
rebaño y las perspectivas del desarrollo de la civilización humana.
2. Nuestro encuentro
fraterno se llevó a cabo en Cuba, en la encrucijada entre el Norte y el Sur, el
Este y el Oeste. Desde esta isla, un símbolo de esperanza del Nuevo Mundo y de
los dramáticos acontecimientos de la historia del siglo XX, dirigimos nuestras
palabras a todas las naciones de América Latina y de otros continentes.
Nos alegra el hecho de que hoy en día aquí la fe cristiana evoluciona dinámicamente. El potencial religioso de gran alcance en América Latina, sus tradiciones cristianas multiseculares, manifestadas en la experiencia personal de millones de personas, son clave para un gran futuro de esta región.
3. Al reunirnos a
distancia de las antiguas disputas del Viejo Mundo, sentimos muy fuertemente la
necesidad de colaboración entre los católicos y los ortodoxos, que deben
estar siempre preparados para responder a
cualquiera que les pida razón de la esperanza (1 Pedro 3, 15).
4. Damos gracias a Dios
por los dones que hemos recibido a través de la venida al mundo de su Hijo
Unigénito. Compartimos la Tradición espiritual común del primer milenio del
cristianismo. Los testigos de esta Tradición son la Santísima Madre de Dios, la
Virgen María, y los santos a quienes veneramos. Entre ellos están innumerables
mártires que mostraron su fidelidad a Cristo y se convirtieron en “la semilla
de cristianos”.
5. A pesar de tener la
Tradición común de diez primeros siglos, los católicos y los ortodoxos, durante
casi mil años, están privados de comunicación en la Eucaristía. Permanecimos
divididos dado a las heridas causadas por los conflictos del pasado lejano y
reciente, por las diferencias heredadas de nuestros antepasados, en la
comprensión y la explicación de nuestra fe en Dios, un ser único que existe
como tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Lamentamos la pérdida de la
unidad, que era una consecuencia de la debilidad y la pecaminosidad humana, que
se produjo a despecho de la oración del Primer Sacerdote, Cristo
Salvador: “Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre,
estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea
que tú me enviaste” (Juan 17, 21).
6. Conscientes de muchos
obstáculos que hay que superar, esperamos que nuestro encuentro contribuya a la
obtención de la unidad mandada por Dios, por la que Cristo había rezado. Que
nuestro encuentro inspire a los cristianos de todo el mundo para invocar con el
nuevo fervor al Señor, orando sobre la plena unidad de todos sus discípulos.
Que ésta, en el mundo que espera de nosotros no sólo palabras, sino acciones,
sea un signo de esperanza para todas las personas de buena voluntad.
7. Teniendo firmeza en
hacer todo lo necesario para superar las diferencias históricas heredadas por
nosotros, queremos reunir nuestros esfuerzos a fin de dar testimonio del
Evangelio de Cristo y del patrimonio común de la Iglesia del primer milenio,
respondiendo conjuntamente a los desafíos del mundo moderno. Los ortodoxos y
los católicos deben aprender a llevar el testimonio común de la verdad en
aquellas áreas, en las que es posible y necesario. La civilización humana ha
entrado en un período de cambios epocales. La conciencia cristiana y la
responsabilidad pastoral no nos permiten que permanezcamos indiferentes ante
los desafíos que requieren una respuesta conjunta.
8. Nuestra atención está
dirigida principalmente hacia aquellas regiones del mundo donde los cristianos
están sometidos a persecución. En muchos países de Oriente Medio y África del
Norte, se exterminan familias completas de nuestros hermanos y hermanas en
Cristo, pueblos y ciudades enteros habitados por ellos. Sus templos están
sometidos a la destrucción bárbara y a los saqueos, los santuarios – a la
profanación, los monumentos – a la demolición. En Siria, Irak y otros países de
Oriente Medio observamos con dolor el éxodo masivo de cristianos de la tierra
donde nuestra fe comenzó a extenderse, y donde ellos vivían a partir de los
tiempos apostólicos, junto con otras comunidades religiosas.
9. Hacemos un
llamamiento a la comunidad internacional a tomar medidas inmediatas para evitar
un mayor desplazamiento de los cristianos de Oriente Medio. Levantando nuestras
voces en defensa de los cristianos perseguidos, también solidarizamos con
sufrimientos de seguidores de otras tradiciones religiosas, que se han
convertido en víctimas de la guerra civil, el caos y la violencia terrorista.
10. En Siria e Irak esta
violencia ha cobrado miles de vidas, dejando sin hogares y medios de vida a
unos millones de personas. Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional
a unirse para poner fin a la violencia y al terrorismo y al mismo tiempo, a
través del diálogo, a contribuir a la pronta obtención de la paz civil. Se
requiere una ayuda humanitaria de gran escala para el pueblo que sufre, y para
muchos refugiados en los países vecinos.
Solicitamos a todos los que pueden, influir en el destino de todos los secuestrados, incluyendo a los Metropolitas de Alepo, Pablo y Juan Ibrahim, capturados en abril de 2013, para hacer todo lo necesario a fin de su pronta liberación.
11. Enviamos oraciones a
Cristo, Salvador del mundo, sobre el establecimiento en suelo de Oriente Medio
de la paz, que es producto de la justicia (Isaías 32, 17),
sobre el fortalecimiento de la convivencia fraterna entre diversos pueblos,
Iglesias y religiones situados en esta tierra, sobre el regreso de los
refugiados a sus casas, sobre la curación de los heridos y el reposo de almas
de las víctimas inocentes.
Dirigimos a todas las partes que puedan estar involucradas en los conflictos, un ferviente llamamiento para manifestar buena voluntad y llegar a la mesa de negociación. Al mismo tiempo, es necesario que la comunidad internacional haga todos los esfuerzos posibles para poner fin al terrorismo mediante acciones comunes, conjuntas y sincronizadas. Hacemos un llamamiento a todos los países involucrados en la lucha contra el terrorismo, a las acciones responsables y prudentes. Hacemos un llamado a todos los cristianos y a todos los creyentes en Dios para rezar al Señor Creador y Providente que cuida el mundo, que guarde su creación de la destrucción y no permita una nueva guerra mundial. Para que la paz sea duradera y fiable, se requieren esfuerzos especiales destinadas al regreso a los valores comunes, que nos unen, basados en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
12. Admiramos la
valentía de aquellos que entregan sus vidas por haber dado testimonio de la
verdad del Evangelio, prefiriendo la muerte ante la abjuración de Cristo.
Creemos que los mártires de nuestros tiempos, procedentes de diferentes
Iglesias, pero unidos por un sufrimiento común, son la clave para la unidad de
los cristianos. A vosotros, los que sufren por Cristo, dirige su palabra el
Apóstol del Señor: “Queridos hermanos,… alegraos de tener parte en los
sufrimientos de Cristo, para que también os llenéis de alegría cuando su gloria
se manifieste” (1 Pedro 4, 12-13).
13. En esta época
turbadora se necesita el diálogo interreligioso. Las diferencias en comprensión
de las verdades religiosas no deben impedir que las personas de diversas
religiones vivan en paz y armonía. En las circunstancias actuales, los líderes
religiosos tienen una responsabilidad especial por la educación de su rebaño en
el espíritu de respeto por las creencias de aquellos que pertenecen a otras
tradiciones religiosas. Los intentos de justificar actos criminales por
consignas religiosas son absolutamente inaceptables. Ningún crimen puede ser
cometido en el nombre de Dios, “porque Dios es Dios de paz y no de
confusión” (1 Corintios 14, 33).
14. Atestiguando el alto
valor de la libertad religiosa, damos gracias a Dios por el renacimiento sin
precedentes de la fe cristiana que ahora se lleva a cabo en Rusia y muchos
países de Europa del Este, donde por décadas han gobernado regímenes ateos. Hoy
en día, las cadenas del ateísmo militante cayeron, y en muchos lugares los
cristianos son libres de profesar su fe. Durante un cuarto de siglo, aquí se
erigieron decenas de miles de nuevos templos, se abrieron cientos de
monasterios y escuelas teológicas. Las comunidades cristianas realizan amplias actividades
caritativas y sociales, prestando diversa asistencia a los necesitados. Los
ortodoxos y los católicos a menudo trabajan hombro con hombro. Ellos defienden
la base espiritual común de la sociedad humana, dando testimonio de los valores
evangélicos.
15. Al mismo tiempo, nos
preocupa la situación que tiene lugar en tantos países, donde los cristianos
enfrentan cada vez más la restricción de la libertad religiosa y del derecho a
dar testimonio sobre sus creencias y a vivir de acuerdo con ellas. En particular,
vemos que la transformación de algunos países en las sociedades secularizadas,
ajenas de cualquier memoria de Dios y su verdad, implica una grave amenaza para
la libertad religiosa. Estamos preocupados por la limitación de los derechos de
los cristianos, por no hablar de la discriminación contra ellos, cuando algunas
fuerzas políticas, guiadas por la ideología del secularismo que en numerosos
casos se vuelve agresivo, tienden a empujarles a los márgenes de la vida
pública.
16. El proceso de la integración
europea, que comenzó después de siglos de conflictos sangrientos, fue acogido
por muchas personas con esperanza, como prenda de paz y seguridad. Al mismo
tiempo, advertimos en contra de aquella clase de integración que no respeta la
identidad religiosa. Respetamos la contribución de otras religiones a nuestra
civilización, pero estamos convencidos de que Europa debe mantener la fidelidad
a sus raíces cristianos. Hacemos un llamamiento a los cristianos en Europa
Occidental y Europa Oriental a unirse a fin de dar testimonio conjunto sobre
Cristo y el Evangelio, para que Europa mantenga su alma formada por dos mil
años de la tradición cristiana.
17. Nuestra atención
está destinada a las personas que se encuentran en una situación desesperada,
viven en la pobreza extrema en el momento en que la riqueza de la humanidad
está creciendo. No podemos permanecer indiferentes al destino de millones de
migrantes y refugiados que tocan a las puertas de los países ricos. El consumo
incontrolado, típico para algunos estados más desarrollados, agota rápidamente
los recursos de nuestro planeta. La creciente desigualdad en la distribución de
bienes terrenales, aumenta el sentido de la injusticia del sistema de las
relaciones internacionales que se está implantando.
18. Las Iglesias
cristianas están llamadas a defender exigencias de la justicia, del respeto a
las tradiciones nacionales y de la solidaridad efectiva con todos los que
sufren. Nosotros, los cristianos, no debemos olvidar que “para
avergonzar a los sabios, Dios ha escogido a los que el mundo tiene por tontos;
y para avergonzar a los fuertes ha escogido a los que el mundo tiene por
débiles. Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este
mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo. Así
nadie podrá presumir delante de Dios” (1 Corintios 1, 27-29).
19. La familia es el
centro natural de la vida de un ser humano y de la sociedad. Estamos
preocupados por la crisis de la familia en muchos países. Los ortodoxos y los
católicos, compartiendo la misma visión de la familia, están llamados a
testificar acerca de la familia como de un camino hacia la santidad, que se
manifiesta en la fidelidad mutua de los cónyuges, su disponibilidad para dar a
luz a los niños y formarles, en la solidaridad entre las generaciones y el
respeto hacia los enfermizos.
20. La familia es
fundada sobre el matrimonio que es un acto libre y fiel de amor entre un hombre
y una mujer. El amor fortalece su unión, les enseña a aceptar uno a otros como
a un don. El matrimonio es la escuela del amor y de la fidelidad. Lamentamos
que otras formas de convivencia se equiparan ahora con esta unión, y la visión
de la paternidad y la maternidad como de especial vocación del hombre y de la
mujer en el matrimonio, santificada por la tradición bíblica, se expulsa de la
conciencia pública.
21. Hacemos un
llamamiento a todos para respetar el derecho inalienable a la vida. Unos
millones de bebés están privados de la propia posibilidad de aparecer a la
luz. La sangre de los niños no nacidos pide a gritos a
Dios que haga justicia. (Génesis 4, 10).
La divulgación de la así llamada eutanasia conduce al hecho de que los ancianos y enfermos comienzan a sentirse carga excesiva para su familia y la sociedad en conjunto.
Expresamos nuestra preocupación por el uso cada vez más extendido de las tecnologías biomédicas de reproducción, porque la manipulación de la vida humana es un ataque contra los fundamentos del ser de la persona creada a imagen de Dios. Consideramos que nuestro deber es hacer acordarse sobre la inmutabilidad de los principios morales cristianos, basados en el respeto por la dignidad de la persona que está destinada a la vida de acuerdo con el plan de su Creador.
22. Queremos hoy dirigir
unas palabras especiales a la juventud cristiana. Vosotros, los jóvenes, no
debéis esconder dinero en la tierra (Mateo 25, 25), sino usar todas
las dotes dadas por Dios, para afirmar la verdad de Cristo en el mundo,
realizar los mandamientos evangélicos del amor a Dios y al prójimo. No tengáis
miedo de ir contra la corriente, defendiendo la verdad de Dios, con la que no
siempre se ajustan las normas seculares modernas.
23. Dios os ama y espera
de cada uno de vosotros que seáis sus discípulos y apóstoles. Sed la
luz de este mundo, para que otros, viendo el bien que hacéis,
alaben todos a vuestro Padre que está en el cielo (Mateo 5, 14-16).
Educad a los niños en la fe cristiana para entregarles la perla preciosa de la
fe (Mateo 13, 46) que recibisteis de vuestros padres y antepasados. No olvidéis
que “Dios os ha comprado por un precio” (1 Corintios 6, 20),
el precio de la muerte en la cruz de Dios Hombre, Jesucristo.
24. Los ortodoxos y los
católicos están unidos no sólo por la Tradición común de la Iglesia del primer
milenio, sino también por la misión de predicar el Evangelio de Cristo en el
mundo contemporáneo. Esta misión requiere respeto mutuo entre los miembros de
las comunidades cristianas, excluye cualquier forma del proselitismo.
No somos competidores, sino hermanos: debemos arrancar de este concepto ejecutando todas actividades relacionadas con nuestros lazos y contactos con el mundo exterior. Instamos a los católicos y a los ortodoxos de todo el mundo para aprender a vivir juntos en paz, amor y armonía unos con otros (Romanos 15, 5). Es inaceptable el uso de medios incorrectos para obligar a los fieles a pasar de una Iglesia a otra, dejando de lado su libertad religiosa y sus propias tradiciones. Estamos llamados a poner en práctica el mandamiento de San Pablo Apóstol y “anunciar el evangelio donde nunca antes se había oído hablar de Cristo, para no construir sobre cimientos puestos por otros” (Romanos 15, 20).
25. Esperamos que
nuestro encuentro contribuya a la reconciliación donde hay tensiones entre los
greco-católicos y los ortodoxos. Hoy en día es obvio que el método de “la
unión” de los siglos pasados que implica la unidad de una comunidad con la otra
a costa de la separación de su Iglesia, no es la manera de restaurar la unidad.
Al mismo tiempo, las comunidades eclesiásticas que han aparecido como resultado
de circunstancias históricas tienen derecho a existir y hacer todo lo necesario
para satisfacer menesteres espirituales de sus fieles, buscando la paz con sus
vecinos. Los ortodoxos y los greco-católicos necesitan la reconciliación y la
búsqueda de formas de convivencia mutuamente aceptables.
26. Lamentamos el
enfrentamiento en Ucrania que ya cobró muchas vidas, causó sufrimientos
innumerables a los civiles, hundió la sociedad en una profunda crisis económica
y humanitaria. Hacemos un llamamiento a todas las partes del conflicto a tener
prudencia, mostrar la solidaridad social y trabajar activamente para el
establecimiento de la paz. Instamos a nuestras Iglesias en Ucrania a trabajar
para lograr la armonía social, abstenerse de participar en la confrontación y
de apoyar el desarrollo del conflicto.
27. Esperamos que la
división entre los creyentes ortodoxos en Ucrania sea vencida sobre la base de
las normas canónicas existentes, que todos los cristianos ortodoxos de Ucrania
vivan en paz y armonía, y que las comunidades católicas del país contribuyan a
ello, para que nuestra hermandad cristiana sea aún más evidente.
28. En el mundo de hoy,
multifacético y al mismo tiempo unido por el destino común, los católicos y los
ortodoxos están llamados a colaborar fraternamente para anunciar el Evangelio
de la salvación, dar testimonio común de la dignidad moral y la auténtica
libertad humana, “para que el mundo crea” (Juan 17, 21). Este
mundo, en el que se están socavando rápidamente los fundamentos morales de la
existencia humana, espera de nosotros el fuerte testimonio cristiano en todos
los ámbitos de la vida personal y social. ¿Podremos en la época crucial dar
testimonio conjunto del Espíritu de la verdad? De esto depende, en gran medida,
el futuro de la humanidad.
29. Que Jesucristo, Dios
Hombre, Nuestro Señor y Salvador, nos ayude en el anuncio valiente de la verdad
de Dios y de la Buena Noticia de salvación. El Señor nos fortalece
espiritualmente con su promesa infalible: “No tengáis miedo, pequeño
rebaño, que el Padre, en su bondad, ha decidido daros el reino” (Lucas
12, 32).
Cristo es una fuente de alegría y de esperanza. La fe en él transfigura la vida del ser humano, la llena de significado. Lo han vivido por su propia experiencia todos aquellos de los que se puede decir con las palabras de San Pedro Apóstol: “Antes, ni siquiera erais pueblo, pero ahora sois pueblo de Dios; antes Dios no os tenía compasión, pero ahora tiene compasión de vosotros” (1 Pedro 2, 10).
30. Llenos de gratitud
por el don de comprensión mutua que se manifestó en nuestra reunión, nos
dirigimos con esperanza a la Santísima Madre de Dios, haciendo solicitud con
las palabras de la antigua oración: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre
de Dios”. Que la Santísima Virgen María con su amparo fortalezca la hermandad
de todos que la veneran, para que ellos, en un momento determinado por Dios, se
junten, en paz y concordia, en el único pueblo de Dios, ¡sea glorificado el
nombre de la Trinidad Consustancial e Inseparable!
Francisco
Obispo de Roma, Papa de la Iglesia Católica |
Kiril
Patriarca de Moscú y Toda Rusia |
12
de febrero de 2016, La Habana (Cuba)