El mundo, los gobiernos occidentales en concreto, tienen que aceptar la
gravedad de los sucesos que están ocurriendo, y actuar en consecuencia con esa
gravedad
El escritor Luis Antequera desmenuza en
Cristianofobia. La persecución de los cristianos en el siglo XXI (Digital
Reasons) una «realidad incómoda, que obligaría a Occidente a un esfuerzo que
prefiere no realizar»
– En su último libro, continúa su vinculación
vivencial con el sufrimiento de los creyentes perseguidos, ¿qué le motiva para
seguir en la brecha?
Me motiva en primer lugar que es una causa justa, como
lo es de todas aquellas personas que, sin merecerlo, sin haber hecho daño a
nadie, sin haber perjudicado a nadie, son perseguidas por el estado, por la
justicia, o simplemente por sus vecinos. Pero me motiva también, en segundo
lugar, que es una causa silenciada: la persecución de cristianos es, en este
momento concreto de la historia, uno de los fenómenos más graves que se está
dando en la tierra. Y sin embargo, los medios de comunicación pasan por encima
de él prestándole una atención que ha de ser calificada como escasa, como
excesivamente escasa.
– Parece evidente que en estos últimos años se ha
agravado la situación de los cristianos con respecto a décadas anteriores,
donde había cierta coexistencia pacífica ¿a qué cree que es debido?
No estoy seguro de que la situación sea más grave
ahora que en otros momentos. Ocurre que esa desatención de los medios de la que
hablo arriba es quizás un poco menos intensa y empiezan a trascender casos.
También es verdad que los medios de comunicación son
ahora muchos más, y sobre todo, mucho más variados: hemos pasado de un mundo en
el que sólo había prensa en papel y radio, a otro en el que amén de muchos más
medios en papel y cadenas radiofónicas, hay televisión, hay medios digitales,
hay teléfonos móviles, hay redes sociales… y sobre todo ¡hay más gente capaz de
acceder a todos esos medios y a su vez, transmitir lo que leen, lo que oyen y
lo que conocen!
La persecución religiosa, y dentro de ella, la
persecución de cristianos, es una constante en la historia que, a diferencia de
otros procesos indeseables como, por ejemplo, la esclavitud, el ser humano no
ha conseguido erradicar.
-En los 27 capítulos de la obra documenta el martirio
y el acoso a muchos cristianos cuando lo más fácil sería abdicar de su fe. ¿A
qué cree que obedece esta fidelidad con la que dan ejemplo al resto del mundo?
En primer lugar a la propia lealtad de esos cristianos
perseguidos a los principios y valores que profesan, qué duda cabe: donde hay
un mártir hay también un héroe. La fe, además, se vive como un proceso de
pertenencia a una comunidad: fallar a la propia fe es fallar a la comunidad, lo
que es tanto más difícil cuando además se trata de una comunidad sufriente, una
comunidad perseguida, donde los lazos de unión y de pertenencia son muy sólidos
e importantes.
-Más allá de declaraciones altisonantes por parte de
los políticos, Occidente no actúa para frenar esta masacre y limpieza étnica,
¿por qué mira para otro lado?
Si algo caracteriza a eso que hoy damos en llamar
“Occidente”, los países ricos del s. XX y XXI, es su renuncia a la defensa de
los principios y la facilidad con la que se acomoda a cualquier situación con
tal de preservar los grados de bienestar alcanzados.
La de la persecución religiosa, la persecución de
cristianos en concreto, es una realidad incómoda, que obligaría a Occidente a
un esfuerzo que prefiere no realizar. Y al mismo tiempo, -aunque podría llegar
a no serlo tanto-, percibida como lejana, por lo que no siente perjudicial ni
en el corto plazo ni en la corta distancia.
– Sin minimizar la brutalidad de los ataques de
noviembre de París, eso ocurre diariamente en distintos países de Oriente y de
África. ¿Nos va mirarnos el ombligo?
Así es. Ahora bien, tan grave como de hecho es mirar
para otro lado cuando de atentados lejanos se trata, sería intentar minimizar
lo que acontece dentro de nuestras fronteras. Los atentados tienen
consecuencias que van mucho más allá de las del propio atentado.
Hemos contemplado como en Túnez con sólo dos atentados
muy bien dirigidos y ejecutados, con “apenas”, si me permite Ud. el término,
“unas decenas de muertos”, se ha conseguido arruinar, destrozar la industria
nacional, que no es otra que el turismo: un 90% de las reservas hosteleras se
han cancelado en unos pocos días: ¿somos capaces de predecir las consecuencias
a las que ello va a dar lugar?
En Europa cada atentado tiene consecuencias
sociológicas que es imposible predecir, pero que sin duda, no han de conducir a
nada bueno, no sólo para Europa, sino para el mundo en general.
-En este sentido, el Papa ha pedido la intervención de
los gobiernos occidentales, pero es una “voz que clama en el desierto”.
Voz que clama en el desierto, es verdad. Creo que
efectivamente, el mundo, los gobiernos occidentales en concreto, tienen que
aceptar la gravedad de los sucesos que están ocurriendo, y actuar en
consecuencia con esa gravedad. Más allá de que se trata de eventos injustos a
los que las personas de buena voluntad no puede responder con el silencio y la
inacción, hoy el mundo se halla, efectivamente, muy globalizado, y lo que
ocurre en países tan lejanos y desconocidos como Siria o Pakistán, tiene
consecuencias en todo el planeta. No es necesario dar ejemplos.
-Antes aludió a que los medios de comunicación rehúyen
también el tema, pero cuando lo hacen lo califican de “enfrentamientos
religiosos” cuando en realidad son ataques y despojamiento total de las
minorías cristianas.
Como le he dicho un poco antes, es muy importante que
los medios de comunicación tomen conciencia de la gravedad del fenómeno y le
den un tratamiento adecuado a esa gravedad. Pero además y como Ud. dice, es
importante que se plantee correctamente la cuestión: no se trata de un
“enfrentamiento” religioso, se trata de “persecución” religiosa. No tenemos,
por lo tanto, dos partes en conflicto que se agreden mutuamente, sino una
situación unilateral e injusta, donde unos ponen las balas y otros ponen los
muertos.
– ¿Le daría a Merkel el Premio Nobel de la Paz por
ponerse al frente de la acogida a los refugiados?
Se trata indudablemente de una medida bienintencionada
que desde ese punto de vista, no puede ser en modo alguna censurada. Pero hay
que estar muy atento a todas las consecuencias que tienen las acciones que se
llevan a cabo. En un plazo inusitadamente corto, más corto de lo que habría previsto
hasta el más pesimista de los observadores, ya hemos visto algunas de las
terribles consecuencias que la acogida indiscriminada ha traído consigo, no
hace falta mencionarlas.
Peores son aún las que el ojo humano no acierta a
identificar por producirse en plazos menos cortos, las cuales, no por ello
dejan de producirse inexorablemente: la aparición de nuevas fuerzas de extrema
derecha y de extrema izquierda, las consecuencias que ello puede tener de cara
al proceso de unidad (y reconciliación) europea.
Atención a los perseguidos sí, claro que sí, pero con
orden, con control y con responsabilidad: atención, sobre todo, en el foco de
origen. Europa no sólo tiene derecho a hacerlo así, está obligada y, fíjese lo
que le digo, no sólo por su bien y por su seguridad, lo que ya sería suficiente
argumento, sino por la del entero planeta. A nadie ha de beneficiar una Europa
desestabilizada como la de la primera mitad del s. XX.
Por otro lado, cabe preguntarse también qué es lo que
algunos países mucho más cercanos a los hechos y mucho más involucrados en
ellos, con medios financieros y recursos de todos conocidos, están haciendo por
los que, por otro lado, no se cansan de denominar como sus “hermanos”.
– ¿Qué papel juega Ayuda a la Iglesia Necesitada en
estas situaciones terribles?
Un papel mucho más importante de lo que nadie pueda
imaginar. Ayuda a la Iglesia Necesitada pone el acento en ayudar a las personas
perseguidas a llevar a cabo una cosa que para ellos tiene una importancia que
en occidente no somos capaces de calibrar, precisamente por tenerla por
descontado: el culto, la asamblea el “encuentro” en torno a los lugares de
culto, algo sin lo cual, las comunidades perseguidas sufrirían el cruel azote
del abatimiento, de la depresión, de la soledad, de la incomunicación interna,
que puede llegar a ser aún menos llevadero que el de la persecución propiamente
dicha.
– En su libro, alude también al hostigamiento a los
cristianos en distintos países occidentales (Francia, España, Estados Unidos…).
Indudablemente. Se trata de una forma de intolerancia
religiosa de naturaleza totalmente diferente en sus formas y en sus
consecuencias. Acostumbro a denominarla “persecución de cristianos por
cristianos”, porque los perseguidores, que evidentemente no son personas “de misa
diaria”, sí son, en cambio, originaria, sociológicamente cristianas, herederas
por lo tanto de un acervo cultural que se nutre indiscutiblemente del
pensamiento cristiano, el cual ha dado lugar a fenómenos importantísimos, tan
arraigados en el mundo cristiano que nos puede llevar al espejismo de que
siempre existieron y de que son connaturales a todas las sociedades que en el
mundo son, cuando no es así: la libertad de las personas; la igualdad de todos
en dignidad, que se trate de hombre y mujeres, que se trate de buenos y malos,
que se trate de blancos y negros, de ricos y pobres; la responsabilidad
individual; los derechos universales, son fenómenos que han nacido y se han
desarrollado gracias al pensamiento cristiano y dentro de sociedades cristianas.
Se trata, por lo tanto, de una forma de persecución
“paradójica”, ésta de los cristianos por los cristianos, si me permite la
expresión. Al escribir mi libro tuve que tomar una decisión primaria y
original: ¿planteo la intolerancia religiosa desde el punto de vista más
estricto de los que se juegan la vida en ello, o también desde el punto de
vista más amplio de los que se juegan en ello su cosmovisión y su manera de
contemplar el mundo? Y opté por lo segundo. Por eso dividí la intolerancia
religiosa en tres tipos: persecución propiamente dicha, -la de los mártires-,
pero también acoso y hostigamiento. Y a todos di cabida en mi libro.
Fuente:
Unomasdoce
