1.- Bautiza con una condición: que enseñes y practiques aquello que dices
vivir y sentir cuando, ante la Pila Bautismal, acercas el fruto del amor: los
hijos.
2.- Que el efecto “tradición” o el empuje “siempre se ha hecho así” no sea el
determinante de un bautismo. La experiencia de fe ha de ser, ante todo, el
motivo principal.
3.- Prepara con conciencia el sacramento. Los padrinos, lejos de ser un “quedar
bien con alguien” es caer en la cuenta que, la vida cristiana, es importante
para ellos y lo harán ver en su compromiso.
4.- El Bautismo nos inserta en la misma suerte de Cristo: muere (moriremos)
pero resucita (y resucitaremos). Su suerte, por el Bautismo, será la nuestra.
Creer en ello hace del Bautismo algo medular y esencial.
5.- La deriva gastronómica en la que han caído algunos sacramentos (elemento
social) nunca puede empañar lo más sagrado. ¿Jesús pobre, y opulencia en la
mesa? ¿Jesús sencillo, y riqueza en los postres sacramentales?
6.- El nombre del bautizado denota también la sensibilidad del creyente. La
moda impone nombres pero, la tradición cristiana, nos empuja a valorar el
santoral del día o incluso el referente de un santo.
7.- El Sacramento del Bautismo exige sensibilidad y respeto. No podemos poner
el acento en el momento fotográfico, en la instantánea y mucho menos en lo
superficial. Bautizarse no es retratarse.
8.- Bautizar implica, entre otras cosas, entrar en comunión con la Iglesia. El
Bautismo no es un rito independiente de la Iglesia y, mucho menos, ajeno a una
orientación en nuestras actitudes. La Iglesia es familia y, por lo tanto,
merecedora de nuestro compromiso efectivo y afectivo.
9.- El Credo (verdades fundamentales) han de ser el “oremus” y el fondo del
Bautismo. Dios Padre que se hace carne en Belén y que nos trae la fuerza del
Espíritu son verdades irrenunciables. Transmitirlas, en la liturgia, en la
eucaristía de cada domingo y en la vivencia familiar es la lógica de este
sacramento de iniciación.
10.- Bautizar o bautizarse nos lleva a preguntarnos sobre el grado de
conocimiento de Jesús de Nazaret. No podemos entrar con un “impermeable” al
bautizo: lo hago pero, luego, vivo como si fuera un pagano. Como si nunca
hubiera pertenecido a la Iglesia.
Fuente: Ecclesia /Javier Leoz