El
Pontífice pide a sus colaboradores que pidan perdón a Dios por sus pecados
El Papa Francisco ofreció este lunes 22 de
diciembre en su discurso a los cardenales y monseñores de la Curia
romana para felicitarles la Navidad en la Sala Clementina del Vaticano,
un catálogo de probables enfermedades o tentaciones, y animó a confesarse para
preparar el corazón para la fiesta del nacimiento de
Jesús.
1. En primer lugar advirtió de la
enfermedad de sentirse inmortal, inmune e indispensable. "Una Curia que
no se autocritica, que no se actualiza y trata de mejorar es un cuerpo enfermo",
advirtió. Contra la patología del narcisismo, del creerse superior a los demás
en lugar de una persona al servicio de todos, propuso la gracia de sentirse
pecadores.
2. A continuación previno de la
enfermedad de la excesiva actividad, que también afecta a la Iglesia,
de trabajar sin detenerse a contemplar a Cristo. "El tiempo de descanso es
necesario", dijo: pasar tiempo con los familiares, respetar las fiestas, ...
“hay un tiempo para cada cosa”.
3. A continuación
apuntó la enfermedad de la insensibilidad humana, de poseer un corazón
de piedra, de perder los sentimientos de Jesús, que hace perder la
serenidad y la vivacidad, a quien la padece. “No somos máquinas –constató el
Papa-, debemos tener los mismos sentimientos de Jesús”: humildad,
generosidad,...
4. Seguidamente habló contra la
excesiva planificación y el funcionalismo, enfermedad o
tentación que convierte a la persona de Iglesia en mero contable o comercial.
Contra ello, propuso el antídoto de no querer pilotar la libertad del Espíritu
Santo, ponerle límites.
5. Después señaló la enfermedad
de la mala coordinación, que aparece cuando los miembros del
Cuerpo de la Iglesia no colaboran entre sí. El Pontífice
propuso la metáfora del cuerpo que no obedece a la cabeza (Cristo) -“el pie que
le dice a la cabeza: yo voy por mi lado”- y pidió colaboración entre las
personas que siguen a Cristo.
6. La siguiente del
catálogo fue “la enfermedad del "alzheimer espiritual", del
olvido de la historia de la salvación, de la historia personal con el
Señor, del primer amor. Francisco advirtió que perder la memoria del
encuentro con el Señor lleva a las personas a vivir en los “caprichos “
personales y adorando “los ídolos que han hecho con sus propias
manos”.
7. Después advirtió de la enfermedad de
la rivalidad y de la vanagloria, que “aparece cuando la apariencia y
los sueños de gloria se convierten en el primer objetivo” del trabajo y el
servicio. Contra ella recordó las recomendación de san Pablo de “considerar a
los demás superiores de sí mismo”, e invitó a no ser enemigos de la cruz de
Cristo, sino adoradores del dolor y el sufrimiento de los
demás.
8. Francisco citó entonces “la enfermedad de la
esquizofrenia existencial, la de vivir una doble vida fruto de
la hipocresía y el vacío espiritual”. Quienes la sufren pierden el contacto con
la realidad, sumiéndose en un mundo paralelo, y pueden escudarse en sus títulos
universitarios o de sus cargos. Para combatirla, el Pontífice pidió ser humildes
en la fe y en las obras.
9. Y el Obispo de Roma habló
también de una tentación de la que ya ha advertido en varias ocasiones:
la enfermedad del cotilleo, de la murmuración, que “es grave”, aseguró:
empieza en hacer una simple charla pero se instala en la persona convirtiéndola
en semilla de cizaña. “Hermanos, guardémonos del terrorismo del cotilleo”,
pidió.
10. La siguiente enfermedad del catálogo de
Francisco fue la de los que cortejan a sus superiores para obtener beneficios
personales: personas “víctimas del carrerismo y el oportunismo”
que siempre piensan en lo que debo obtener, en lugar de en lo que puedo
ofrecer, personas "mezquinas e infelices", aseguró.
En el otro lado situó
a los jefes que hacen de todo para obtener el servilismo y la sumisión
de sus subalternos, incluso humillándolos, enfermos del individualismo
que quiere retener para sí los tesoros del Señor. El Papa lamentó lo que ocurre
"cuando el más experto no pone su conocimiento al servicio de los otros” e
invitó a las personas más preparadas a ponerse al servicio de los demás y ser
ejemplo de compañerismo y sumisión.
11. La
“enfermedad de la indiferencia respecto a los demás” aparece
cuando uno sólo piensa en sí mismo, e incluso llega a alegrarse de ver al otro
caer, prosiguió el Papa.
12. Francisco advirtió
seguidamente de la enfermedad de la cara fúnebre, que lleva a tratar con
dureza y arrogancia a los demás, incluso con severidad teatral, con
cara larga, quizás para ganarse su respeto. “El apóstol debe esforzarse por ser
cortés, sereno”, sonreír y ser afable, manteniendo la alegría incluso en los
momentos difíciles, dijo Francisco.
En este sentido, el Papa invitó a
los miembros de la Curia a no perder nunca el "espíritu alegre, lleno de humor e
incluso autoirónico”. Destacó la importancia del sentido del humor, y
confesó que para pedirlo, cada día reza la oración de santo Tomás
Moro.
13. Continuando con el catálogo de
enfermedades, habló de la de “acumular bienes materiales, no
por necesidad sino para sentirse seguro”, que sólo puede traer tristeza, dijo, y
relató una anécdota. En un tiempo en que los jesuitas describían a la Compañía
de Jesús como "la caballería ligera de la Iglesia", un joven jesuita mientras
hacia un trasteo de varios libros y cosas pesadas acumuladas, escuchó a un viejo
jesuita que le dijo con burla: Y esta sería la caballería ligera de la
Iglesia...
14. También advirtió contra la
enfermedad de la división, recordando que Jesús decía que cada rayo no se divide
en sí mismo. La división entre los seguidores de Cristo es como el fuego amigo
entre o soldados del mismo bando, dijo, y advirtió del síndrome del
“círculo cerrado”, con el que “la pertenencia al grupito se hace más
fuerte que la pertenencia al cuerpo entero, incluso a
Cristo”.
15. La siguiente fue la enfermedad del
provecho mundano, que afecta al apóstol que se exhiben para mostrarse
más capaces de los demás y transforman su servicio en poder, buscando siempre
insaciablemente más poder, sin importarle los medios que deba usar.
Para
ilustrarla, habló de un sacerdote que llamaba a los periodistas para explicarles
e inventar asuntos privados de sus hermanos, sólo para creerse poderoso. “Quería
fama, cuánto mal hacía a la Iglesia... ¡pobrecito!”, exclamó el Papa.
El
Papa dijo que todas estas enfermedades son hoy un peligro, no sólo para
la curia, sino para todos los cristianos, para las comunidades,
movimientos, grupos y parroquias.
Sin embargo, recordó la cura a
todas ellas: vivir en la verdad y la caridad. Cristo es la cabeza y da
fuerza a cada miembro de la Iglesia. "El Espíritu Santo cura toda enfermedad”
-añadió-, “es él el promotor de la armonía”, y afirmó que la curación es también
fruto de la conciencia de padecer la enfermedad, así como de soportar con
paciencia y perseverancia la cura.
La curación es también fruto de la
conciencia de la enfermedad y de soportar con paciencia y perseverancia la cura,
añadió.
Agradeció y destacó el servicio cotidiano de la Curia, señalando
que en una ocasión leyó que “los sacerdotes son como los aviones, son
noticia sólo cuando caen, pero son tantos los que
vuelan…”.
Finalmente, invitó a pedir a la Virgen “que amemos a
la Iglesia como la ama Cristo, y tener la valentía de reconocernos pecadores
necesitados de misericordia”, pedirle a ella “que no tengamos miedo de abandonar
nuestras manos en sus manos maternales”.
Y acabó su discurso de
felicitación pidiendo que rezaran por él y saludando personalmente a los
miembros de la Curia, que le despidieron con un aplauso.
Fuente: Aleteia/ReL
