A lo largo de dos décadas, el Belén de Arena se ha convertido en el tercer “museo” más visitado de España en diciembre
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| Tamara Kulikova | Shutterstock |
En la costa
atlántica de la isla de Gran Canaria, la Navidad no se plasma en mármol ni
madera, sino en arena. El Belén de Arena ha reinaugurado su 20.º
aniversario en la playa de Las Canteras, con esculturas monumentales que
transforman la costa en un lugar de asombro, oración y serena admiración.
Lo que comenzó
como una iniciativa local en 2006 se ha convertido en una de las
tradiciones navideñas más distintivas de España. Cada diciembre, artistas
internacionales se reúnen en la playa para esculpir escenas de la Natividad
utilizando únicamente arena y agua.
Este año, 10
escultores de seis países, incluidos Estados Unidos, Canadá y Australia,
pasaron semanas dando forma a imponentes figuras de María, José y el Niño
Jesús, junto con ángeles, pastores y reyes, todos tallados
directamente en la playa.
La naturaleza
casi tuvo la última palabra. Una tormenta de fin de semana azotó la costa,
amenazando las frágiles obras pocos días antes de su inauguración. Pero para el
lunes, las esculturas resistieron y las multitudes regresaron. Turistas y
residentes locales se congregaron en el paseo marítimo, atraídos por la
improbable visión del arte sacro surgiendo de la arena con el mar como telón de
fondo.
La edición de
aniversario tiene una resonancia especial. Durante dos décadas, el Belén de
Arena se ha convertido en el tercer museo más visitado de España en
diciembre, recibiendo aproximadamente 260.000 visitantes en 40 días.
La entrada es
gratuita, aunque se agradecen las donaciones; lo recaudado se destina
tradicionalmente a organizaciones benéficas locales: un recordatorio de que
la Natividad no es solo algo para admirar, sino algo que exige generosidad.
Hay algo
sutilmente teológico en estas esculturas. La arena, después de todo, es
impermanente. El viento, el agua y el tiempo acabarán borrando cada detalle.
Sin embargo, esa fragilidad refleja la humildad de la Encarnación misma:
Dios entrando al mundo sin poder ni permanencia, nacido en la pobreza, confiado
a manos humanas. En estas esculturas, esa verdad se manifiesta.
Las familias se
quedan, los niños señalan, las cámaras disparan. Algunos visitantes vienen por
el arte, otros por la tradición, otros simplemente porque lo encontraron
durante un paseo por la playa. Aun así, el mensaje es inconfundible. En un
entorno más asociado con las vacaciones y el ocio, la Natividad interrumpe
la vida cotidiana, ofreciendo un momento de quietud y significado en medio del
ritmo de la costa.
Con la llegada
de la Navidad, el Belén de Arena nos recuerda que las
historias sagradas no requieren grandes catedrales ni piedras resistentes. A
veces, surgen de los materiales más sencillos.
Daniel Esparza
Fuente: Aleteia
