¿POR QUÉ NOS CUESTA SER DÓCILES A LA VOLUNTAD DE DIOS?

Cuando rezamos el Padre nuestro decimos "hágase tu voluntad", pero seguramente lo rezamos sin convicción porque nos cuesta ser dóciles a los designios de Dios

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Nos decimos cristianos practicantes, vamos a la Iglesia, nos esforzamos por no pecar y por cumplir los mandamientos, y eso está muy bien. Pero cuando llega el momento de la prueba, nos cuesta ser dóciles para aceptar la voluntad de Dios, a pesar de que lo pedimos en el Padre nuestro:

"Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" (Mt 6, 10).

¿Por qué nos ocurre esto?, ¿acaso no confiamos en que Dios sabe mejor que nosotros lo que nos hace falta? De ser así, no deberíamos dudar en decirle al Señor que estamos dispuestos a aceptar lo que sea que venga de Él.

Miedo al sufrimiento

Sin embargo, es entendible que nos atemorice ser dóciles a lo que Dios tenga en su providencia para nosotros porque puede implicar sufrimiento. Además, no tener certeza de lo que va a ocurrir genera desestabilidad emocional. Y aunque sepamos con qué nos enfrentaremos, es muy probable que deseemos desistir.

Es en esos momentos en donde la fe sale al rescate. Sin importar qué suceda, Dios siempre estará pensando en un bien mayor.

En la audiencia general del 30 de marzo de 1988, san Juan Pablo II puso el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo con estas palabras:

"Jesús sabía lo que le iba a suceder, y su psicología humana obviamente estaba profundamente turbada por ello, si bien en lo íntimo de su corazón aceptaba plenamente, con espíritu de filial obediencia, la voluntad del Padre.

Jesús 'no se echa atrás'.

Ha escuchado al Padre, se ha fiado de Él, ha penetrado profundamente el sentido de su voluntad, ha comprendido su sabiduría, y la ha hecho propia con total convicción a pesar de la prueba terrible que le esperaba"

(n. 1).

Confiar en Dios

San Juan Pablo II afirma que "Jesús confía en ese mismo Dios que lo manda morir en la Cruz. Sabe que, más allá de la apariencia, ese mandamiento del Padre es en realidad un plan de amor, de rescate y de misericordia" (n. 2).

Jesús sabe que este plan de amor es el camino que lo lleva a la gloria, comenta el Santo Padre. Y Jesús confía en ese Dios.

El santo Wojtyla entiende que el mundo -en su momento y ahora también- vive situaciones ajenas a su voluntad: amenazas, enfermedades, incertidumbres, peligros...

¿Cuántos hermanos están sufriendo situaciones que no entendemos por qué les están ocurriendo?

No nos echemos atrás

No obstante, no todos atravesaremos por las mismas pruebas. A ellos, san Juan Pablo II les recuerda:

"Y si a nosotros se nos ahorran semejantes experiencias, queridísimos hermanos y hermanas, unámonos igualmente como creyentes, a los sentimientos del "Christus patiens", ofreciéndoles las pruebas del pasado y declarándonos dispuestos a aceptar las que Dios nos quiera mandar. 'No nos echemos atrás'" (n. 3).

Estemos seguros de que lo que Dios quiera será para nuestra salvación, tal como lo afirma el Santo Padre:

"Queridos hermanos y hermanas: confiemos en Aquel que nos manda la prueba. Confiemos y no nos rebelemos. Pidámosle tener en Él esta confianza. Efectivamente, aquí está el secreto de la vida y de la salvación. Pidámosle poder comprender lo que Él pretende decirnos mediante el sufrimiento. A través del sufrimiento Dios nos habla, nos instruye, nos guía. Nos salva" (n. 5).

Roguemos a Dios que nos ayude a ser dóciles a su voluntad.

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia