Santificar lo cotidiano es una actitud que podemos aprender hoy, tal como lo propuso san Josemaría Escrivá de Balaguer a la gente de su tiempo
Escuchamos la palabra "santo" y se nos viene a la mente
la imagen de un hombre o una mujer con cara compungida, las manos unidas en
actitud de ruego y con los ojos elevados al cielo. Sin embargo, quienes hoy
gozan de la visión de Dios en la eternidad tuvieron una vida normal como la
nuestra, solo que aprendieron a santificar sus actividades cotidianas, como
enseñó san Josemaría Escrivá de Balaguer en su tiempo.
Santificar cada día
Para que
nuestra alma y nuestra mente se imbuyan mejor en el concepto
"santificar", recurramos al diccionario de la Lengua Española:
Santificar:
Hacer a alguien santo por medio de la gracia.
Dedicar a Dios algo.
En este
caso, aplicaremos la segunda opción: podemos dedicar a Dios nuestro día. Es
decir, que desde que despertemos, el primer pensamiento sea para decirle:
"Señor, te ofrezco este nuevo día". De este modo estaremos
santificando nuestras actividades.
¿Acaso hay
algo más simple y sencillo? Porque estaremos ofreciendo a Dios nuestro trabajo
cotidiano, que no es poco, pues cumpliendo bien con ello podremos ganar la
gloria. San Josemaría Escrivá escribió:
"...que
la vida ordinaria puede ser santa y llena de Dios, que el Señor nos llama a
santificar la tarea corriente, porque ahí está también la perfección
cristiana".
A ejemplo de la Santísima Virgen María
San
Josemaría hace notar que María Santísima es el mejor ejemplo que tenemos sobre
la santificación de lo cotidiano, recordando que Ella no se distinguió por
llevar una vida extraordinaria, por el contrario:
No olvidemos
que la casi totalidad de los días que Nuestra Señora pasó en la tierra
transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de
mujeres, ocupadas en cuidar de su familia, en educar a sus hijos, en sacar
adelante las tareas del hogar.
Y nos
recuerda que, incluso lo pequeño, es de gran valor a los ojos de Dios:
El santo
agrega que "María, Nuestra Madre, es para nosotros ejemplo y camino. Hemos
de procurar ser como Ella, en las circunstancias concretas en las que Dios ha
querido que vivamos".
Así pues,
con esta motivación aprendamos a santificar nuestro día y la situación que nos
ha tocado vivir, porque de ese modo agradaremos a Dios, por quien somos y a
quien iremos al final de nuestra existencia.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia