Para entender la acción del Espíritu Santo en Pentecostés, resulta provechoso recordar algunos dogmas de fe que nos centrarán en esta solemnidad
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| Mónica Muñoz |
Los dogmas de
la Iglesia católica son verdades de fe que se han reconocido como reveladas por
Dios. Los católicos los creemos todos porque son el fundamento de nuestra fe. Y
entre ellos podemos encontrar los que se refieren al Espíritu Santo y que, en
vísperas de Pentecostés, conviene que repasemos.
Los dogmas
hablan de la revelación que Dios hizo de Sí mismo
Dice la
Constitución dogmática Dei Verbum sobre la Divina Revelación que:
"Dispuso
Dios benignamente que todo lo que había revelado para la salvación de los
hombres permaneciera íntegro para siempre y se fuera transmitiendo a todas las
generaciones" (cap. II n.7).
Así mismo,
todas estas verdades reveladas, que tienen su base en la Sagrada Escritura, el
Magisterio de la Iglesia y la Tradición, las encontramos en el Credo.
Dice el
Catecismo de la Iglesia Católica que:
"Creemos
todas aquellas cosas que se contienen en la Palabra de Dios escrita o
transmitida y son propuestas por la Iglesia [...] para ser creídas
como divinamente reveladas" (CEC 182).
Señor y
dador de vida
Toda la
revelación tuvo su plenitud con el Evangelio de Cristo. Y, si nos sabemos el
Credo, podemos descubrir fácilmente en donde tenemos puesta nuestra fe:
"Creo en
un solo Señor Jesucristo ... que por nosotros, los hombres, y por nuestra
salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la
Virgen, y se hizo hombre.
El Espíritu
Santo inspirador
Además, Cristo
el Señor dijo a los Apóstoles:
"Todavía
tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad,
porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo
que irá sucediendo" (Jn 16,
12-13).
Por eso sabemos
que es el Espíritu Santo el que anima a la Iglesia y la inspira para transmitir
el Evangelio al pueblo de Dios:
"El único
evangelio que, como cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento, fue
revelado en su plenitud por Jesucristo una vez para siempre, es la fuente
permanente de toda verdad salvífica y de toda doctrina moral. Fue transmitido
por los Apóstoles y sus discípulos con asistencia del Espíritu Santo mediante
predicación oral, ejemplo e instituciones, y puesto por escrito por inspiración
del mismo Espíritu Santo".
(Comisión
Teológica Internacional, La interpretación de los dogmas, cap. 2, n. 1).
Por eso, en
Pentecostés, adoremos a Dios Espíritu Santo a quien recibimos desde el
Bautismo, que nos ha dado sus siete dones en la Confirmación y que acompañará a
la Iglesia hasta el fin del mundo.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia
