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El Catecismo
de la Iglesia católica indica cómo es esa estructura que se consolidó con los
años:
"A través
de los cambios que la disciplina y la celebración de este sacramento han
experimentado a lo largo de los siglos, se descubre una misma estructura fundamental.
Comprende dos elementos igualmente esenciales: por una parte, los actos
del hombre que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, a saber, la
contrición, la confesión de los pecados y la satisfacción [...]" CEC 1448
Y por otro lado, lo que corresponde a la acción de Dios por
el ministerio de la Iglesia, en el que los presbíteros y obispos actúan:
"[...] la
Iglesia, en nombre de Jesucristo, concede el perdón de los pecados, determina
la modalidad de la satisfacción, ora también por el pecador y hace penitencia
con él". CEC 1448
A nosotros nos
lo enseñaron de manera sencilla:
·
Examen de conciencia
·
Dolor de los pecados (arrepentimiento)
·
Propósito de enmienda
·
Confesión al sacerdote
·
Cumplir la penitencia
El dolor de los pecados
Cuando
cometemos una falta, ya sea grave o no, la conciencia nos reprocha y nos
alienta a buscar el perdón de Dios, porque sabemos que lo hemos ofendido.
Por eso, se le
llama dolor de los pecados, lo que nos lleva a la contrición, tal como lo marca
el Catecismo de la Iglesia católica.
"Entre
los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es 'un dolor
del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a
pecar' (Concilio de Trento: DS 1676)". (CEC 1451 )
Propósito
de enmienda
Una vez
detestado el pecado, el paso siguiente es la resolución firme de no volver a
pecar. Esta actitud es la que llamamos "propósito de enmienda", es
decir, decidimos no cometer el pecado del que nos estamos arrepintiendo.
Y aunque suena
simple, es bastante difícil realizarlo, porque sabemos que nuestra debilidad
nos traiciona y nos hace caer una y otra vez en la misma falta.
Por eso es
necesario ejercitar la voluntad y tener claro que es lo que debemos hacer
diferente para no tropezar de nuevo, solo así estaremos seguros de que en
verdad estamos actuando para eliminar de nuestra vida el pecado que tanto nos
hace ofender a Dios.
Siendo
conscientes de nuestro vicio, cuidemos nuestra salud espiritual evitando las
ocasiones de pecado y confesándonos con más frecuencia, de este modo, en algún
momento venceremos y la tentación desaparecerá.
Mónica Muñoz