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Retrato de Antonio Gaudí |
Falta ahora el
último paso: la reunión plenaria de obispos y cardenales, que se espera en el
decurso de este año, según aseguró a El
Debate el sacerdote y profesor Armand Puig, presidente de la Agencia
de la Santa Sede para la Evaluación y Promoción de la Calidad de las
Universidades Eclesiásticas y autor de Antoni
Gaudí, vida y obra.
Cuando la comisión
de obispos y cardenales dé el visto bueno a la positio,
la postura final acompañada por el conjunto ingente de documentos que justifica
la beatificación, Gaudí será declarado venerable y se dictará un decreto de virtudes
heroicas que deberá ratificar el Papa Francisco. «La
causa es sólida y está muy bien hecha y argumentada, lo cual ha sido
subrayado por las comisiones de teólogos e historiadores», explica el profesor
Armand Puig, que incide en no confundir el talento de un genio modernista con
la santidad.
«Gaudí murió como un
pobre de Jesucristo»
Y es que los
informes de las comisiones de historiadores y teólogos han profundizado en los
motivos de su beatificación y han constatado la existencia de virtudes heroicas
en el marco de un modelo de vida santa y cristiana. Así, con el veredicto de
los especialistas teólogos se confirma que no hay ningún inconveniente
teológico para la beatificación.
El arquitecto
catalán murió con fama de santidad el 10 de junio de 1926, vivió de forma
relevante las virtudes evangélicas y, más allá de los millones de personas que
visitan la Sagrada Familia, el arquitecto es hoy objeto de gran devoción
popular. «Hay muchas gracias y favores atribuidos a la intercesión de Gaudí,
aunque de momento no disponemos de
ningún milagro reconocido por la Iglesia», explica a este periódico el
padre Josep Maria Blanquet, responsable de la oficina de las Causas de los
Santos de la Archidiócesis de Barcelona.
«Vox populi, vox Dei». Es la voz de Dios que habla a través
del pueblo y no hay duda que a Gaudí lo beatificará el pueblo, el mismo pueblo
que lo ayudó con sus donativos a desarrollar el proyecto de la Sagrada
Familia, conocida también como la catedral de los pobres. «Son los
designios divinos escondidos que se manifiestan a través del pueblo de Dios»,
tercia Armand Puig. Todo ello en un contexto histórico en que los intelectuales
novecentistas tachaban al arquitecto de loco y, posteriormente, los
lerrouxistas, en la Segunda República, denostaban su trabajo.
El padre Puig recuerda que la santidad no es solo una
cuestión individual, sino también colectiva: «La santidad de Gaudí es parte de
la comunidad cristiana. Sin testimonios no hay fe. El de Gaudí es un testimonio
de fe, hasta las últimas consecuencias, hasta el último momento de su
vida. Quiso morir en el hospital de los pobres, en el antiguo
hospital de la Santa Cruz de Barcelona, cerca de la basílica. Murió como un
pobre de Jesucristo», asegura.
«Ha llegado el momento
de beatificarlo»
Una pobreza que
vivió de forma especial a raíz de su profundo cambio de vida interior en 1894
mientras trabajaba en la representación de la Natividad en la fachada noreste
de la calle Marina. En este momento inicia un proceso espiritual que le permite
dar un gran salto adelante, mientras empeña todo su patrimonio en la
construcción del templo y desestima
lucrativos proyectos en Nueva York y París.
El
profesor Puig tiene una definición para este progreso espiritual de Gaudí: «Es
básicamente una clarificación». Y añade: «Le faltaba la velocidad interior, que
es la consecuencia de la experiencia profunda de Dios, lo que le llevará a
acabar sus días como mística». Así, la construcción de la basílica se convierte
para el arquitecto modernista en motivo de santificación, de dar gracias a
Dios, no de lucimiento personal.
«Ha llegado el
momento de beatificar a Gaudí». Cuando Ignasi
Segarra (Albesa, 1929-Barcelona, 2003) dijo estas palabras al
acercarse a los feligreses de la iglesia de Riudoms (Tarragona) el viernes
santo de 1992, sabía también que el proyecto sería inicialmente rechazado por
el arzobispado de Barcelona. Los feligreses del pueblo, donde Gaudí pasó largas
temporadas de su infancia y aprendió las primeras lecciones de la naturaleza,
se quedaron perplejos.
El impulso de Juan
Pablo II
Curtido en las
primeras misiones de expansión del Opus Dei en Nueva York, Boston y Chicago, el
sacerdote e ingeniero Ignacio Segarra, fue, junto a un grupo de arquitectos e
intelectuales barceloneses, el gran promotor de la primera asociación civil pro
beatificación. El entonces cardenal
Ricard María Carles, que hacia frente a diversos problemas internos en la
archidiócesis barcelonesa, se desentendió de la propuesta.
Fue a partir del año
2000 cuando la beatificación del genio modernista despertó el interés del
Vaticano. La campaña internacional de la asociación había dado sus frutos y san Juan Pablo II tenía interés en
beatificar a cristianos laicos. Tanto es así, que La Tarraconense, que integra
a los obispos catalanes, elaboró un dossier sobre la vida del arquitecto que
fue acogido con gran interés por el Vaticano.
El proceso cobra
vida a partir de entonces y vive un impulso decisivo en 2010 con la
consagración papal de la basílica. «Todo
cambia con Benedicto XVI», explica a El Debate Josep-Ignasi Saranyana,
profesor emérito de Historia de la Teología de la Universidad de Navarra. «El
Papa se dio cuenta que La Sagrada Familia era como el símbolo de una manera
moderna de presentar el evangelio». Benedicto XVI elogió la figura de Gaudí en
su vertiente humana y artística y su visita a la basílica en noviembre de 2010,
acompañado de los cardenales Tarcisio Bertone, exsecretario de Estado de la
Santa Sede, y Lluís Maria Martínez Sistach, cardenal arzobispo, fue todo un
revulsivo para la ciudad de Barcelona.
A finales de 2023 se presentó la positio a
la Sant Sede y el arzobispado de Barcelona se implicó a fondo en la causa
creando la nueva Asociación Canónica pro Canonización de Antoni Gaudí, que
sustituye a aquella incipiente asociación civil registrada en la Generalitat en
1992. El cardenal Juan José Omella considera ahora que, desde
la sede barcelonesa, el proceso debe asumirlo una entidad canónica por sus
naturales implicaciones jurídicas. Y con ello también se quiere agilizar y
acelerar la causa.
«Afrontamos esta beatificación como un proceso de redescubrimiento de la santidad de Gaudí», asegura Armand Puig, que también forma parte de la comisión canónica presidida por el cardenal Omella y copresidida por Josep Maria Turull, rector de la Basílica. «El Santo existe, no hay que construirlo. Nuestra tarea es desvelarlo», concluye Puig.
María Rabell García Corresponsal
en Roma y El Vaticano
Ramón Balmes
Fuente: El Debate