Francisco escribe a la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, que afronta una «crisis» con el programa lanzado por el recién elegido presidente Trump de deportaciones masivas de inmigrantes y refugiados clandestinos: «Un auténtico Estado de derecho se verifica en el trato digno que merecen todas las personas, especialmente las más pobres y marginadas».
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Obispos de Estados Unidos con el Papa durante su última Visita Ad Limina en 2020. Foto: CNS. Dominio público |
Al principio fue el cardenal de Chicago, Blaise Cupich, quien, antes incluso de la toma de posesión del nuevo presidente Donald Trump, declaró su oposición a cualquier programa de deportación masiva de inmigrantes, después el obispo de El Paso, Mark Joseph Seitz, quien reiteró su no tolerancia hacia cualquier forma de injusticia y, por último, toda la Conferencia Episcopal de Estados Unidos expresó su consternación por las medidas anunciadas por el mandatario republicano sobre la repatriación de millones y millones de inmigrantes clandestinos y la militarización de la frontera entre Estados Unidos y México.
Ahora es el mismo Papa quien interviene sobre la «gran crisis
que se está produciendo en Estados Unidos debido al inicio de un programa de
deportaciones de masa» iniciado por la nueva administración estadounidense tras
la toma de posesión del presidente. Francisco, que asegura haber seguido «de
cerca» la crisis, envía una carta a los obispos de Estados Unidos para
expresarles cercanía y apoyo en estos «delicados momentos» que les toca vivir
como pastores junto al pueblo y, al mismo tiempo, denunciar algunas
disposiciones que van contra la propia dignidad humana.
Herida a la dignidad
humana
«El acto de deportar personas que en muchos casos han dejado su
propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación,
de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente, lastima la dignidad
de muchos hombres y mujeres, de familias enteras, y los coloca en un estado de
especial vulnerabilidad e indefensión», dice el Papa Francisco en un pasaje de
la misiva, dividida en diez puntos, difundida hoy en inglés y español. La carta
llega poco más de dos semanas después de que la cuenta X de la Casa Blanca
publicara fotografías de una docena de migrantes caminando en fila, esposados y
encadenados, hacia un avión militar para ser devueltos a su patria.
El derecho a defender
las propias comunidades
En el texto, el Pontífice subraya que «la conciencia
rectamente formada no puede dejar de realizar un juicio crítico y expresar su
desacuerdo con cualquier medida que identifique, de manera tácita o explícita,
la condición ilegal de algunos migrantes con la criminalidad». Ciertamente, el
Papa reitera la necesidad de reconocer «el derecho de una nación a defenderse y
mantener a sus comunidades a salvo de aquellos que han cometido crímenes
violentos o graves mientras están en el país o antes de llegar». Pero el acto
de la deportación no deja de ser una herida a la dignidad humana, la dignidad
«infinita y trascendente» dada por un «Dios siempre cercano, encarnado,
migrante y refugiado».
Un trato digno para todos
Para el Papa, no se trata de una cuestión secundaria: «Un
auténtico Estado de derecho se da precisamente en el trato digno que merecen
todas las personas, especialmente las más pobres y marginadas», escribe en la
carta. «El verdadero bien común se promueve cuando la sociedad y el gobierno,
con creatividad y respeto estricto al derecho de todos —como he afirmado en
numerosas ocasiones—, acogen, protegen, promueven e integran a los más
frágiles, desprotegidos y vulnerables». Ello no impide la maduración de «una
política que regule la migración ordenada y legal», siempre que no se construya
«a través del privilegio de unos y el sacrificio de otros». «Lo que se
construye a base de la fuerza, y no a partir de la verdad sobre la igual
dignidad de todo ser humano, mal comienza y mal terminará», advierte el Papa.
Mirar las normas a la
luz de los derechos humanos
Recuerda a los obispos que Jesucristo, «amando a todos con un
amor universal», educa al «reconocimiento permanente» de la dignidad de cada
ser humano: «sin excepción». Al hablar de «dignidad infinita y trascendente»,
subraya que «que el valor más decisivo que posee la persona humana, rebasa
y sostiene toda otra consideración de carácter jurídico que pueda hacerse
para regular la vida en sociedad». Por eso, señala Jorge Mario Bergoglio,
«todos los fieles cristianos y los hombres de buena voluntad, estamos llamados
a mirar la legitimidad de las normas y de las políticas públicas a la luz de la
dignidad de la persona y sus derechos fundamentales, no viceversa».
No sólo eso, los cristianos son muy conscientes de que «sólo
afirmando la dignidad infinita de todos, nuestra propia identidad como personas
y como comunidades alcanza su madurez». «¡La persona humana no es un mero
individuo, relativamente expansivo, con algunos sentimientos filantrópicos! La
persona humana es un sujeto con dignidad que, a través de la relación
constitutiva con todos, en especial con los más pobres, puede gradualmente
madurar en su identidad y vocación».
Ordo amoris
En la carta, el Papa se refiere también al principio del ordo
amoris, elaborado en la teología de San Agustín para afirmar que todos y
todo debe ser amado como es debido. El concepto fue mencionado recientemente
por el vicepresidente JD Vance para justificar las medidas contra la
inmigración ilegal en Estados Unidos. «El verdadero ordo amoris que es
preciso promover, es el que descubrimos meditando constantemente en la parábola
del “buen samaritano” (cf. Lc 10,25-37),
es decir, meditando en el amor que construye una fraternidad abierta a todos,
sin excepción», afirma el Papa Francisco
en la carta.
«Preocuparse por la identidad personal, comunitaria o nacional,
al margen de estas consideraciones, - añade - fácilmente introduce un criterio
ideológico que distorsiona la vida social e impone la voluntad del más fuerte
como criterio de verdad».
No a las narrativas que discriminan y causan sufrimiento
Por ello, el Obispo de Roma está al lado de sus hermanos de los
Países de Ultramar, reconociendo sus valiosos esfuerzos al trabajar «de manera
cercana» con los migrantes y refugiados y en la defensa de los derechos humanos
fundamentales. «¡Dios premiará abundantemente todo lo que hagan a favor de la
protección y defensa de quienes son considerados menos valiosos, menos
importantes o menos humanos!», asegura el Papa. Y en las líneas finales de la
misiva se dirige a todos los fieles de la Iglesia católica y a todos los
hombres y mujeres de buena voluntad, apelándoles a «no ceder a narrativas que
discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos y hermanas
migrantes y refugiados». «Con caridad y claridad todos estamos llamados a vivir
en solidaridad y fraternidad, a construir puentes que nos acerquen cada vez
más, a evitar muros de ignominia, y a aprender a dar la vida como Jesucristo la
ofrendó, para la salvación de todos».
Una oración a la
Virgen de Guadalupe
Por ello, una oración a la Santísima Virgen María de Guadalupe,
patrona de México, para que «proteja a las personas y familias que viven con
temor o dolor la migración y/o deportación». Que la «Virgen morena», reza el
Papa, ayude a todos a dar «un paso adelante en la construcción de una sociedad
más fraterna, incluyente y respetuosa de la dignidad de todos».
Lea aquí la
carta completa del Papa Francisco a los Obispos de los Estados Unidos de
América.
Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News