La Iglesia española se reúne en un congreso sobre la vida como vocación: ¿Para quién soy? El objetivo es proponer de nuevo la vida como vocación (llamada de otro y respuesta)
Ecclesia |
«La Iglesia no
se edifica sobre proyectos, sino sobre la caridad», dice un pensador católico
actual basado en la mejor tradición de la Iglesia y, especialmente, en los
grandes místicos. La caridad es el corazón de Dios, que es amor. En ese amor
hemos sido creados, redimidos y enviados en la misión de comunicarlo. El amor
es don recibido que hace posible el don de sí. Quien nos ha amado primero se da
y, en la entrega de su ser, nos llama a ser don permanente.
Con esta
luz en el corazón, la Iglesia española se reúne en un congreso sobre la vida
como vocación: ¿Para quién soy? El objetivo es proponer de nuevo la vida
como vocación (llamada de otro y respuesta) frente a la pasividad de nuestra
vida mediocre y la autorreferencialidad propia del individualismo de la
sociedad actual. Ante la cultura del «empoderamiento» insaciable, el humilde
servicio. Más allá de la pastoral de los valores y de la opción, la propuesta
de la obediencia y la santidad.
La vida tiene
un código fuente, una contraseña. Somos don, amor que se ofrece, y solo en la
medida que se vive así, se descubre el sentido. Todos tenemos esta experiencia
—todos, todos, todos— cuando hacemos algo en lo que damos la vida. Esa es la
propuesta antropológica de fondo: somos don.
Luego hay una
propuesta eclesial. Vivimos en un tiempo marcado por una palabra: sinodalidad.
Somos pueblo y camino. Vamos juntos y subrayamos en este juntos la importancia
que tienen todas las vocaciones. Todas, para la comunión y la misión de la
Iglesia. El analogado principal de la Iglesia sínodo es la celebración de la
Eucaristía. En ella, como asamblea de llamados, estamos muchos, algunos, uno,
expresando lo que la Iglesia es: un pueblo, convocado, congregado y enviado que
tiene la forma del Cuerpo de Cristo. Todos partícipes de la comunión y misión
de la Iglesia en corresponsabilidad diferenciada.
La propuesta de
la vida como vocación supone también una aportación social, «una bandera
levantada» que convoca a responder a la llamada de la dignidad, el bien común y
el dolor de los conciudadanos. Un congreso que va más allá de la propia vida
eclesial y plantea qué significado tiene el Evangelio de la vocación en la
sociedad actual.
Por todo ello,
las cuestiones de fondo que hemos reflexionado en la preparación del congreso,
y que aparecerán en los diálogos de esta gran fiesta eclesial son la
«antropología del don», la «Iglesia como asamblea de llamados» y la misión de
anunciar «el Evangelio de la vocación como servicio social». Estamos
convencidos de que el don de sí edifica la Iglesia y transforma la
sociedad.
La
«antropología del don» se centra en la comprensión del ser humano como
llamado a darse a sí mismo en amor y servicio a los demás. Esta perspectiva
antropológica subraya la idea de que la vida humana encuentra su plenitud en la
entrega generosa y desinteresada. Ya lo dice el Concilio: «El hombre, única
criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su
propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». (Gaudium
et Spes 24). Cada vocación específica —ya sea sacerdotal, laical,
matrimonial, especial consagración — es una manifestación de esta dinámica de
donación.
La Iglesia «asamblea
de llamados» reúne a todos los bautizados en una comunidad de fe, esperanza
y amor. La caridad, don de sí, toma forma y se hace presente en la Iglesia y la
sociedad como caridad pastoral, caridad política, esponsal y caridad consumada.
El Congreso de Vocaciones profundizará en este aspecto eclesiológico,
reflexionando sobre cómo cada cristiano, por el hecho de su Bautismo, es
capacitado para el don de sí que le permitirá descubrir su lugar concreto en
torno a la mesa de la Eucaristía y su manera de representar a Cristo en la
comunidad y en el camino de la misión. Cada miembro de la Iglesia tiene un
papel único que desempeñar, y todos juntos formamos un cuerpo armónico, cuya
misión es reflejar el amor de Cristo en el mundo. Este ser eclesial como
asamblea de llamados enfatiza la responsabilidad compartida y diferenciada y la
participación activa de todos los fieles en la vida y misión de la Iglesia.
Enviados a
anunciar «el Evangelio de la vocación como servicio social». La salida
misionera es una acción de gracias por el don recibido y la respuesta al
dinamismo de comunión y entrega a las que nos incorpora el Misterio pascual.
Esta presencia testimonial de la vida como vocación tiene una singular
relevancia social. El proyecto dominante de vida lograda está atravesado por la
reivindicación del «derecho a tener derechos», que afirma el yo independiente,
y por un «nosotros» enfrentado a otro «nosotros» en la lucha por encontrar el
lugar adecuado, mejor privilegiado, en la carrera del progreso incesante. El
Evangelio de la vocación quiere ayudar a despertar el tesoro escondido del don
que habita todos los corazones y a reconocer en los derechos de los demás una
llamada del deber de amor que nos ayuda a descubrir quienes somos realmente.
Por eso, con el Papa en Christus vivit, creemos que responder con la
propia existencia a la pregunta «¿para quién soy?» nos ayudará a caer en la
cuenta de quiénes somos.
El hilo
argumental del congreso nos permitirá reconocer que el Don entra en la historia
en la Palabra que crea y se hace carne, cuerpo entregado que nos recrea
como Sujeto y nos congrega en la Comunidad, para ser enviados en Misión
que anuncia el Reino de Dios. En este hilo se entretejen talleres, experiencias
y testimonios que nos ayudarán a descubrir o renovar nuestra vocación.
Es una
oportunidad para redescubrir la belleza de la vida cristiana, como don regalado
que se manifiesta en el don de sí que edifica la Iglesia y transforma la
sociedad.
Luís Argüello
Fuente: Ecclesia