Monseñor
Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, en Nicaragua, está visitando España
durante estos días
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Foto cedida |
En 2023, fue
condenado a 26 años de prisión por el régimen de Daniel Ortega. Pasó un año en
cautiverio y después fue obligado a dejar su país. Sigue cuidando de su
diócesis desde Roma y está visitando España, como cuenta en esta entrevista con
la diócesis de Albacete
Monseñor
Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, en Nicaragua, está visitando España
durante estos días. En febrero de 2023, saltó a la palestra internacional al
conocerse que la dictadura de su país le condenara a 26 años de prisión por su
fe y las actividades propias de su sacerdocio. Pasó un año encarcelado,
sufriendo la falta de humanidad del régimen de Daniel Ortega, hasta que en
enero de 2024 fue expulsado de su país. Se vio obligado a marcharse a Roma.
Junto a sus sacerdotes diocesanos, acaba de conmemorar en Albacete el
centenario de la fundación canónica de la diócesis de Matagalpa, una diócesis
pequeña, de 6.500 kilómetros cuadrados, predominantemente rural, con una
población de 600.000 habitantes, 28 parroquias y en la que el 75 % de la
población profesa la fe católica.
—¿Cómo se
encuentra, monseñor Álvarez?
—Gracias a Dios, bien. He comenzado una visita pastoral. En Grecia, he dado
ejercicios espirituales a las dominicas de clausura. Después, visité Toledo,
donde hay tres seminaristas de mi diócesis. En Sevilla, estuve con dos
seminaristas y dos sacerdotes, con el objetivo de acompañarlos, conocer cómo se
encuentran y cómo se sienten. Desde allí viajé a Valencia para visitar a dos
sacerdotes, y ahora estoy en Albacete, donde hay tres sacerdotes en Casas de
Ves atendiendo la pastoral de las parroquias y, al mismo tiempo, viajando a
Valencia para especializarse en teología. El 24 de diciembre volví a Roma para
concelebrar en la misa del inicio del Jubileo.
—Un obispo
cercano a sus sacerdotes y su
gente…
—Siempre trato de estar cerca de mis sacerdotes. Para mí, esa es la
principal tarea pastoral, incluso antes que cualquier otra opción preferencial.
Ellos son mis hijos, mis hermanos, mis amigos y mis colaboradores más íntimos
en la misión apostólica y evangelizadora que el Señor me ha confiado. Sin los
sacerdotes, no podría trabajar. Por eso, dedico todo el tiempo necesario tanto
a ellos como a los seminaristas, que representan el futuro del clero.
—¿Cómo vive
la iglesia nicaragüense la situación del país?
—Recordamos con gratitud la carta que el Santo Padre dirigió a los
nicaragüenses el pasado 2 de diciembre. En ella, el Papa emplea un lenguaje
cercano y nos anima diciendo: «No se olviden de la providencia amorosa del
Señor, que nos acompaña y es la única guía segura. Precisamente, en los
momentos más difíciles, donde humanamente parece imposible entender lo que Dios
quiere de nosotros, estamos llamados a no dudar de su cuidado y misericordia».
—Seguir a
Cristo lleva a la persecución. ¿Cómo afrontar esta
situación?
—Siempre hago referencia a la carta del Papa, que dice: «Tengan la
certeza de que la fe y la esperanza realizan milagros. Miremos a la Virgen
Inmaculada; ella es el testimonio luminoso de esa confianza. Ustedes siempre
han experimentado su amparo materno en todas sus necesidades y han mostrado su
agradecimiento con una religiosidad muy hermosa y rica espiritualmente». Por
eso, nosotros nos acogemos siempre a la Purísima, la patrona de Nicaragua.
—¿Algún
mensaje a los jóvenes?
—Les invito a volver la mirada a la Sagrada Familia: Jesús, María y José.
San José, como varón justo, nos da un ejemplo de valentía y confianza en la
Providencia. En la carta Patris Corde, el Papa Francisco reflexiona que,
en cada circunstancia de su vida, José supo pronunciar su «sí», como María en
la Anunciación y Jesús en Getsemaní. El Evangelio nos enseña que Dios siempre
logra salvar lo importante, pero con la condición de que tengamos la valentía
creativa de José, quien supo transformar un problema en una oportunidad,
confiando siempre en la Providencia. Por tanto, a los jóvenes les animo a decir
«sí». Les pido que sean valientes, creativos e innovadores. Que no tengan miedo
y mantengan la energía necesaria para transformar el mundo en un lugar mejor
para todos.
—No es la
primera vez que visita Albacete…
—En efecto, ya estuve en otra ocasión. Hemos establecido un hermanamiento
entre ambas diócesis. Desde Albacete se acoge a sacerdotes de mi diócesis para
que estudien en Valencia, en la Universidad Católica. Me siento muy a gusto
aquí, porque encuentro una Iglesia doméstica que me recuerda a mi propia
diócesis.
—¿Qué le
pide al nuevo año?
—No le he pedido más que hacer la voluntad del Señor. En ella se encuentra
nuestra paz y nuestra esperanza. No me interesa más que hacer lo que el Señor
quiera. Sólo le pido al Espíritu Santo discernimiento para descubrir la voz del
Señor en mi interior, en los signos de los tiempos y en los acontecimientos de
la historia. También en cada encuentro con los demás, mirándonos a los ojos sin
miedo, sin humillaciones ni extrañezas, para que así nazca en nosotros la
voluntad divina.
José Joaquín
Tárraga
Fuente:
Ecclesia