También les ha pedido que rechacen las «primeras posiciones», así como los sitios «más cómodos»
Foto: Vatican Media. Dominio público |
El Santo Padre ha dejado claro que sembrar esperanza no tiene nada que ver con «decir palabras de cortesía u optar por un buenismo dulzón». En el camino de Jesús, que lleva a la Jerusalén celeste, «no se puede avanzar solo, sino en comunidad, guiando, defendiendo, asistiendo y bendiciendo a aquellos que el Señor nos dejó como tarea».
En su alocución, ha propuesto a los jóvenes futuros sacerdotes una alegoría en la que ha usado la metáfora del viaje de la vida. Francisco ha llamado a identificar las señales que van marcando el itinerario. La primera, la dirección hacia el cielo, es decir, «al encuentro definitivo con Jesús». Por ello, hay que saber rechazar «las primeras posiciones» y los «sitios más cómodos». Para el Papa son «callejones sin salida, que, si tenemos la desdicha de tomarlos, debemos salir marcha atrás con trabajo y vergüenza».
La segunda señal son los peligros en el camino. Para ilustrarlo, ha reivindicado a san Pelayo, el adolescente de catorce años martirizado durante el califato de Abderramán III en Córdoba, y ha llamado a seguir su ejemplo de cómo «en medio del dolor de una guerra, de la crueldad más indigna del ser humano, armados con el yelmo de la esperanza, se puede dar testimonio».
Continuando con el símil del camino de la vida, ha señalado que la tercera señal son lo que ha llamado las «zonas de avituallamiento». «Necesitamos ser sostenidos, sentir la presencia del que es nuestra única esperanza», ha desarrollado. Y ha continuado: «Nos repara cuando y nos acoge cuando nos vence la fatiga y debemos detenernos a hacer una pausa. Sin esa esperanza, ponernos en camino sería una locura, pero fiados en Él no tenemos dudas de que llegaremos al puerto deseado».
Victoria
Isabel Cardiel C.
Fuente:
Alfa y Omega