Cuando un bebé recibe el Bautismo, los padres siente alivio porque han cumplido, sin embargo, recordemos que este es solo el principio de toda una vida
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Posiblemente
todos hemos sido testigos de un Bautismo. Los padres sienten felicidad porque
su hijo o hija ha ingresado a la Iglesia católica y comparten su alegría con
sus familiares y amigos cercanos.
Sin embargo,
hay que aclarar que ese es solo el principio de toda una vida, ya que este es
el primer sacramento de iniciación cristiana. Si Dios quiere, tendrá que
prepararse para continuar su aprendizaje y la vivencia de su fe.
¿Qué sigue
después del Bautismo?
Recordemos lo
que dice el Derecho Canónico con respecto al niño que será bautizado,
enfocándonos en lo que les toca a los padres:
"[...]
presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una
vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones
inherentes al mismo".
Canon 872
Actualmente,
para bautizar se requiere que los padres reciban una plática para que estén
conscientes del compromiso que adquieren, además, al iniciar el rito, el
sacerdote les pregunta si están dispuestos a educar al niño en la fe. Si
responden que sí, quedan obligados a cumplir.
Educar en la
fe
Entonces
entendamos qué sigue después. Y lo primero, aunque el bebé sea pequeño, es
educarlo como hijo de Dios. ¿Y eso cómo se hace? El Catecismo de la Iglesia
católica nos indica que:
"Por su
naturaleza misma, el Bautismo de niños exige un catecumenado
postbautismal. No se trata solo de la necesidad de una instrucción
posterior al Bautismo, sino del desarrollo necesario de la gracia bautismal en
el crecimiento de la persona. Es el momento propio de la catequesis".
CEC 1231
Vivir la fe
Como acabamos
de leer, la catequesis es el siguiente paso para que la gracia bautismal
crezca. Pero es obvio que no se puede enviar al pequeño a que tome lecciones,
son los padres quienes tienen que comenzar con la formación de su hijo.
Y eso se hace
de una manera simple: ¡viviendo la fe! es decir, papá y mamá deben rezar, ir a
Misa y hacer obras buenas.
Pero también
dar testimonio cristiano tratándose bien entre sí, siendo responsables en sus
trabajos y tareas domésticas, respetando al prójimo, no insultando a nadie,
instruyéndose y formándose también con el Catecismo, la sagrada Biblia, tomando
un curso, en fin.
La labor es
ardua porque se trata de una persona a quien hay que guiar por el camino
cristiano, porque "la fe debe crecer después del
Bautismo" (CEC 1254).
Pero también es
la manera en la que pondrán su granito de arena para que este mundo se mejor,
formando cristianos valiosos y comprometidos con el Reino de Dios.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia