Del «me confieso directamente con Dios» al «nunca me perdonará», el padre Ed Broom las refuta todas
![]() |
ReL |
"Quitémosle
la máscara al `Padre de la mentira´ respecto a sus tácticas para alejarnos de
la infinita misericordia de Dios canalizada a través de la Confesión",
afirma el padre Ed. Broom (En la imagen, el sacerdote Chris Zugger en una
catequesis sobre la confesión).
Aunque en los
últimos años se dan unas cifras
esperanzadoras en torno a un resurgir del sacramento de la confesión en
las diócesis donde esta se facilita o promueve, en términos generales son muchos
los católicos que se confiesan poco o nada.
Y de entre los
muchos argumentos que lo explican, para el experimentado sacerdote Ed
Broom, uno de los más relevantes es que "el diablo nunca se va de
vacaciones".
Como escribió
recientemente en Catholic Exchange, uno de los principales ataques del
demonio a las almas afecta directamente a la práctica y recepción del
sacramento de la confesión.
Siendo
sumamente astuto y con un intelecto pervertido, inclinado al mal y buscando
nuestra condenación, subraya Broom, "el diablo nunca deja de
proporcionar razones para no acercarse a Dios. Sabe cómo y cuándo atraernos
hacia sus trampas, pero sobre todo, sabe convencernos de que no nos confesemos,
de que lo pospongamos o incluso de que hagamos malas confesiones".
Por ello, y
para "quitarle la máscara al padre de la mentira", el sacerdote
oblato de la Virgen María ha sintetizado "las diez grandes mentiras del
diablo" materializadas en las objeciones comunes a la confesión y explica
cómo hacerlas frente.
1º Yo me
confieso directamente con Dios
El sacerdote
lamenta que muchos católicos han sido fuertemente influenciados por las
doctrinas protestantes cuando afirman que no necesitan confesarse con una
persona porque se lo hacen "directamente con Dios". Sin
embargo, explica Broom, "Jesús nos dio el sacramento de la confesión
aquella cuando sopló sobre los apóstoles diciendo: `A quienes perdonéis los
pecados, les quedarán perdonados; a quienes se los retengáis, les quedarán
retenidos´". Puede que sea más fácil confesarse
directamente con Dios, agrega el sacerdote, "pero Jesús quiso que
nos confesásemos a través del sacerdote, que actúa in persona Christi,
en persona de Cristo, en el sacramento de la confesión".
2º El
sacerdote es solo un hombre y un pecador más
Otra de las
objeciones que recoge Broom respecto de la confesión es que el sacerdote es
solo un hombre más, un pecador, y muchos se preguntan por qué deben confesarse
con un pecador como cualquier otro. "Y es cierto", dice Broom,
"el sacerdote es un pecador y tiene que confesarse con otro
sacerdote para recibir la absolución. Incluso el Papa. Sin embargo, a
un sacerdote válidamente ordenado se le ha dado el poder y la gracia para
perdonar los pecador en nombre del Señor. Cristo comunica su gracia de sanación
y perdón a través del sacerdocio".
3º El
sacerdote está demasiado ocupado para alguien como yo
"Esta es
una mentira evidente del diablo. Los sacerdotes están ocupados, pero deben
encontrar el momento, lugar y disponibilidad para escuchar la confesión de las
almas que se les confió. Según el Derecho Canónico, los fieles tienen
derecho a confesarse con su pastor, si las circunstancias lo permiten. ¿Qué
es más importante que reconciliar a un pecador con Dios, procurando el camino
hacia su salvación eterna?".
4º El
sacerdote se enfada conmigo
Para estos
casos, Broom recomienda acercarse al momento de La
Divina Misericordia en mi alma de Santa Faustina Kowalska, cuando
relata una confesión que parecía no ir bien, cargada de incomprensión. Cuando
Jesús se comunicó con ella, relata Broom, "le reveló las razones por las
que no estaba en paz después de esa confesión: no rezó por el sacerdote
antes de entrar al confesionario. Adquiera el hábito de rezar por el
sacerdote antes de entrar al confesionario, esto puede allanar el camino para
una confesión pacífica y eficaz".
5º No
conozco los mandamientos
Es una de las
objeciones más simples de refutar, pues "hay abundante material
sobre cómo confesarse, así como de los diez mandamientos, examen de
conciencia…etc. Se pueden comprar folletos, buscarlos en Internet o
consultar en la parroquia o iglesia más cercana".
6º Tengo
miedo y vergüenza
"El miedo
y la vergüenza paralizantes vienen del maligno, nunca de Dios. San Felipe Neri
señaló que el diablo nos quita hábilmente el miedo y la vergüenza cuando nos
convence de elegir el pecado, pero cuando se nos llama a volver a Dios a través
de la confesión sacramental, puede mentirnos tanto que nos quedamos
paralizados y nunca llegamos al confesionario", explica.
7º Mis
pecados son tan graves que no pueden ser perdonados
Broom regresa
sobre Santa Faustina y sus meditaciones para recordar que Jesús afirmó
"sin lugar a dudas, con la mayor claridad y énfasis que el pecado
que más le ofende es la falta de voluntad de confiar en su infinita
misericordia. De hecho, no hay pecado tan grave que la infinita
misericordia del Corazón de Jesús no pueda perdonar".
8º La gente
sabrá cuáles son mis pecados
"¡De
ninguna manera!", responde el sacerdote, pues "el secreto de
la confesión es una de las obligaciones más serias del oficio del
sacerdocio. El sacerdote está obligado, bajo pena de excomunión ,
a mantener el secreto absoluto de todo lo que se ha dicho en el contexto de la
confesión. Ha habido sacerdotes santos que han sido martirizados por
mantener el secreto inviolable del confesionario".
9º Ya iré
mañana cuando esté preparado
Esta es otra de
las razones más comunes para no confesarse en el momento. Sin embargo,
argumenta, "en cualquier empresa o actividad, nunca vamos a estar
perfectamente listos y preparados. ¡Sólo Dios es perfecto! Sin embargo,
especialmente si nos encontramos en un estado de pecado, un estado de peligro
moral, entonces bajo ninguna circunstancia debemos posponer nuestra
confesión. No queremos jugar a la ruleta rusa con nuestra salvación".
10º ¿Por qué
confesarme si volveré a caer en el mismo pecado?
El sacerdote
admite que puede que así sea, pero es precisamente la confesión frecuente lo
que es de gran ayuda para superar gradualmente las faltas de las que nos
confesamos. Así, resumiendo la teología moral al respecto, Broom menciona que
el sacerdote, "como padre, amigo y sanador, puede ayudar sutilmente al
penitente a superar gradualmente sus mayores pecados. De esta forma, con
la ayuda de la gracia de Dios y la confesión frecuente, el pecado puede ser
cometido con menos gravedad y frecuencia, y un día, ser vencido por
completo. Lo importante para el penitente es confiar en la misericordia de
Dios, tratar de evitar la ocasión próxima de pecado y poner toda la voluntad y
el esfuerzo posible", sentencia.
Fuente: ReligiónenLibertad