Un sacramento fundamental para todo católico
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Recibir la
comunión y acudir frecuentemente el sacramento de la confesión son dos
sacramentos fundamentales para la vida del católico. En buena medida, la
salud del alma de las personas depende de que acudan preparados y con fe a
estos sacramentos.
La salvación
eterna depende de la preparación, disposición y recepción de estos sacramentos.
Siendo así, hay que hacer un esfuerzo concertado no sólo para recibirlos con
frecuencia , sino también para mejorar constantemente su recepción. Cuanto
más se aprenda sobre la Confesión, mayores serán las probabilidades de poder
hacer una buena confesión.
Para ello, el
padre Ed Broom, gran experto en cuestiones de espiritualidad,
ofrece en Catholic Exchange estos diez consejos para
realizar una buena confesión:
1. Claridad
Una señal
evidente de la acción del Espíritu Santo es la claridad y la transparencia. Por
el contrario, el diablo a menudo se puede detectar por la confusión, la
ambigüedad y la incertidumbre. Como dijo Jesús: “Sea vuestro hablar
sí, sí, o no, no”.
2. Conciso
Las confesiones
no tienen por qué ser largas y prolongadas. De hecho, muchos confunden la
confesión con una simple conversación, dirección y asesoramiento espirituales.
Es cierto que, a veces, la dirección puede desempeñar un papel en la confesión,
pero sólo de manera secundaria. La esencia del sacramento reside en
simplemente declarar nuestros pecados. No andes con rodeos; sé rápido
y directo.
3. Concreto
Otra cualidad
esencial para una buena confesión sacramental es ser concreto, no vago ni
abstracto. Por ejemplo, una persona que confiesa: “A veces soy una
mala persona” o “No soy tan santo como debería ser”, ¡bienvenido al club!
¡Todos en el mundo (excepto Jesús y María) tendrían que admitirlo! Así que sea
concreto en sus confesiones, confiese los pensamientos, palabras o acciones
pecaminosas y cualquier información circundante estrictamente relevante, como
la intención y las circunstancias.
4. Completo
La Iglesia
establece en el Derecho Canónico y en el Catecismo que todos los
pecados mortales —en especie (tipo) y número— deben especificarse. Por
ejemplo, si uno falta deliberadamente a la Santa Misa el domingo, entonces debe
especificarse el número de veces. ¡Esto es lo que queremos decir con completo!
5. Contrito
Para que una
confesión sacramental sea legítima y eficaz, debe haber una verdadera
contrición de corazón. En otras palabras, debemos estar arrepentidos y
dispuestos a renunciar y evitar el pecado en el futuro. San Agustín
afirma que todos somos mendigos ante el Señor. Al igual que Bartimeo, el
mendigo ciego de Marcos 10, debemos pedir humildemente la gracia de la
verdadera contrición de corazón para poder hacer confesiones válidas.
6.
Convicción
Debemos estar
imbuidos de la máxima confianza y convicción de que el Señor nos ama
verdaderamente, quiere lo mejor para nosotros y puede ayudarnos a liberarnos
del pecado. Su misericordia y amor son verdaderamente más poderosos que
nuestro pecado, y cualquier pensamiento contrario puede ser condenado.
7.
Corrección
Relacionada con
la contrición está la corrección. Debemos estar dispuestos y preparados, con la
ayuda de las infinitas gracias de Dios, a corregir nuestros malos
hábitos, a tomar las medidas necesarias para la corrección y a evitar
cualquier persona, lugar, cosa o circunstancia que pueda fácilmente llevarnos
de nuevo a esa trampa del pecado. En palabras de Jesús, el pecado es esclavitud
espiritual. Él vino a liberarnos cautivos para que podamos experimentar verdaderamente
la libertad de ser hijos e hijas de Dios.
8.
Compensación
Todos
probablemente reconoceremos este paso: ¡hay que cumplir con la
penitencia que nos ha dado el sacerdote! Si hemos dañado la propiedad
de alguien o su buen nombre, entonces debe llevarse a cabo algún tipo de
compensación. Esto cae dentro de la virtud cardinal de la justicia, o dar a
cada uno lo que le corresponde. Otro ejemplo sería que si un hombre roba una
manzana, entonces debe regresar y pagar por la manzana. Con este acto, practica
la retribución, devolviendo lo que había tomado injustamente. Aunque nunca
podemos "pagarle a Dios" por las ofensas cometidas contra Él,
podemos, a través de nuestra penitencia, mostrarle un pequeño acto de
restitución.
9.
Conversión
Uno de los
frutos más eficaces de la Confesión es la conversión, el alejamiento
del pecado y la conversión hacia Nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Un
auténtico cambio de corazón, la renuncia al mal y la conversión del pecado a la
virtud dependen de la gracia de Dios y de nuestra correspondencia con esa
gracia. La Confesión es verdaderamente un encuentro con Jesús, que es Dios, y
que Él, el Médico Divino, es el único que puede sanar verdaderamente nuestras
almas. En innumerables pasajes del Evangelio, contemplamos a Jesús sanando y
reformando no sólo a pecadores, sino a grandes pecadores. Santa María Magdalena
tenía siete demonios dentro de ella; Jesús no sólo la sanó, sino que la
transformó en una gran santa.
10.
Confianza
Una de las
enseñanzas más destacadas del Diario de la Misericordia en mi alma de
Santa Faustina es que Jesús insiste en que todos, especialmente los pecadores
más empedernidos, tengan una confianza ilimitada en su infinita e inagotable
misericordia. El mayor pecador puede convertirse en el mayor santo,
bajo una condición: CONFIANZA, CONFIANZA, CONFIANZA en la Misericordia del
Sagrado Corazón de Jesús. En la pintura de la Imagen de la Divina
Misericordia, Jesús insistió en que las palabras “Jesús, en Ti confío”
estuvieran escritas en la pintura misma. Al acercarnos al Sacramento de la
Confesión, también conocido como el Sacramento de la Misericordia de Dios,
acerquémonos no con una confianza parcial sino con una confianza infinita e
ilimitada. La abundancia de gracia que recibamos será proporcional a nuestra
confianza en la misericordia del Sagrado Corazón de Jesús.
Fuente: Religión en Libertad