No sean prisioneros del "yo" autosuficiente
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En la
solemnidad de Cristo Rey y Jornada Mundial de la Juventud, el Papa invita a
mirar a Jesús, a renunciar a la lógica del poder, a no ser prisioneros del
"yo", a rechazar las manipulaciones por una visibilidad que solo
lleva a la angustia, a la falsedad y a la renuncia de la verdadera libertad y
amor.
“No es
verdad que la historia la hacen los violentos y los prepotentes. Muchos males
que nos afligen son obra del hombre, engaño del Maligno, pero todo será
sometido, al final, al juicio de Cristo, Rey justo y misericordioso. Él nos
deja libres, pero no nos deja solos”.
Estas palabras
del Santo Padre dichas casi al final de su homilía de la Santa Misa en la
Solemnidad de Cristo Rey, este domingo, en la Basílica de San Pedro, dejan ese
sabor y conciencia de la esperanza, de ese Dios que nos levanta cuando caemos y
nunca deja de amarnos, “para que podamos continuar el camino con alegría”
Miles de fieles
y peregrinos, muchos de ellos jóvenes, participaron en la eucaristía, al
celebrarse también hoy la Jornada Mundial de la Juventud en cada diócesis del
mundo. Y es precisamente a Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo al que
debemos dirigir la mirada, al Señor, principio y fin de todas las cosas. “Una
contemplación que eleva y entusiasma”, aseguró el Papa, a pesar de las
inquietudes que puedan provocar las guerras, la violencia, los desastres
ecológicos, la precariedad laboral, la incertidumbre económica, las divisiones
y las desigualdades que polarizan la sociedad.
Acusaciones,
consensos, verdad
Para superar
las inquietudes que las vicisitudes de nuestro mundo pueden provocar,
especialmente en los jóvenes, el Papa invitó a reflexionar, a la luz de la
Palabra de Dios sobre tres aspectos que nos desafían en nuestro camino:
las acusaciones, la necesidad de consensos y
la verdad.
Sobre las acusaciones,
Francisco ilustró a un Jesús en el banquillo de los acusados, como propone el
Evangelio de hoy, ante Poncio Pilatos, símbolo del poder, que a pesar de
reconocer su ascendencia sobre la gente que lo sigue como un maestro, el
Mesías, lo procesa y condena a muerte.
“Y Él, que
siempre predicó la justicia, la misericordia y el perdón, no tiene miedo, no se
deja atemorizar, ni tampoco se rebela; sino que permanece fiel a la verdad que
ha anunciado, hasta llegar al sacrificio de su propia vida”.
No tengan
miedo de las condenas
Con estas
palabras, el Santo Padre se dirige a los jóvenes para advertirles que podrían
“ser puestos “bajo acusación” por el hecho de seguir a Jesús”. Puede que los
consideren “fracasados porque se mantienen fieles al Evangelio y a sus
valores", porque no se amoldan, no actúan como todos los demás.
“No tengan
miedo de las “condenas”, no se preocupen; antes o después, las críticas y las
acusaciones falsas caen y los valores superficiales que las sostienen se
revelan por lo que son, ilusiones. No se dejen embriagar por las ilusiones,
sean concretos”.
No se maquillen
el alma y el corazón
Para hablar de
la necesidad de consensos, su segundo punto, Francisco recuerda que Jesús no
actúa para asegurarse el éxito, para ganarse a los poderosos o para obtener
apoyo, porque rechaza toda lógica de poder. “¡Es libre de todo esto!”. De allí
su invitación a no dejarse llevar por el afán de la fama, el reconocimiento, la
aprobación, tan difundido hoy en día, pues se vive en la angustia y se termina
por “abrirse paso a codazos”, a competir, fingir, hacer concesiones y
traicionar los propios ideales por un poco de visibilidad.
“No se dejen
engañar por quienes, engatusándolos con vanas promesas, en realidad quieren
manipularlos, condicionarlos, usarlos para sus propios intereses. No se
conformen con ser “estrellas por un día”, estrella en las redes sociales o en
cualquier otro contexto”.
Tras contar un
anécdota de una joven que pensaba ser más bella con el maquillaje, Francisco
exhortó a los jóvenes a no maquillarse también el alma y el corazón, los invitó
a ser sinceros y transparentes, porque “el cielo -dijo- en el que están
llamados a brillar es más grande: es el cielo de Dios, donde el amor infinito
del Padre se refleja en nuestras innumerables y pequeñas luces”.
No sean
prisioneros del "yo" autosuficiente
Al insistir que
Dios los ama tal como son y que ante el Señor sus sueños valen más que el éxito
y la fama, el Pontífice pasa al tercer punto, la verdad. Y es que
“Cristo vino al mundo para dar testimonio de la verdad” y lo hizo enseñándonos
a amar a Dios y a los hermanos, porque es sólo en el amor, donde encuentra luz
y sentido nuestra existencia.
De no ser así,
explicó el Santo Padre, serán prisioneros de una gran mentira, la del
"yo" autosuficiente, raíz de toda injusticia y de toda infelicidad.
“El ‘yo’ que se dirige a sí mismo – continuó – al ‘yo’ conmigo, siempre ‘yo’ y
no tiene la capacidad de mirar a los demás, de hablar con los demás”. Un
llamado entonces a cuidarse de esa enfermedad del “yo” y buscar la verdad que
es Cristo.
“Cristo, que
es el camino, la verdad y la vida, despojándose de todo y muriendo desnudo en
la cruz por nuestra salvación, nos enseña que sólo en el amor podemos también
nosotros vivir, crecer y florecer en nuestra plena dignidad”
Los símbolos
de la JMJ
Francisco
recordó que al final de la Eucaristía los jóvenes portugueses confiarían los
símbolos de la Jornada Mundial de la Juventud a los jóvenes coreanos: la Cruz y
el icono de María Salus Populi Romani.
“Ustedes,
jóvenes coreanos, recibirán la Cruz, el Señor, la Cruz de la vida, el signo de
la victoria, pero no solos. Lo recibirán con su Madre. Es María quien nos
acompaña siempre hacia Jesús; es María quien en los momentos difíciles está
junto a nuestra Cruz para ayudarnos, porque Ella es Madre, Ella es nuestra
mamá”.
Un intercambio
que para el Papa es un signo y una invitación, para todos, “a vivir y llevar el
Evangelio a todos los confines de la tierra, sin detenernos y sin desanimarnos,
levantándonos después de cada caída y sin dejar nunca de esperar”
“Mantengamos
los ojos fijos en Jesús, en su Cruz, y en María, nuestra Madre. De esa manera,
aun en las dificultades, encontraremos la fuerza de seguir adelante, sin temer
las acusaciones, sin necesidad de consensos, felices de ser para todos,
testigos de la verdad, en el amor”.
Alina Tufani Díaz - Ciudad del Vaticano
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