Madre Ángela, su fundadora, explica a ReL este pujante carisma
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La Congregación Marta y María es muy joven como
organización -no llega al medio siglo- y muy joven en su composición, con abundancia
de vocaciones. Su crecimiento está siendo tan meteórico como firmemente
asentado sobre el cimiento propio de la vida religiosa: la oración.
En efecto:
cuando su fundadora, la Madre Ángela, recibe a ReL en la Residencia
de Ancianos Virgen de la Encina, en las afueras de Ponferrada (León), se
encuentran en la segunda tanda de los ejercicios espirituales de veinte
días que hacen todas las religiosas cada año. Aún les queda una tercera en
Valladolid y una cuarta en Tenerife, para que puedan cumplir con tal compromiso
todas las comunidades presentes en España. Eso les obliga a turnarse,
para no dejar desasistidas las numerosas obras que tienen encomendadas.
La respuesta
a una necesidad
La Madre Ángela
Eugenia Silva Sánchez nació en Colombia, aunque los orígenes de la
congregación se sitúan en Guatemala, en la diócesis de Jalapa,
erigida en 1951. Tuvo como primer obispo a Miguel Ángel García Araúz (1911-2003),
quien la pastoreó durante 36 años, hasta su retiro en 1987. Fue él quien dio el
primer impulso a esta obra.
“Toda comunidad
nace de una necesidad”, explica la Madre Ángela: “Monseñor García
veía que por la diócesis pasaban muchas congregaciones religiosas y todas, por
distintos motivos, volvían a su lugar de origen. Él pensaba que había que
formar apóstoles del propio ambiente y fue así como nacimos
nosotras”.
No ahorra
elogios para el prelado: “Fundó la diócesis en total pobreza en todos los
sentidos. Pobreza en lo material… y en lo espiritual también, porque solo
recibió dos sacerdotes y uno se fue. Fundó un seminario menor, un seminario
mayor, y llegó a ser la diócesis que más sacerdotes autóctonos tenía,
todo gracias al esfuerzo y el trabajo de monseñor”.
La Madre Ángela
pertenecía a la congregación de San Juan Evangelista y estaba
destinada en Jalapa, cuando se vieron ante el caso descrito: cerrar la casa. El
obispo les suplicó que no se fueran, porque las necesitaba, y la superiora
general concedió que se quedasen dos voluntarias. La Madre Ángela fue una de
ellas, pero al cabo de un tiempo la otra se salió: “Me quedé yo sola, con el
dilema de regresar con mi comunidad o quedarme. El Señor permitió que
me quedara en Jalapa”.
Fue así como,
el 6 de enero de 1979, García Araúz y ella fundaron la Congregación
Marta y María, algo que hizo con el respaldo de su antigua orden: “Me
apoyaron y somos amigas”, aclara. Tras el correspondiente recorrido
canónico, el 29 de junio de 2019 obtuvieron el reconocimiento
pontificio. La Madre Ángela fue la superiora hasta 2021, cuando fue elegida
la Madre Rutilia Carrera.
"Gracias
a Dios porque nos ha bendecido"
Hoy son más
de quinientas religiosas y se encuentran en 24 países de
todo el mundo. En España tienen 29 casas, 14 de ellas en las Islas Canarias.
Cuando le preguntamos a Madre Ángela por nuevas fundaciones, se ríe como
pidiendo un respiro: “Lo nuestro ha sido una explosión, un volcán… Hemos
de darle gracias a Dios porque nos ha bendecido y por todo lo que nos
ha permitido hacer en tan poco tiempo. Nos llaman y no podemos decir a todo que
no, aunque con muchos hemos tenido que hacerlo”.
Los obispos las
requieren para trabajos muy distintos, aunque su vocación es única: “Nuestro
carisma es ver en el rostro del más necesitado (del cuerpo o del alma) el
rostro de Jesús y atenderlo con las manos de Marta y el corazón de
María. Manos de Marta en las misiones que tenemos y
corazón de María en la oración y la contemplación”.
La duda es
inmediata y se la trasladamos: Marta y María, ¿no suelen presentarse como
figuras contrapuestas? “Para nosotros no, para nosotros son las dos
alas que nos permiten volar. Un ala es la contemplación, la oración, y la
otra es la misión”.
¿Qué misión? No
solo la atención a los ancianos, como en la Residencia Virgen de la Encina:
“Atendemos parroquias, en aquello que el párroco nos encomienda:
catequesis, jóvenes, matrimonios… todo lo que implica el trabajo parroquial.
También casas sacerdotales, donde asistimos a sacerdotes mayores,
casas para la tercera edad, casas para niñas especiales (que
son mayores, pero para nosotras son niñas), casas para niños huérfanos…
¡Incluso nunciaturas! Trece o catorce nunciaturas, un apostolado
muy específico y delicado, que obliga a las hermanas a prestar un juramento de
discreción respecto a lo que escuchan”.
Imbuidas en
la oración
La oración es
clave en la Congregación Marta y María: “Es lo más importante. No
podemos hacer ninguna obra apostólica si no es imbuidas en la oración.
Nosotras vamos a la oración como María de Betania, y la respuesta a esa oración
es ser las manos de Marta”.
De hecho, hay
un cierto número de hermanas (“no muy numerosas, porque ¡tenemos tanta obra!”)
que se dedican solo a la oración. No son una rama de la congregación, sino una
experiencia específica de algunas de ellas, a las que otras pueden unirse: está
concentrada en un convento de clausura en Bisimbre (Zaragoza).
La
espiritualidad de la Congregación Marta y María bebe mucho de los propios
orígenes de Madre Ángela: “Como yo fui de San Juan Evangelista, le
tenemos a él, que es el apóstol del amor. Por eso hacemos esa simbiosis: el
amor se manifiesta en la oración, pero también en el servicio. Esa es la
espiritualidad que nos nutre. Junto con nuestros patronos: la Santísima
Virgen, San José, Santa Teresita del Niño Jesús y
el Santo Hermano Pedro, que nació en Vilaflor (Tenerife), pero
cuando llegó a Guatemala se quedó allí dedicando su vida a los más pobres, y
allí está enterrado”.
La formación
espiritual de las hermanas es “permanente”: “Hacemos un retiro largo
cada año, en torno a veinte días, que aprovechamos para evaluar, para
formación y para reunirnos. Con los mismos temas que los Ejercicios
Espirituales de San Ignacio. Como no podemos dejar las casas solas,
nos vamos turnando, pero ninguna se queda sin retiro. Que haya ejercicios
anuales no quiere decir que dentro del año se reúnan en sus casas también
por 3 o 4 días”.
Numerosas
vocaciones jóvenes
No les
faltan novicias: “Este año tenemos cincuenta,
provenientes de todo el mundo. Solo tenemos un noviciado, ¡es mejor tener un
solo horno donde se cueza el pan! Está en Guatemala, para que conozcan
el lugar donde nacimos. No podemos olvidar las raíces y las tradiciones.
Cuando un pueblo olvida las tradiciones, ya no es pueblo”.
La propia
abundancia de vocaciones facilita la adaptación a la vida religiosa: “Vivimos
comunitariamente, hemos venido libremente y algo que caracteriza a las hermanas
-no porque lo diga yo, que soy su ‘madre’, sino que todos lo dicen-, es
la alegría. Hay muchas religiosas jóvenes y otras tienen treinta
años en la congregación, pero relativamente son jóvenes. Dios nos ha bendecido,
porque en 44 años no tenemos sino nueve hermanas muertas. Así que, como somos
bastantes, encuentran un grupo numeroso de hermanas que las acompañan,
no sentimos tanto el cambio. Cuando salen del noviciado en Guatemala el cambio
es drástico, pero en la convivencia nos ayuda que somos muchas”.
Eso hace
también más atractivos los propios retiros. Cuando hablamos con Madre Ángela
hay cerca de setenta religiosas haciéndolo: “Vivimos juntas casi un mes y compartimos,
convivimos, aprovechamos para la formación… Ser muchas nos ha traído más
ventajas que desventajas, ¡imagine lo que sería un retiro de tres hermanas en
un lugar recóndito!”.
"La
televisión aísla"
La Residencia
Virgen de la Encina es, en ese sentido, un lugar inmejorable. Cercano a la
ciudad templaria de Ponferrada, rodeada de las montañas del Bierzo, nació como
una obra de la Fundación Fustegueras. El fundador dejó un fondo
para la construcción del complejo con la condición de que no hubiera empleados,
sino solo religiosas, para darle una dimensión espiritual no solo a la
residencia, sino a la propia congregación que se encargase de ella, que
precisa así de un número grande de religiosas que asegura su vida de comunidad.
Son actualmente 22.
Atienden
a 86 ancianos que no hablan de su “habitación” sino de su
“casita”, porque todas tienen un balcón con bellas vistas y un amplio parque
para pasear al aire libre que rodea el edificio.
Tienen lista de
espera. Pero no solo por lo material, también por la forma de vida. No tienen
televisión, por ejemplo: “No la queremos, no hace falta. La televisión
aísla, y la residencia tiene una orientación hacia la relación. Los
ancianos juegan a las cartas, al dominó, charlan, pasean. Tenemos una vivencia
comunitaria alegre. No hay necesidad de televisión”.
La conversación
acaba urgida por la campana: llaman a una nueva meditación y Madre Ángela va a
dirigirla. De camino a la capilla pasamos ante un cartel que dice así: “Si
la religiosa se priva de la presencia de Dios, se muere”. Un buen aviso,
gracias al cual en la Congregación Marta y María se palpa vida en
abundancia.
Carmelo
López-Arias
Fuente: ReligiónenLibertad