La Iglesia celebra muchas novenas y fiestas patronales dedicadas a los santos durante el año litúrgico, pero ¿te has preguntado cuál es su origen?
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Foto: Kamarero. Dominio público |
Es verdad que son coloridas y llenas
de significado, porque la fe y la religiosidad popular se viven con esplendor
en todo el mundo, sin embargo, ¿te has preguntado cuál es el origen y la
finalidad de dichas festividades?
¿Qué es una
novena?
Rezar y celebrar la Eucaristía durante los nueve
días previos a la fiesta de algún santo es una tradición muy arraigada. Su
origen está en los nueve días que los Apóstoles pasaron orando en el cenáculo
desde el día de la Ascensión del Señor hasta el día de Pentecostés.
Además, la costumbre de juntarse para orar consta
en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde leemos lo siguiente: “Todos
ellos se reunían siempre para orar con algunas mujeres, con María, la madre de
Jesús…” (Hech 1, 14).
De este modo, la novena adquirió un
sentido de anticipación y preparación a una fiesta.
Algunas
novenas en la liturgia
La Iglesia ha incluido en la liturgia algunas
novenas, como menciona el Directorio sobre Piedad Popular y a Liturgia acerca
de la Novena de Pentecostés (no. 155) o la Novena de Navidad (no. 103), una
preparación remota del 17 al 23 de diciembre, donde se invita a los fieles a
rezar Vísperas.
Y en países como México y España se acostumbra
rezar el santo rosario y cantar las "posadas", acompañando a san
José y a la santísima Virgen María para encontrar un lugar en el que pueda
nacer el Niño Jesús.
Y no podemos olvidar "la práctica
de los nueve primeros viernes de mes, que tiene su origen en la "gran promesa" hecha
por Jesús a santa Margarita María de Alacoque" (no.
171)
¿Por qué
celebrar una fiesta patronal?
Ahora bien, sabemos que la Iglesia siempre ha
venerado a los santos, porque son "discípulos insignes del Señor y, por
tanto, modelos de vida evangélica; en los procesos de canonización, la Iglesia
reconoce la heroicidad de sus virtudes y consiguientemente los propone como
modelos a imitar" (no. 211).
El Directorio dice que: "La celebración de
una fiesta en honor de un Santo [...] es sin duda una expresión eminente del
culto que les tributa la comunidad eclesial: conlleva, en muchos casos, la
celebración de la Eucaristía" (no. 227).
Agrega que "el día de la fiesta
del Santo tiene una gran importancia, tanto desde el punto de vista de la
Liturgia como de la piedad popular. En un breve e idéntico espacio de tiempo, concurren
numerosas expresiones cultuales, tanto litúrgicas como populares".
El centro es
Cristo
Sin embargo, hay que recordar que el centro de la
fiesta es Cristo y se debe dar la adecuada catequesis y acompañamiento pastoral
a los fieles para no caer en excesos y desvíos que mermen el sentido de la
celebración patronal.
Porque lo importante es agradecer a Dios por
aquellos santos y aprovechar las gracias que el Señor derrama a través de
ellos, en una hermosa manifestación de fe y comunión de la Iglesia peregrina
con la Iglesia triunfante.
Mónica
Muñoz
Fuente: Aleteia