El Papa Francisco ha dirigido una carta “con corazón de padre” a los católicos de Tierra Santa al cumplirse un año del inicio de la guerra, en la que renueva su invitación durante este 7 de octubre a la oración y el ayuno, “las armas del amor que cambian la historia”.
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Crédito: Daniel Ibáñez/EWTN NEWS. Dominio público |
Esta mecha, continúa el Pontífice, “no se ha apagado, sino que
ha estallado en una espiral de violencia, en la vergonzosa incapacidad de la
comunidad internacional y de los países más poderosos para silenciar las armas
y poner fin a la tragedia de la guerra”.
Remarca también que “la sangre corre, al igual que las lágrimas;
la rabia aumenta, junto con el deseo de venganza, mientras parece que a pocos
les importa lo que más se necesita y lo que la gente quiere: diálogo,
paz”.
Afirma que no se cansa de repetir que la guerra “es una
derrota”, que las armas “no construyen el futuro, sino que lo destruyen” y que
la violencia “nunca trae paz”. Sin embargo, lamenta que los conflictos a lo
largo de la historia “parecen no haber enseñado nada”.
A continuación, posa su mirada sobre los católicos de Tierra
Santa, a los que se refiere como “un rebaño indefenso, sediento de paz”, al
tiempo que les agradece su deseo de permanecer en sus tierras y porque “saben
rezar y amar a pesar de todo”.
Para el Papa Francisco, estos católicos son además “una semilla
amada por Dios”, que aparentemente, “ahogada por la tierra que la cubre,
siempre encuentra el camino hacia arriba, hacia la luz, para dar fruto y dar
vida”.
De este modo, señala que “no se dejan engullir por la oscuridad
que los rodea, sino que, plantados en sus tierras sagradas, se convierten en
brotes de esperanza, porque la luz de la fe los lleva a testimoniar el amor
mientras se habla de odio, el encuentro mientras se propaga el conflicto, la
unidad mientras todo se orienta hacia la confrontación”.
Frente a la incapacidad de encontrar la paz, resalta que “nosotros,
los cristianos” no debemos cansarnos de pedírsela a Dios.
Por ello, precisa que hoy ha invitado a todos los fieles a vivir
una jornada de oración y ayuno, “las armas del amor que cambian la historia,
las armas que vencen a nuestro único y verdadero enemigo: el espíritu del mal
que fomenta la guerra”.
“¡Por favor, dediquemos tiempo a la oración y redescubramos el
poder salvador del ayuno!”, exhorta el Santo Padre.
Asimismo, en la carta reitera su cercanía “desde el corazón” a
todos los que “sufren por la locura de la guerra”, incluyendo a las personas de
cualquier confesión y religión en Medio Oriente:
“Estoy con ustedes, habitantes de Gaza, martirizados y agotados,
que están cada día en mis pensamientos y en mis oraciones. Estoy con ustedes,
forzados a abandonar sus hogares, a dejar la escuela y el trabajo, a vagar en
busca de un destino para escapar de las bombas”, señala.
También asegura estar cerca de las “madres que derraman lágrimas
al ver a sus hijos muertos o heridos, como María viendo a Jesús; con ustedes,
pequeños que habitan las vastas tierras del Medio Oriente, donde las tramas de
los poderosos les quitan el derecho de jugar”.
“Estoy con ustedes, que tienen miedo de alzar la vista al cielo,
porque del cielo cae fuego. Estoy con ustedes, que no tienen voz, porque se
habla mucho de planes y estrategias, pero poco de la situación concreta de
quienes padecen la guerra, esa que los poderosos hacen hacer a los otros; sin
embargo, sobre ellos pesa el implacable juicio de Dios”, advierte.
Estoy con ustedes, continúa el Papa Francisco, “sedientos de paz
y de justicia, que no se rinden ante la lógica del mal y, en nombre de Jesús,
aman a sus enemigos y rezan por quienes los persiguen”.
“Gracias a ustedes, hijos de la paz, porque consuelan el corazón
de Dios, herido por el mal del hombre. Y gracias a quienes, en todo el mundo,
los ayudan; a ellos, que cuidan en ustedes a Cristo hambriento, enfermo,
extranjero, abandonado, pobre y necesitado, les pido que continúen haciéndolo
con generosidad”, señala a continuación.
Por último, agradece a los obispos y sacerdotes “que llevan el
consuelo de Dios a las soledades humanas” y les “ruega” que miren “al santo
pueblo que están llamados a servir y que dejen tocar su corazón, dejando, por
amor a sus fieles, toda división y ambición”.
“Hermanos y hermanas en Jesús, los bendigo y los abrazo con
afecto, de corazón. Que la Virgen María, Reina de la paz, los cuide. Que San
José, Patrono de la Iglesia, los proteja”, concluye el Santo Padre.
Por Almudena Martínez-Bordiú
Fuente: ACI