Un día en la fiesta de San Mateo Apóstol, el Papa Francisco descubrió su llamado a la vida sacerdotal tras una Confesión antes de ir a una fiesta popular: "Alguien me esperaba, me estaba esperando desde hacía tiempo", explicó el Santo Padre.
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Foto: Vatican Media. Dominio público |
El Pontífice compartió que una fecha "muy importante"
en su vida fue el 21 de septiembre de 1953. Era el día del estudiante en
Argentina, que coincide con el día de la primavera, y que se celebra con una
gran fiesta.
"Antes de ir a la fiesta pasé por la parroquia a la que
asistía, y encontré a un sacerdote al que no conocía y sentí la necesidad de
confesarme. Esta fue para mí una experiencia de encuentro: encontré a alguien
que me esperaba".
"No sé qué pasó, no lo recuerdo, no sé por qué estaba aquel
sacerdote allí, a quien no conocía, por qué había sentido ese deseo de
confesarme, pero la verdad es que Alguien me esperaba. Me estaba esperando
desde hacía tiempo. Después de la Confesión sentí que algo había cambiado”.
“Yo no era él mismo. Había oído justamente como una voz, una
llamada: estaba convencido de que tenía que ser sacerdote. Y esta experiencia
en la fe es importante", contó el Santo Padre.
Más adelante, en recuerdo a este
acontecimiento, al ser elegido obispo el P. Bergoglio escogió como lema una
expresión de San Beda que hace referencia a la llamada de San Mateo, cuya
fiesta es justamente el 21 de septiembre: "Miserando atque eligendo”, cuya
traducción aproximada es: “Lo miró con misericordia y lo eligió”.
En la actualidad, el Papa Francisco conserva esta frase en su
escudo pontificio. Asimismo, siempre recomienda a los fieles leer el Evangelio
de Mateo y de manera especial el capítulo 25 sobre las Obras de Misericordia.
En la Misa celebrada en Holguín (Cuba), en la fiesta de San
Mateo en el año 2015, el Santo Padre destacó que cuando el
Señor pasó junto al evangelista, “se detuvo, no pasó de largo precipitadamente,
lo miró sin prisa, lo miró con paz. Lo miró con ojos de misericordia; lo miró
como nadie lo había mirado antes. Y esa mirada abrió su corazón, lo hizo libre,
lo sanó, le dio una esperanza, una nueva vida”.
“Aunque no nos atrevemos a levantar
los ojos al Señor, Él siempre nos mira primero. Es nuestra historia personal;
al igual que muchos otros, cada uno de nosotros puede decir: yo también soy un
pecador en el que Jesús puso su mirada”, expresó el Pontífice.
En este sentido, animó a dejarnos mirar por Jesús. “Dejémonos
mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en
nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos.
Y aprendamos a mirar como Él nos mira”, exhortó.
Fuente: ACI