Cuando sintamos que no podemos más ante las dificultades de la vida, el Señor que nos ha llamado nos dará la fortaleza necesaria para continuar el camino
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PHOTOCREO Michal Bednarek | Shutterstock |
Todos sabemos
que la vida está llena de altibajos, y es muy natural desear que siempre nos
vaya bien, sin embargo, en el momento menos esperado, las dificultades
aparecen; y cuando sentimos que la fuerzas fallan, clamamos al Señor para que
nos ayude.
El Señor nos
conocía desde siempre
En esos
instantes nos ayudará mucho recordar que siempre hemos estado en la mente de
Dios, porque desde antes de que existiéramos, ya nos conocía y pensó en
llamarnos a la existencia, como hizo con el profeta Jeremías:
"Antes de
formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno,
yo te había consagrado"
(Jer 1,
5)
Él nunca nos
abandona
Y a pesar de
que, en ocasiones, pareciera que las contrariedades de la vida nos sobrepasan,
el Señor está siempre pendiente de nosotros y de lo que requerimos para
continuar nuestro peregrinar por este mundo:
"Dios es
nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de
angustia".
(Sal 46,
1)
Además, se
encarga de darnos la fortaleza necesaria para que venzamos en esos momentos de
oscuridad, porque Él sabe por lo que estamos pasando y nos entiende, ya que
también sintió que no podía más:
"Hacia las
tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: 'Elí, Elí, lemá sabactani', que
significa: 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?'"
(Mt 27,
46)
Por eso,
tengamos la certeza de que nunca nos deja solos:
"Aunque
cruce por cañadas oscuras, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu
vara y tu cayado me dan seguridad".
(Sal 23,
4)
Él nos ama y
nos fortalece
Jesús nunca
dijo que no sufriríamos, que nos quede claro, pero aseguró que si hacíamos lo
que Él dijera, permanecería con nosotros:
"El que me
ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en
él".
(Jn 14,
23)
Así pues,
nuestra fe debe estar puesta en el Señor y es su promesa, porque antes de
ascender envió a sus discípulos para proclamar por todo el mundo su Buena
Nueva, en la que nos dio la esperanza de la vida eterna y los sacramentos como
armas para poder alcanzarla.
"Vayan, y
hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo
les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
(Mt 28,
18-20)
Hagamos como
san Pablo
Y para
animarnos, san Pablo nos comparte su experiencia:
"...perseveren
firmemente en el Señor...No se angustien por nada, y en cualquier
circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de
gracias, para presentar sus peticiones a Dios" (Fil 4,
1).
"Yo sé
vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente
a todo, a la saciedad como al hambre, a tener sobra como a no tener nada. Yo lo
puedo todo en aquel que me conforta" (Fil 4,
6. 12-13).
Por eso, no
tengamos miedo, amemos a Dios como Él nos ha amado y vivamos creyendo
firmemente en su Palabra.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia