En su primer discurso en el país, «puente» en Europa, Francisco denunció que «estamos muy cerca de una guerra mundial» y rezó para que el Viejo Continente «anteponga la vida».
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El Papa con los reyes de Bélgica. Dominio público |
Una oración por «los responsables de las naciones» de todo el mundo, para que, mirando a Bélgica y a su historia, «magistra vitae demasiadas veces desoída», aprendan de ella y sepan «evitar a sus pueblos» las desgracias y el luto de las guerras. El Papa Francisco la pronunció en la Gran Galería del Castillo de Laeken, residencia oficial del Rey de Bélgica, al final de su discurso ante unos 300 representantes de las autoridades políticas y religiosas, de los empresarios y de la sociedad civil y la cultura.
Desde este
pequeño pero al mismo tiempo gran país que le acogió el viernes por la tarde
bajo una lluvia torrencial, el Papa rezó «para que los gobernantes sepan
asumir su responsabilidad, el riesgo y el honor de la paz y sepan alejar el
peligro, la ignominia y la absurdidad de la guerra». Y conviertan sus
corazones, «poniendo siempre el bien común en primer». También habló de los
abusos a menores como «un crimen del que la Iglesia debe avergonzarse y pedir
perdón, y tratar de resolver con humildad cristiana».
El primer día del
Papa en Bélgica
La primera jornada de Francisco en Bélgica, el segundo Pontífice
después de San Juan Pablo II en 1995 que visita este país y la capital
Bruselas, elegida por Europa, al final de la Segunda Guerra Mundial, como sede
de las principales instituciones europeas, había comenzado con una misa privada
en la Nunciatura a las 7.00. A las 9.15 partió el cortejo papal para llegar al
castillo de Laeken, residencia habitualmente utilizada para ceremonias
oficiales. Fue construido por los archiduques austriacos y gobernadores
generales de los Países Bajos, María Cristina de Austria y Alberto de
Sajonia-Teschen, y terminado en 1785. Aquí, poco después de las 9.30 horas,
comenzó la visita de cortesía al Rey Felipe de Bélgica, que recibió al Papa
Francisco con mucha cordialidad e intercambios de sonrisas a la entrada, junto
con la Reina Matilde.
La visita de cortesía al Rey
Tras la foto oficial en el Vestíbulo, en el Salón de las Artes,
el Papa firma en el Libro de Honor, rodeado de los espléndidos tapices
procedentes de Francia. Francisco escribió: «Con corazón agradecido visito
Bélgica, signo y puente de paz, donde diferentes culturas, lenguas y pueblos
conviven en el respeto mutuo. ¡Que Dios bendiga a Bélgica!». A continuación, el
Rey y el Pontífice se trasladaron al Bureau de Sa Majesté y, por último, al
Salón des princes para el intercambio de regalos y la presentación de los
cuatro hijos de la pareja real. Al final, el encuentro con el Primer Ministro
Alexander De Croo. A continuación, el Rey, la Reina y el Papa, con el Primer
Ministro, se trasladaron, poco después de las 10.15 horas, a la Grande Galerie
para el encuentro con las Autoridades.
Un puente para construir la paz y repudiar la guerra
El Papa
Francisco abrió su discurso calificando a Bélgica de puente, «entre el
continente y las Islas Británicas, entre el área de matriz germánica y la
francófona, entre el sur y el norte de Europa». Y precisamente por ser «la
línea divisoria entre el mundo germánico y el latino, colindante con Francia y
Alemania, países que más habían encarnado las antítesis nacionalistas en la
base del conflicto», fue elegida por los pueblos de Europa como sede natural de
las principales instituciones europeas, el lugar ideal para iniciar un serio
camino de pacificación e integración. Un lugar, ideal «casi una síntesis de
Europa - explicó el Papa- desde el cual iniciar su reconstrucción, física,
moral y espiritual». Un puente, por tanto, «para permitir que la concordia
se expanda y las controversias se disipen». Donde cada uno encuentra al otro «y
elige la palabra, el diálogo y el intercambio como medio para relacionarse».
Un lugar donde se
aprende a hacer de la propia identidad, no un ídolo o una barrera, sino un
espacio de acogida que sea punto de partida y retorno, donde se promueven
intercambios válidos, se buscan juntos nuevos equilibrios y se construyen
nuevas síntesis. Un puente que favorece el comercio, que comunica y pone en
diálogo las civilizaciones. Un puente, por lo tanto, indispensable para
construir la paz y repudiar la guerra.
Cerca de una guerra casi mundial
Por eso,
prosiguió Francisco, Europa necesita a Bélgica «para recordar su historia»,
hecha de pueblos y culturas, de catedrales y universidades, de logros del
ingenio humano, pero también de tantas guerras y de una voluntad «de dominio»,
que se convirtió a veces en «colonialismo y explotación». Lo necesita «para
seguir el camino de la paz y la fraternidad entre los pueblos que la forman».
Este país recuerda a
todos los demás que, cuando —basándose en las más variadas e insostenibles
excusas— se comienzan a desacatar las fronteras y los tratados, y se deja a las
armas el derecho de crear el derecho, subvirtiendo el que está vigente, se
destapa la caja de Pandora y todos los vientos comienzan a soplar
violentamente, batiéndose contra la casa y amenazando con destruirla. En este
momento histórico creo que Bélgica tiene un papel muy importante. Estamos
cerca de una guerra casi mundial.
Que Europa invierta en el futuro abriéndose a la vida
La
concordia y la paz, subrayó el Pontífice, deben cultivarse con tenacidad y
paciencia, porque el ser humano, «cuando deja de hacer memoria del pasado y de
dejarse educar por él», tiene la capacidad de «volver a caer incluso
después de haberse levantado», olvidando «los sufrimientos y el coste aterrador
de las generaciones pasadas». Por eso Bélgica es valiosa para la memoria de
Europa, para que pueda desarrollar «una acción cultural, social y política
constante y oportuna», que excluya un futuro en el que la guerra se convierta
en «una opción viable de consecuencias catastróficas».
La historia, magistra
vitae, - maestra de la vida - muy frecuentemente ignorada, desde Bélgica llama
a Europa a reemprender su camino, a recuperar su verdadero rostro, a confiar
nuevamente en el futuro abriéndose a la vida, a la esperanza, para vencer el
invierno demográfico y el infierno de la guerra. Son dos calamidades
en este momento: el infierno de la guerra, lo estamos viendo, que puede
trasnformarse en una guerra mundial; y el invierno demográfico. En esto debemos
ser prácticos: ¡tener hijos! ¡Tener hijos!
La Iglesia en Bélgica entre la caridad y el drama de los abusos
La Iglesia
católica, en Bélgica y en Europa, recordó el Papa Francisco, quiere ser una
presencia que, «dando testimonio de su fe en Cristo resucitado, ofrezce a las
personas, a las familias, a las sociedades y a las naciones una esperanza
antigua y siempre nueva». Y que ayude a todos a afrontar los desafíos y las
pruebas, «con la certeza de que el ser humano, amado por Dios, tiene una
vocación eterna de paz y de bien». La Iglesia, continuó, «anuncia una Noticia
que puede colmar de alegría los corazones y, con obras de caridad y los
innumerables testimonios de amor al prójimo, busca brindar signos concretos y
pruebas del amor que la mueve». Pero, en la concreción del tiempo, no siempre
«vive el mensaje evangélico en su pureza y plenitud».
En esta permanente
coexistencia entre santidad y pecado, esta coexistencia entre luces y sombras
vive la Iglesia, a menudo con resultados de gran generosidad y espléndida
dedicación, y a veces, lamentablemente, con la irrupción de dolorosos antitestimonios.
Pienso en los dramáticos casos de abusos de menores, un flagelo que la Iglesia
está afrontando con decisión y firmeza, escuchando y acompañando a las personas
heridas e implementando un amplio programa de prevención en todo el
mundo.
Un crimen del que la Iglesia debe avergonzarse
Francisco,
levantando la vista de su discurso preparado, añadió que ésta es «la vergüenza
que hoy todos debemos tomar en nuestras manos». Debemos pedir perdón y resolver
el problema, añadió.
Pensamos en el tiempo
de los santos inocentes y decimos: «Oh, qué tragedia, lo que hizo el rey
Herodes», pero hoy en la Iglesia misma existe este crimen y la Iglesia debe
avergonzarse y pedir perdón, y tratar de resolver esta situación con humildad
cristiana. Y actuar todas las cosas, todas las posibilidades para que esto no
vuelva a ocurrir. Alguien me dice: «Pero, Santidad, piense que, según las
estadísticas, la inmensa mayoría de los abusos se producen en la familia o en
el barrio o en el mundo del deporte, en la escuela», si basta uno solo para
avergonzarse. En la Iglesia debemos pedir perdón por esto, que los demás pidan
perdón por su parte. Esta es nuestra vergüenza y humillación.
El dramático fenómeno de las adopciones forzadas
El Papa
subrayó también que le entristecía el fenómeno de las «adopciones forzadas»,
que se produjo en Bélgica entre los años cincuenta y setenta. Historias
espinosas que son el resultado de «una mentalidad difundida en todos los
estratos de la sociedad». A menudo, la familia e incluso la Iglesia, explicó,
pensaban que, «para quitar el estigma negativo, que desgraciadamente en esos
tiempos afectaba a la madre soltera», era preferible por el bien de ambos,
madre e hijo, «que este último fuera adoptado». Y, en algunos casos a algunas
mujeres no se les daba «la opción decidir si quedarse con el niño o darlo en
adopción. Esto sucede hoy en algunas culturas, en algún país».
«Rezo
para que los gobiernos asuman la responsabilidad de la paz»
Por eso
Francisco suplicó al Señor «que la Iglesia encuentre siempre en sí misma la
fuerza para actuar con claridad y no uniformarse con la cultura dominante»,
incluso cuando ésta utiliza, manipulándolos, valores que derivan del Evangelio,
pero para sacar de ellos conclusiones indebidas, con su pesado resultado de
sufrimiento y exclusión. Reza también «para que los responsables de las
naciones, fijándose en Bélgica y a su historia, sepan aprender de ello y, así,
ahorren a sus pueblos catástrofes incesantes e innumerables lutos».
Rezo para que los
gobernantes sepan asumir su responsabilidad, el riesgo y el honor de la paz, y
sepan alejar el peligro, la ignominia y la absurdidad de la guerra. Rezo para
que teman al juicio de la conciencia, de la historia y de Dios, y conviertan la
mirada y los corazones, poniendo siempre el bien común en primer lugar. En
este momento en el que la economía se ha desarrollado tanto, quisiera subrayar
que en algunos países las inversiones más redituables son las fábricas de armas.
«En camino con esperanza»
El
Pontífice concluyó recordando el lema de su visita a Bélgica, «En route, avec
Espérance», en camino con esperanza. Y reflexionó sobre el hecho de que
Espérance «está escrito con mayúscula»: porque «la esperanza es un regalo de
Dios, y se lleva en el corazón!». Dejó así un deseo a todos los hombres y
mujeres que viven en Bélgica: «que puedan pedir y recibir siempre este don
del Espíritu Santo, la esperanza, para caminar juntos con Esperanza en el
camino de la vida y de la historia».
Alessandro Di Bussolo - Ciudad del Vaticano
Fuente: Vatican News