Sydney, la anunciada sede del Congreso Eucarístico Internacional 2028, muestra “una historia del poder de la Eucaristía en construir la Iglesia de Dios desde inicios humildes”.
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Momento de adoración eucarística dentro de una iglesia católica. Crédito: Matea Gregg / Unsplash. |
Mons.
Fisher relató como una hostia consagrada dejada en Sydney por un sacerdote
católico que fue deportado a inicios del siglo XIX “sirvió como centro de
nuestra primera comunidad católica”.
Un sacerdote que desafió la autoridad
colonial británica en Australia
Se
trató del P. Jeremiah O'Flynn, irlandés, a quien Mons. Fisher recordó en 2018
—con ocasión del bicentenario de lo ocurrido— como un “personaje”.
Al celebrar la Misa por el “200 aniversario de la
preservación del Santísimo Sacramento”, el 6 de mayo de 2018, el Arzobispo de
Sydney recordó que el P. Jeremiah O'Flynn
(1788-1831) “sufría de pasión por los viajes y se unió a una misión trapense en
las Indias Occidentales. Cuando los monjes fueron expulsados de Martinica, él
se quedó, aunque todavía era sólo diácono, cuidando a los esclavos católicos
hasta que fue declarado incompetente por el arzobispo Neale de Baltimore, que
tenía jurisdicción sobre esas islas”.
“O'Flynn
se dirigió a Roma para responder a la acusación y allí se le ocurrió la idea de
que debía ser capellán de la ciudad de Sydney. Fue secularizado, ordenado
sacerdote y, de alguna manera, obtuvo una carta de nombramiento”, señaló el
prelado.
Sin
embargo, continuó, “el conde Bathurst se negó a confirmarlo, citando la
ignorancia de O'Flynn tanto de la lengua inglesa como de la teología católica”.
A
pesar de esto, O'Flynn “navegó hacia Sydney y, a su llegada a finales de 1817,
le dijo al gobernador (de Nueva Gales del Sur, Lachlan) Macquarie que sus
credenciales pronto llegarían. Macquarie, que en ese momento esperaba unificar
la colonia mediante la extinción del papado, le prohibió llevar a cabo los
ritos de su Iglesia hasta que se recibieran instrucciones de Londres”.
Lejos
de obedecer a la autoridad británica, que favorecía a los anglicanos, “O'Flynn
procedió a desafiar la orden, llevando a cabo bautismos, confesiones,
matrimonios y Misas clandestinas en hogares católicos”, dijo Mons. Fisher.
Para
1818, cuando O'Flynn se encontraba en la región, Sydney llevaba cerca de una
década sin que se celebrara la Misa para los ya 6.000 católicos que vivían ahí,
luego que los primeros tres sacerdotes católicos que habían llegado —P. James
Harold, P. James Dixon y P. Peter O’Neill— fueran regresados a Irlanda.
En
este contexto, los fieles “se regocijaron con los servicios de O'Flynn”, señaló
Mons. Fisher.
“El
gobernador estaba menos entusiasmado, dado el desafío de O'Flynn y, lo peor de
todo, su inclinación por convertir a los soldados protestantes”, recordó el
prelado, por lo que “cuando después de seis meses no llegaron los documentos
oficiales de O'Flynn, Macquarie lo arrestó”.
“A
pesar de una petición de la mitad de los soldados del 48º Regimiento que eran
católicos, así como de algunos líderes protestantes, de que se le permitiera a
O'Flynn quedarse, Macquarie lo envió de regreso a casa”.
Una hostia consagrada que fue “el centro
de la vida católica” en un Sydney sin sacerdotes
Antes
de partir, el sacerdote había dejado “una hostia consagrada en una píxide”, un
pequeño copón que es usado para llevar la Eucaristía a los enfermos en casa de
un laico.
“En
una colonia sin sacerdote católico ni Misa, ese sacramento reservado se
convirtió naturalmente en el centro de la vida católica. A los laicos les
correspondía mantener una vigilia diaria ante ella, rezar el rosario, enseñar
el catecismo a los niños y rezar las vísperas dominicales”, dijo el Arzobispo
de Sydney.
Los
fieles católicos de Sydney entonces “soñaban con el día en que serían libres de
tener sacerdotes y sacramentos en este país”.
“Unos
meses más tarde, el capellán de un barco de guerra francés que estaba de visita
consumió el Sacramento y celebró de nuevo la Misa para los lugareños. Y algunos
meses después llegaron los primeros capellanes católicos oficiales de
Australia, John Joseph Therry y Philip Connolly”, continuó.
“La
petición que O'Flynn llevó a Londres había funcionado”, dijo, y “a partir de
entonces, Macquarie y las autoridades civiles tuvieron que reconciliarse con la
presencia permanente de los católicos y sus sacerdotes”.
Mons.
Fisher recordó en esa homilía que aquella historia “tiene muchos paralelismos
con el nacimiento de la Iglesia que volvemos a contar cada Pascua. Los
católicos coloniales a menudo se reunían en secreto por temor a la persecución,
como lo hicieron los primeros cristianos”.
“Pero
llevaron a cabo su ministerio de la palabra, del sacramento y del servicio,
como lo hicieron aquellos primeros cristianos (...) dispuestos a dar la vida
por amor, como mandó Jesús en nuestro Evangelio”, en una comunidad católica que
“no estaba marcada por la ira o el odio, sino por una devoción silenciosa y
decidida”.
Por David
Ramos
Fuente: ACI