Decimos que no tenemos tiempo para orar, sin embargo, es necesario que hagamos un espacio en nuestro día para Dios, porque sin oración, no podremos salvarnos
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Orar es necesario como la propia respiración,
porque si no lo hacemos, morimos. Y no se trata de una figura poética, es algo
tan real como que fuimos hechos por Dios y para Dios.
Por eso, debemos hacer espacio en nuestro día
para orar, aunque nuestra agenda esté saturada.
Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto orar?
Dice el Catecismo de la Iglesia católica:
"La oración es un don de la gracia y una
respuesta decidida por nuestra parte. Supone siempre un esfuerzo"
CEC 2725
La oración es un combate
El ser humano es complejo, tenemos muchos
distractores y además, hay alguien interesado en separarnos de Dios:
"Los grandes orantes de la Antigua Alianza
antes de Cristo, así como la Madre de Dios y los santos con Él nos enseñan que
la oración es un combate. ¿Contra quién? Contra nosotros mismos y contra las
astucias del Tentador que hace todo lo posible por separar al hombre de la
oración, de la unión con su Dios".
CEC 2725
Orar debe ser un hábito
Así como cultivamos hábitos para aprovechar
mejor nuestra vida, como hacer ejercicio y llevar una buena dieta, también
debemos habituarnos a orar. Y para ello, hay que romper con costumbres y
prejuicios, porque:
"Se ora como se vive, porque se vive como
se ora. El que no quiere actuar habitualmente según el Espíritu de Cristo,
tampoco podrá orar habitualmente en su Nombre. El 'combate espiritual' de la
vida nueva del cristiano es inseparable del combate de la oración".
CEC 2725
¿Cómo lograrlo?
Por supuesto, debemos hacernos el propósito
para orar, pero también es necesario encontrar esos momentos muertos que todos
tenemos durante la jornada, en los que podríamos aprovechar para hablar con
Dios.
Porque es más sencillo de lo que parece:
simplemente, dirijamos nuestro pensamiento al Señor. En lugar de hablar solo,
habla con Él. Cuéntale qué harás, tus penas, tus alegrías; dirígete al Señor en
todo momento.
Claro que hay que aprender las oraciones y
sacramentales a través de los cuales la Iglesia dispensa gracias e
indulgencias, como ocurre con el rezo del santo rosario.
Pero ante todo, dispongamos nuestro corazón
para que sea Dios el que habite en él, recordando que:
"Orar es siempre posible: El tiempo
del cristiano es el de Cristo resucitado que está con nosotros 'todos los días'
(Mt 28,
20), cualesquiera que sean las tempestades (cf Lc 8,
24). Nuestro tiempo está en las manos de Dios" (CEC 2743).
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia