Irak, 2004. Los gemelos David y Brian Santos patrullaban como parte de una unidad de la 42ª División de Infantería. Era un día más de misión y el contacto de fuego ya era la costumbre para David. De pronto, su vehículo fue alcanzado por una explosión y la metralla.
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Santos, con su unidad en Irak, a la izquierda detrás del soldado arrodillado. Dominio público |
Los
gemelos llegaron a Estados Unidos en 1973 junto a sus padres portugueses,
Aurelio y María.
Invitado
por una chica con la que salía a un retiro, David quedó admirado por un sacerdote, Antonio Biko,
"sociable, amable, divertido y muy entregado", especialmente a
jóvenes que luchaban contra las drogas. Desde el primer momento se sintió
atraído por su personalidad, por su elección radical de vida y gracias a él comenzó a
profundizar en su fe.
Destinados a Irak trasel 11-S
Los
gemelos acababan de comenzar la universidad cuando tuvieron lugar los atentados del 11 de septiembre.
Durante el retiro, David estaba tomando la resolución de profundizar en la fe y
en servir como soldado cuando el padre Biko le preguntó: "¿Qué quieres hacer con tu vida?".
"Soldado de Cristo", pensó de inmediato. No estaba cerrado al
sacerdocio, pero no era lo que pensaba al decirlo.
Rodeados
de un flagrante patriotismo tras los atentados, los hermanos emplazaron sus
estudios y se alistaron en el ejército, siendo posteriormente destinados a Irak como
parte de una unidad especial.
Recuerda
como una "gran bendición" poder servir junto a su hermano, cuidándose
mutuamente y aportándose seguridad en un entorno hostil, en guerra, mientras salvaba las vidas de
sus compañeros.
La luz de la fe en lo más oscuro del hombre
"Lo
que experimenté en Irak me ayudó a crecer en la confianza en Dios y la fe. Al
estar en una zona de combate, estás expuesto a tremendas presiones, cerca del
lado más destrozado de la humanidad. Tener el don de la fe realmente ayuda", recuerda. Entre
otras cosas, a apreciar la dignidad de sus enemigos o ser consciente del valor
de la vida, especialmente cuando el vehículo en el que iba fue alcanzado por
una explosión.
Nadie
resultó herido. Aún hoy conserva uno de los fragmentos de metralla que pudo
acabar con su vida, que le recuerda cada día la fragilidad humana.
Más
que aquel suceso le marcó uno aparentemente más cotidiano. Fue durante el
entrenamiento, un domingo, cuando en un folleto vio a un soldado de uniforme verde, con una etiqueta con el
nombre "Santos".
El folleto captó toda su atención cuando en la siguiente página vio al mismo
soldado celebrando misa.
"Una señal de la gracia"
"En
ese momento estaba profundamente inclinado a ser sacerdote. Creo que estaba en
el camino en el que Dios quería", explica. Su oficial al mando, el coronel
Manning, no dudó en contemplar aquel episodio como "una señal de la gracia" para Santos.
El
mismo Manning confesó que siempre vio en Santos las cualidades para ser
"un soldado de Cristo", sin mostrar miedo ante sus peligrosas
misiones despejando carreteras repletas de explosivos y enemigos. "La fe de David le sostuvo durante
el despliegue", afirma el oficial.
En
2005 los hermanos regresaron a Estados Unidos.
"Lo
que nos permitió a mi hermano y a mí adaptarnos cuando volvimos tuvo mucho que
ver con la fe, con la comprensión
de que Dios está siempre presente. Y todo este tiempo mi fe iba
creciendo", cuenta.
De
nuevo en la universidad, la posibilidad de ser sacerdote comenzó a resonar con
cada vez más fuerza. Armado de valor, acudió al padre Biko y le hizo una
confesión: "No creo que pueda hacer lo que tú haces. No creo que pueda ser sacerdote".
Fue
el inicio de una conversación de dos horas. Al día siguiente, cuenta él,
"desperté con una paz
tremenda. Sentí una gran sensación de paz porque estaba dando el primer
gran paso en la dirección que el Señor había trazado para mí".
Soldado de Cristo
Su
siguiente destino ya no fue como soldado, sino como seminarista, enviado por la archidiócesis de Newark al
seminario de la Universidad de Seton Hall y más tarde a estudiar a Roma durante
cinco años.
Recuerda
el momento en que su vocación fue confirmada. Estaba en Nueva Jersey, poco
antes de su ordenación, cuando le llamaron ofreciéndole uno de los cálices que sacerdotes difuntos habían
dejado a los seminaristas. Menciona que aquellos cálices tenían inscripciones
como "en memoria de" o "en agradecimiento a"… Pero el
primero que vio tenía otra: "Soldado
de Cristo".
"Casi
se me cae. Eso disipó todas mis dudas. Nunca había visto un cáliz que tuviese
un mensaje como ese. Así es como el Señor confirmó mi vocación y cómo me había guiado a
lo largo de mi discernimiento y de mi vida. Fue como una declaración [que
decía] `Voy a estar contigo hasta que tú estés conmigo toda la
eternidad´", relata.
Lo más difícil que ha hecho en su vida
Santos
fue ordenado sacerdote el
26 de mayo de 2012, celebró su primera misa en la Iglesia de Nuestra Señora
de Fátima en Newark el día de su ordenación y al día siguiente en su parroquia
natal, en la iglesia de Santa Cecilia en Kearny. Hoy, con 41 años, ejerce como
párroco de la iglesia de Santiago Apóstol en Springfield, Nueva Jersey.
Cuando
le preguntan qué es lo
difícil que ha hecho en su vida, él responde que el sacerdocio, incluso más
que el ejército. Enumera algunos motivos, como la especialización, las habilidades o el apoyo logístico para
llevar a cabo una misión, condiciones que no siempre abundan en el sacerdocio.
Pero también hay muchas semejanzas y conexiones, como "sacrificar la vida por un bien
mayor, la voluntad por la institución, te asocias con otros por una misión,
es un deber, sacrificio, camarada, fraternidad".
Ahora,
concluye, "soy el director ejecutivo, el director financiero, el encargado
de recursos humanos, el administrador de las instalaciones, pero también soy el
sacerdote, el confesor, quien dispensa los sacramentos, el guía espiritual y el
pastor... y me encanta eso del sacerdocio. Me encanta ser sacerdote".
J. M. C.
Fuente: ReL