José de la Pisa tiene 53 años y ha servido en el Líbano, el Océano Índico y en la Guardia Real
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Foto: Opus Dei |
"Han sido 25 años de labor militar en Infantería de Marina.
Lo más duro del Ejército. Un
cuarto de siglo en zonas de conflicto, territorios en guerra y
misiones de paz (del Líbano al Océano Indico) del que ha extraído unas
enseñanzas que, asegura, le servirán ahora en su nuevo camino sacerdotal",
así comienza el reportaje de Víctor
Vela, en El Norte de Castilla,
sobre José de la Pisa
Pérez de los Cobos (Valladolid, 1971).
José fue
ordenado sacerdote el pasado sábado en Roma, en la basílica de San
Eugenio, en una ceremonia oficiada por Toshihiro Sakai, obispo auxiliar de
Osaka-Takamatsu (Japón).
"La vida militar me ha permitido estar en contacto con mucha
gente que sufre, con personas completamente desarraigadas, con refugiados, con
seres humanos que lo han perdido todo o que viven inmersos en el odio. Conocer de primera mano esas
realidades te permite ver a las personas que hay detrás, darte cuenta de
que todos, al final, queremos lo mismo, y de que el sufrimiento es igual en
todas las personas", comenta De la Pisa, de 53 años.
Aprendes a darte a los
demás
El sacerdote cuenta al medio castellano que con 18 años ya sintió
un primer aviso vocacional. "Había decidido preparar los exámenes para
ingresar en las academias militares y sentí la llamada de Dios para entregarme totalmente a Él en el
Opus Dei", recuerda José, que había estudiado en el Colegio Peñalba de
Valladolid.
Su gran vocación desde pequeño era el Ejército. Ingresó en la
Escuela Naval Militar y durante cinco años se formó para ser oficial del Cuerpo
de Infantería de Marina. "Encontré
un mundo que te prepara para defender a los demás, y que se inspira en los
más grandes ideales, lo que facilita dedicar al trabajo las mejores energías,
forjar grandes amistades y estar siempre en disposición de ayudar donde haga
falta", explica.
Cuando terminó la Escuela Naval, completó un curso de Operaciones
Especiales y durante varios años sirvió en la Unidad de Operaciones Especiales
de la Armada, con su participación en vanas misiones internacionales. Después
se formó en Estados Unidos, y pasó a Cádiz. "Siempre me atrajo la
posibilidad de estar allí donde
la situación fuera más difícil, donde pudiera ayudar más, y que supusiera un
reto. Nunca me ha gustado que me cuenten las cosas, quería estar yo
allí", explica a El Norte de Castilla.
Por eso, apostó por un cuerpo que está preparado para desplegarse
en el mismo momento en que se le necesite, preparado para desembarcar en
cualquier lugar. "En las dificultades y penurias de la vida aprendes a darte a los demás
sin reservas, a compartir y a no necesitar más que de los demás",
asegura José.
"En 2006 nos desplegamos en el sur del Líbano. Pocas semanas
después del alto el fuego entre Israel y Hizbulá. Nuestra misión era ocupar una
franja de terreno próxima a la frontera, para dificultar el regreso de las
hostilidades y permitir que se mantuviera el alto el fuego". comenta José,
que, en esos meses,
conoció de cerca el drama de los refugiados sirios y palestinos, miles
de personas sin hogar.
"Era especialmente duro ver a los chavales acercarse a
pedirnos agua y algo de comida. Era aún más duro tener que dar la orden de no hacerlo porque
si no, corríamos el riesgo de que alguno de esos chavales acabasen bajo las
ruedas de nuestros vehículos", explica el sacerdote español.
"Entrar en las zonas de refugiados es un gran impacto e
intentamos aliviar sus necesidades. Cuando hablas con ellos, cuando te muestran
sus cabañas y chabolas o te ofrecen lo que tienen, te das cuenta de que, de
verdad, todos somos iguales, tenemos las mismas ilusiones, necesidades y
miedos, y que un poco de humanidad y cariño resuelve muchos problemas. Una de
las cosas que más me ha llamado la atención es comprobar cómo la idea de misericordia y de dignidad de la
persona desaparecen fuera del ámbito cristiano", comenta en este caso
a la web del Opus Dei.
La carta al Rey:
"Tendremos un Jefe común"
Cuando dejó la Armada, en 2017, le habían asignado el mando de uno
de los batallones de la Guardia Real, la unidad encargada de dar protección al
Rey. "Aunque no estoy en activo, no he perdido el contacto con mis
compañeros. De hecho, ahora me buscan para pedir consejo espiritual desde la
confianza. A mí me resulta muy enriquecedor y, a la vez, me permite seguir en
contacto con la profesión y la carrera militar. Y sobre mi renuncia al batallón
de la Guardia Real, escribí a SM el Rey explicando los motivos, diciéndole que
renunciaba al mando para servir a España de otra manera, y que en ese sentido tendríamos
ahora un Jefe común, por lo que esperaba que no le pareciera una mala decisión,
y porque además, no le sería difícil encontrar otro candidato al puesto".
Además, en 2009, De la Pisa estuvo destinado en el Océano
Índico al mando de un equipo de operaciones especiales. "Pudimos detener a
un buen grupo de piratas, con un historial de asesinatos y desmanes que
horrorizaba a cualquiera. Al interrogarles te dabas cuenta de que, del mismo
modo que ellos habían elegido salir al mar y afrontar los peligros reales de
morir ahogados, otros muchos en sus pueblos habían optado por buscarse maneras
honradas de vivir. En un
mundo en el que no tienen de nada, resulta muy interesante preguntarse por qué
unos optan por el bien y otros no", explica
"Tuve la suerte de estudiar un año (2010) en los Estados
Unidos, en la Universidad del US Marine Corps, en Quantico, Virginia. Allí
coincidí con otros 200 militares estadounidenses y con otros 25 extranjeros.
Enseguida montamos un grupo social que parecía un chiste: un español, un
taiwanés, un tanzano, un afgano y un malayo. Fuimos forjando una buena amistad…
y surgieron las preguntas. Sobre la Santísima Trinidad, o el papel de la Virgen…
y así muchas y muy variadas, que luego ellos reinterpretaban según sus
creencias musulmanas y sintoístas, lo que me enriqueció mucho a mí. Con el que
más amistad forjé fue con Brian, taiwanés, que años más tarde vino una semana
en Cuaresma a visitarme. Fuimos a Sevilla y nos encontramos con un grupo de
costaleros entrenando… fue
todo un reto explicárselo, así que acabamos en la Macarena y luego en la
Catedral para tratar de que lo entendiera. Algunos años después, en 2021,
Brian se bautizó. Me gusta pensar que su visita a la Macarena tuvo mucho que
ver", relata.
Enseñanzas que han servido para su vida de fe. "El salitre
estropea con rapidez todos los sistemas electrónicos y las armas. Si no se hace
un mantenimiento continuo, cuando se van a usar no sirven. Lo mismo se puede
aplicar a nuestro modo de actuar diariamente. Por muy bienintencionado que esté, si no luchamos por evitar las
malas inclinaciones, la pereza de no terminar las cosas bien o de no
empezar las tareas a la hora prevista (o de dejarlas para otro momento), al
final, antes de lo que pensamos, nuestra voluntad se resquebraja y quedamos a
merced de nuestras pasiones", dice en El Norte de Castilla.
Y, asegura que, siendo católico, en el Ejército, se ha encontrado
con hechos sorprendentes. "En este ambiente, ser numerario del Opus Dei
provoca muchísimas preguntas y si además trabajas en un ambiente tan estrecho
como el de un equipo de operaciones especiales, las preguntas van en seguida al
fondo, sin rodeos. Hay
muchas historias preciosas gracias a Dios, como la de un teniente muy amigo
que, ahora que me he ordenado, dice que está dispuesto a que yo le bautice",
comenta.
"Las veces que he desplegado es cuando he tenido
conversaciones más profundas sobre Dios con mis hombres, sobre la fe, la misericordia
y el sentido del dolor o la existencia del mal. También he encontrado esa sed entre los que han sufrido las
consecuencia:, en los refugiados, en la población civil y entre los
combatientes de ambos bandos. Si uno trata de servir a los demás, de tratar de
hacerse cargo de sus necesidades, las personas lo notan enseguida y muestran
interés y curiosidad por ese modo de comportarse. Entonces cabe explicar el
motivo de amor de Dios que hay detrás", concluye.
Fuente: Religión en Libertad