La letanía lauretana contiene numerosas invocaciones a la Santísima Virgen María que quizá no conocemos qué significan. Aquí te explicamos algunas de ellas
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La palabra letanía tiene un origen griego y
quiere decir súplica. Desde los inicios de la Iglesia, las letanías fueron
utilizadas para indicar las súplicas rezadas en conjunto por los fieles,
particularmente durante las procesiones.
Las 13 figuras simbólicas
En el Rosario, rezamos la “letanía lauretana“, que contiene una serie de invocaciones
surgidas en Loreto, donde cuenta la tradición que, milagrosamente, fue
transportada la casa de la Santísima Virgen María.
En ella se encuentra un grupo de 13
invocaciones con figuras simbólicas que, en ocasiones, son difíciles de
comprender para los fieles.
Nuestra civilización se ha cerrado al
simbolismo, de modo que aquello que podría haber sido evidente en otras épocas
hoy está oscurecido por el espíritu práctico de la vida contemporánea, que no
favorece la meditación ni la contemplación de las maravillas de la creación.
A continuación el significado de esas 13
invocaciones simbólicas:
Justicia, aquí, se entiende en el sentido más
amplio de la santidad. Nuestra Señora se llama así porque es un espejo de la
perfección cristiana. Toda perfección puede ser admirada en ella, del mismo
modo en que podemos admirar una luz reflejada en el agua.
Nuestro Señor Jesucristo es la Sabiduría, pues,
siendo Dios, todo lo sabe y conoce. Y si Nuestra Señora lo llevó dentro de sí durante
nueve meses, ella fue -por eso mismo- el Trono de la Sabiduría; y sigue
siéndolo, pues en ella, infaliblemente, encontramos a Nuestro Señor.
La mayor alegría que un hombre puede tener es
la de salvarse y estar con Dios por toda la eternidad. Antes de la venida de
Nuestro Señor, el cielo estaba cerrado para nosotros; fue el sacrificio del
Calvario lo que nos reconcilió con el Creador y nos proporcionó la verdadera y
eterna felicidad. Y como fue por medio de Nuestra Señora que el Redentor de la
humanidad vino a la Tierra, María Santísima es, de esta forma, causa de
nuestra mayor alegría.
Nada tiene más valor que la verdadera fe. En la
pasión y muerte de Nuestro Señor, cuando hasta los apóstoles dudaron y huyeron,
fue Nuestra Señora quien recogió y guardó, como en un vaso sagrado, el tesoro
de la fe inamovible.
En nuestra época, la honra casi no es
considerada, por el contrario, muchas veces la falta de carácter y
de vergüenza es alabada; sin embargo, éste es un valor en sí mismo.
Nuestra Señora guardó cuidadosamente, en su
alma, todas las gracias recibidas, manteniendo la honra a pesar de la
decadencia del género humano. Si no hubiera existido Nuestra Señora, habría
faltado en la creación quien representara la perfección de la criatura, fiel
hasta el heroísmo extremo.
Devoto quiere decir dedicado a Dios. La
criatura que más se dedicó y vivió en función de Dios fue Nuestra Señora,
habiéndolo hecho de forma tal que mejor era imposible.
La rosa es considerada tradicionalmente la
reina de las flores, la que posee de forma más definida y espléndida todo lo
que caracteriza a una flor. De la misma forma, en el campo de la vida
espiritual y mística, María posee de forma más primorosa todo lo que representa
la perfección.
Leemos en las Sagradas Escrituras que el rey
David tomó la fortaleza de Jerusalén de los jebuseos y edificó la ciudad
alrededor de ella. Naturalmente, el rey David fortificó la ciudad para volverla
inexpugnable, dotándola de una fuerte guarnición.
La Iglesia católica es la nueva Jerusalén y en
ella tenemos una torre o fortaleza que ningún enemigo puede destruir: a nuestra
madre. Ella construyó el punto de mayor resistencia y mejor defensa. Por eso,
en esta invocación honramos a Nuestra Señora reconociendo que nunca ha habido,
nunca habrá, quien mejor proteja a los fieles y defienda la honra de Dios que
ella.
El marfil es un material de raras
características naturales: es al mismo tiempo muy fuerte y muy claro, lo que
genera un aparente contraste entre suavidad y fuerza. Igualmente, Nuestra
Señora es muy fuerte espiritualmente, la mayor enemiga de los enemigos de
Dios y, al mismo tiempo, es de una pureza y suavidad blanquísima. Ella
contraría las ideas falsas de que las cosas de Dios deben ser dulcificadas
y sentimentales y de que la fuerza verdadera debe ser bruta.
El oro es considerado el más noble de los
metales. Si tuviéramos que recibir al propio Dios, buscaríamos hacerlo en una
casa que no fuera superable: de ahí la comparación con una casa de oro.
Ahora, la Santísima Virgen es esa casa insuperable, la “casa de oro” que acogió
a Nuestro Señor cuando Él vino al mundo.
En el Antiguo Testamento, quedaban guardadas en
el Arca de la Alianza las tablas de la Ley dadas por Dios a Moisés, así
como un puñado de maná milagrosamente recibido en el desierto. Por eso, ella
recordaba las promesas y la protección de Dios.
María es, en el Nuevo Testamento, el Arca de la
Alianza que protege al pueblo elegido de la Iglesia y recuerda las infinitas misericordias de Dios.
Nuestra Señora es invocada de esta manera
porque fue por medio de ella que Jesús vino a la tierra y es por ella que nos
vienen todas las gracias orientadas a llevarnos al cielo, a nuestra morada
eterna. Así, ella favorece nuestra entrada al cielo.
Poco antes de que nazca el sol, cuando la
oscuridad es mayor y empieza a clarear, aparece en el horizonte una estrella de
mayor luminosidad. Después, cuando las otras estrellas desaparecen en la
claridad naciente, ella aún permanece.
Así fue la Virgen María, pues su nacimiento
significaba que luego nacería el Sol de la Justicia, Nuestro Señor Jesucristo.
Y cuando la fe se perdía hasta entre el pueblo elegido, ella seguía
creyendo y esperando. Ella es el modelo de la perseverancia en la prueba y
el anuncio de la Luz que vendrá.
Estas son, en resumen, algunas explicaciones de
las más “curiosas” invocaciones marianas que componen la Letanía Lauretana.
Comprenderlas ciertamente nos ayudará a rezar con mayor fervor tan
meritoria oración.
Adaptación del texto de André Damino en “Na
escola de Maria”, Ed. Paulinas, 4ª edição, São Paulo, 1962, y traducido al
español, por Aleteia.